Han pasado cuatro días desde el encuentro en el río. No he vuelto a ver a Liu y Lang. Pero sé que han preguntado por mí. También sé que Liang ha abroncado a algunas esclavas por hablar de mí. Creo que Shu y Ai también. Espero que sirva de algo. No quiero más problemas.
Estoy en una de las salas de prácticas. Me ocupo, con otros esclavos, de mantenerla en funcionamiento. Limpiamos aquí y allá. Cambiamos los muñecos de entrenamiento cuando se rompen. Llevamos agua o lo que haga falta a los estudiantes. Mi objetivo es acercarme a un grupo de cuatro. Están un poco apartados.
Estoy recogiendo los trozos de un poste. Alguien ha usado una habilidad de demasiado nivel para el poste. Hay trocitos por todos lados. Incluso cerca del grupo.
–No han salido en el último mes. Es imposible pillarlas– oigo decir a Mao Xuo.
–¿Crees que fueron realmente ellas? Acaban de subir a cuatro, no sé si serían capaces– interviene Jin Shuo.
Parece asustado. Está en la etapa tres. Es el objetivo más asequible. Por eso nunca sale.
–¿Quién si no? Mejor que vayas con cuidado hasta que las cacemos. Van a desear haber muerto en su día– amenaza Jia Xu.
–Joder. Ni siquiera puedo follarme a una esclava. Es difícil pillarlas dentro, y casi no tengo puntos– se queja Jin Sho.
–Ja, ja, ja. Ya te enviaremos una un día de estos– ríe Jia Xia.
Está en el reino del Alma y debe tener bastante puntos de contribución. Es el objetivo más difícil. Pero le llegará su día. Lo hemos prometido.
–¿No podemos tenderles una trampa de alguna forma? ¿Quizás Xuan…?– pregunta Jin Shuo, pero Jia Xu le hace callar.
Yo disimulo y sigo recogiendo. Por suerte, nadie tiene en cuenta a un esclavo. Pero, por si acaso, me voy alejando. Mejor no tentar la suerte.
Sigo con mi trabajo hasta que un esclavo me habla.
–Parece que hay una estudiante mirándote. Ves con cuidado.
Me giro. Espero ver a Bei Lu o Bi Lang. Pero no. Es Pan Ning. Trago saliva. Me vuelvo a girar. Me concentro en mi trabajo. Prefiero no saber nada de ella. Ni siquiera me doy cuenta de que se acerca a mí. Hasta que está demasiado cerca.
–¡Maldita escoria! ¡Me estabas mirando con pensamientos pervertidos!
Solo puedo pensar que está loca. Obsesionada. Activo Armadura Interior. Justo a tiempo para recibir una patada en el estómago.
–¡Agh!
Duele. Si no es por la armadura hubiera sido grave. Y no puedo deshacer el sello aquí. Me da otra patada mientras estoy en el suelo. Y otra. No sé como voy a escapar.
–¡Pan Ning! ¿¡Qué estas haciendo!?– dice de pronto una voz.
–Ese esclavo… es… estaba…– tartamudea.
–No me importa. ¿Va a hacer tú su trabajo? Si hay algún problema, yo me encargo. Para algo soy el responsable del área. Tú, el esclavo de pelo verde, lleva al esclavo a la enfermería. Haz que manden a otro y vuelve rápido. Si alguien más vuelve a interrumpir, lo expulsaré. Pan Ning, tendrás que pagar puntos de contribución por el esclavo sustituto.
Entreveo que Ning está furiosa y aprieta los dientes. Pero solo puede obedecer. No es más que una estudiante en la etapa cuatro. Maldita sea. Duele. ¿Cómo ha podido pasar esto?
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–Nada roto. Varias contusiones. Descansa hoy. Durante una semana trabajos físicos menores. Puedes irte– me echa la enfermera, con indiferencia.
La verdad es que estoy mejor de lo que parece. La Armadura Interior me ha protegido. Hay varios moratones que me hacen parecer peor de lo que estoy. De hecho, estando en la etapa seis, podría curarme más rápido. Pero Liang sospecharía.
