La desaparición de Mao Zhan parece haber aterrorizado al grupo de violadores. No se atreven a salir de la seguridad de las instalaciones de la secta. Sospechan de las gemelas. Los he visto a menudo rondando su cabaña. Y varios esclavos me han hablado sobre ellos.
Por ahora no planeamos actuar. Jin Shuo se ha encerrado cultivando. El resto tienen una cultivación demasiado alta. Por ahora. Les seguimos observando. Si tenemos una oportunidad, atacaremos. Tarde o temprano morirán. Estamos todos decididos.
Las gemelas han aprendido a ocultar su reino. Pero no ocultan que han llegado a la etapa cuatro.Ni la hostilidad hacia sus violadores. Ellos saben que, de alguna forma, han sido ellas. Pero no pueden hacerles nada. Ni denunciarlo. Siguen esperando una oportunidad, pero ellas tampoco salen de la zona segura. Al menos eso les hacemos creer. Cuando piensan que están cultivando en su cabaña, están conmigo.
Sigo copiando manuales. Ahora domino perfectamente las técnicas. Me gustaría probar con los de más nivel, pero se supone que mi etapa es la uno.
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Ya ha pasado una semana desde la ejecución y estoy cerca de la etapa seis. Creo que la alcanzaré en unos días. Ahora mismo he llegado a un lugar junto a un recodo de un pequeño río. Se supone que he de cortar madera. Cuando voy a llamarlas, me encuentro que están conspirando contra mí. Están las cuatro sentadas alrededor de un dibujo mal hecho. Pero no hay duda que me representa a mí. Están señalando varias partes de mi cuerpo. En especial mi entrepierna. Y riendo. No hay duda que se están burlando de mí. Saben que las estoy viendo. O que las veré. Merecen una lección.
Decido tomarme una pequeña venganza. Me quito la ropa y entro a un recodo del río que forma una especie de laguna. Las invoco y caen al agua. No puedo parar de reírme. No siquiera cuando me miran. Sé que he cometido un grave error. Ha valido la pena. Creo.
Me han hundido en el agua como ocho veces. Y me han salpicado otras tantas. Se están divirtiendo a mi costa. Supongo que me lo merezco. A pesar de todo, no me arrepiento. Verlas jugar y reír es refrescante. Aunque yo sea la víctima.
Song se acerca y se me abraza al cuello.
–Hoy te has portado especialmente mal. Mereces un castigo.
Parecía que me iba a besar, pero me muerde en el hombro. Su pierna mala se extiende en el agua. La otra envuelve mi espalda. Su abundantes pechos flotan en el agua. Sus pezones me rozan. No hacen falta palabras para saber lo que quiere.
La beso. Le acarició el culo. La espalda pecosa. Es fácil sostenerla en el agua. No tardo en penetrarla. Las otras tres se están persiguiendo y salpicando. A