La verdad es que estoy frustrado y furioso. No tiene sentido. Debo de haberme metido en medio de algún problema de Pan Ning con Bei Liu y Bi Lang. Espero que acabe aquí.
Llego a la habitación, pasando por el almacén casi vacío. Es raro verlo así. Pero claro, están todos trabajando. Tengo unas horas de descanso. Aprovecho para llamarlas y hablar de lo que he escuchado. Aunque tiene que esperar. No he podido ocultarles mi estado. Mis moratones.
–Esa zorra lo va a pagar– masculla Shi.
–No le va a quedar ni un hueso entero– amenaza Yi.
–Dejádmela que la haga sufrir poco a poco– gruñe Song.
–No se lo perdonaré– se enfada tímidamente Yu.
Dan algo de miedo. Aunque también resulta reconfortante que se preocupen por mí. Que están enfadadas por mí. Me cuesta un rato calmarlas. Aunque sé que no se les ha olvidado. Al final acaban bromeando a mi costa. Soy su víctima favorita.
–Tendremos que posponer los planes para hoy. Habrá que tratarlo con suavidad. Como una delicada florecita. Ya lo torturaremos otro día– empieza Song.
–Es una pena. Yo que lo quería oír gritar– le sigue Shi.
–Oh vamos, dejad de meteros conmigo– me quejo.
Todas se ríen. Pero vuelven a ponerse serias cuando hablo de lo que he logrado escuchar. Bai Yi y Bai Yu están pálidas.
–¿Xuan…? ¿Será Bai Xuan?– tiembla Yu.
–No… creo… Espero… que no…– intenta negar Yi.
Pero no están muy convencidas. Bai Xuan es de su familia. Una prima cercana, algo mayor que ellas. Está en la etapa siete. Dicen que siempre las ha tratado bien. No sabemos si es ella. Ni qué relación tiene. Pero lo investigaremos. Han decidido torturar al próximo hasta que lo suelte todo. Cuando están enfadas dan miedo.
–Si reservan a una esclava para Jin Sho, podemos atacarlo– propone Yu.
–Solo tenemos que sustituirla. Cuando nos deje entrar, lo reducimos y torturamos– sigue Yi.
–Mejor que vosotras tengáis coartada. Yo me encargo– interviene Shi.
–Pero es nuestro problema. No os podemos poner en peligro– protesta Yi.
–Ahora es el de todos. Es la opción más segura– se niega Song.
–Kong podría estar cortando leña al otro lado. Así puede acercarse si hace falta– sigue Shi.
–Pero…– intenta protestar Yu, sin éxito.
–Sí, por si acaso tengo que huir y esconderme– sigue Shi, interrumpiéndola e ignorándola.
–Mierda de pierna. Si no, podría ayudarte– se queja Song –. Si hace falta, podemos usar a Rui.
Lo ha dicho sin ningún tipo de compasión. La sigue odiando por lo que le hizo. Yo no me opongo a nada de lo que dicen. Me preocupa que se expongan demasiado. Pero sé que no me van a dejar protegerlas. Luego pasamos unas horas hablando. Riendo. Planeando el futuro. Conversando sobre artes marciales.
No solemos tener tanto tiempo para simplemente estar juntos, sin nada más que hacer. Por la noche, normalmente no se quedan demasiado. Para que descanse. Y ahora no es buen momento para tener sexo. No ha pasado suficiente tiempo desde el último. No podría expandirles del todo los contenedores. Y estoy algo contusionado.
Resulta agradable poder perder el tiempo ociosamente con ellas. Acostado. Sintiendo sus cuerpos apoyados en el mío. En la parte sin moratones. Acariciando apaciblemente sus cabellos. La piel de sus brazos. Dejando que ellas me mimen también a mí. Sonriéndonos. Besándonos. Jugueteando.
Supongo que esto es normal para los que son libres. Para un esclavo como yo, es un lujo. Aunque acaba cuando empiezan a llegar los esclavos. Las mando de vuelta. Al cabo de no mucho entra Liang. Está casi sin aliento. Parece asustada.
–¿Está bien? Me han dicho que te han llevado a la enfermería. ¿Qué ha pasado?
–Tranquila, estoy bien. No tengo nada roto.
–¿De… De verdad?
Me hace quitarme la ropa. Se asusta al ver los moratones. Son peores de lo normal. Es excepcional que no tenga nada roto. Claro que usaba Armadura Interior. Y en realidad estoy en la etapa seis. Aunque lo oculte, mi cuerpo es algo más resistente.
Hoy no tenemos sexo. Decide cuidarme. Casi llora varias veces. Ha estado muy preocupada desde que se ha enterado. Se duerme abrazada a mí.
Luego las cuatro me hacen acostarme. Me cabalgan con suavidad. Se ríen de mí. Pero sé que están preocupadas. Por mucho que se burlen, me lo hacen con mucha suavidad. Muy lentamente. Mimándome. Incluso los enormes pechos pecosos de Song apenas rebotan. Pero puedo disfrutar de ellos en mis manos. Los masajeo a conciencia. Y los de Shi. O los de las gemelas.
Recibo muchos besos. Entro y salgo de ellas con suavidad. Gimen también más suave. Sin jadear demasiado. Es un sexo más pausado. Relajante. Sensual. Y no deja de ser placentero. Para todos. Solo me duele cuando me pellizcan. Supongo que, aún convaleciente, es peligroso decir según que. A pesar de eso, hoy ha sido muy íntimo. De alguna forma, estamos todos un poco más cercanos.
Incluso dejo a Rui que me lo haga despacio. Que me sirva con la boca. Con la vagina. Aunque le pellizco sus pezones varias veces. No vaya a ser que se acomode. También me ha preguntado en más de una ocasión si quería que matara a Ning. O que la descuartizara a trocitos pequeñitos. Está furiosa. Al parecer su amo es sagrado para ello. Está totalmente adiestrada.
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Han pasado cuatro días desde que me golpeó. He acabado de abrir meridianos para llegar a seis.
–¡Haaaah! Felicidades. Aaahh– me felicita Yu, que está sentada sobre mí, siendo penetrada.
–Hay que celebrarlo
–¡Iiiih!–exclama cuando me tiro hacia ella y se queda tumbada en el suelo.
La beso y embisto. Mientras acaricio su suave piel. Sus senos. Disfruto de su lengua con la mía. De su cavidad a la que penetro una y otra vez. Que tiembla cada vez que tiene un orgasmo. Y más violentamente en el último.
–¡Haaaaah! No vale por sorpresa… ¡Haaa!– se queja mientras jadea en el suelo, recuperándose.
–Nosotras también queremos– se escucha una voz detrás. Es Song
Shi, Shong y Yi se han tumbado boca arriba. Las he follado hace un momento. Pero estaba concentrado en obtener su qi y abrir los meridianos. No están satisfechas.
–Exigimos el mismo trato que a Yu– demanda Yi.
–Y lo queremos ya– ríe Shi.
Me acerco a ellas. Las follo una a una. Besándolas. Disfrutando de su piel. De sus labios. De sus vaginas. De sus senos. De sus culos. De sus lenguas. De sus gemidos. De sus caricias. De dominarlas. De ser dominado. De amarlas. De ser amado. Nos quedamos los cinco tumbados un rato, mirando el cielo. Hasta que detecto una presencia.
–Alguien se acerca– les digo en voz baja.
Ellas vuelven. Se preparan por si acaso. También Rui. Me escondo entre los arbustos. Es Pan Ning. Parece estar buscando algo. Lleva una espada en el cinto. Se vuelve hacia mí. Maldita sea.
Traigo de vuelta a Yi y Yu. Ya se han vestido. Aunque están algo sudadas. Me aparto un poco. Ellas aparecen ante Ning.
–¡Ah! Hola. Solo eres tú. Nos habías asustado– miente Yi.
–Hola Yu. ¿O Yi?
–Soy Yi.
–Yo soy Yu
Las gemelas se presentan con una sonrisa traviesa. Esconden sus verdaderos sentimientos. Puedo ver como, por detrás, aprietan los puños.
–¿Habéis visto un es esclavo por aquí?
–¿Un esclavo? Puede. Igual era el que hemos visto hace un rato. Iba hacía allí– responde Yi, señalando en una dirección que la aleja de nosotros. –¿Para qué lo buscas?
–Eh… No, para nada. Es desagradable. No quiero verlo– responde Ning, algo indecisa –. Bueno, nos vemos.
Se marcha en otra dirección, no en la que han indicado. Supongo que es para disimular. Puede que, cuando se aleje lo suficiente, vaya en esa dirección.
–Maldita zorra. Deberíamos haberla cortado a trocitos aquí mismo– masculla Yi.
–No podemos. Kong está aquí y lo interrogarían– interviene Yu.
–Lo sé, lo sé
–Gracias– les digo a las dos, abrazándolas de la cintura y dándole un beso en la mejilla a cada una.
Ellas se sonrojan un poco. Pero pronto Yi se vuelve con el rostro serio.
–Eso no ha acabado, ¿sabes? Vamos a tener que tomar medidas.
Yu asiente, está de acuerdo. Yo suspiro. Es un problema grave. Dejaremos pasar unos días más. Pero si no se tranquiliza, tendremos que actuar. Supongo que ya no soy un esclavo pasivo que asume su suerte. Solo que la mayoría no lo saben. Aun así me siento frustrado. Lo pago con Rui. Acaba exhausta.
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Liang me ha dado de alta hace un par de días. Aunque solo tenemos sexo muy suave. Ayer se soltó un poco más. Pero tiene miedo de hacerme daño. Me gustaría decirle que no estoy tan mal. Con las otras cuatro no hay ese problema. Intenté hacerlas creer que estaba aún convaleciente el segundo día. No pude engañarlas. Y sufrí por haberlo intentado. Aunque, a pesar de ello, a día de hoy siguen siendo cuidadosas. Creo que hasta que no se vayan los morados, no las convenceré del todo de que estoy bien.
Esta noche, cuando llego a la habitación, me encuentro con que Liang con rostro preocupado. También están Shu y Ai. Parecen ansiosas
–La estudiante Pan Ning quiere matarte– me dice casi llorando, abrazándome.
–El maestro de copia está retrasando un manual que quería. Por haber herido a uno de sus esclavos ayudantes. Pero en lugar de calmarla, se ha enfurecido. La han visto ir hecha una furia hacia el bosque. Teníamos miedo que te encontrara y…– explica Shu.
–Ya veo. Tendré que intentar estar unos días en trabajos más seguros.
–¡Te ayudaremos!– exclama Ai, dando un pequeño saltito. Sus grandes pechos rebotan obscenamente.
–Sí, podemos intercambiar trabajos si hace falta. Sai y sus hermanas han dicho que ayudarían– asegura Shu.
–Y Ken. O…– añade Liang una larga lista.
La verdad es que su preocupación me llega al corazón. Y la de todos los esclavos. Nos solemos ayudar. Aun así, es reconfortante.
–Entonces, supongo que os tendré que agradecer adecuadamente– las provoco.
–Más te vale– dice Liang, enrojeciéndose un poco mientras le quito la túnica.
No tardan en oírse gemidos en la habitación. Aunque ninguna de las tres me deja ser demasiado brusco. De hecho, Shu y Ai se han asustado un poco al ver mis moratones. Por mucho que les haya asegurado que estoy bien.
Solo follo bruscamente a Rui, cuando he acabado con las siete. Con su cabeza hundida en los enormes pechos de la durmiente Ai. La penetro por detrás. Azotándola por haberse desmayado antes. Totalmente obsceno. Si Ai se entera, me mata.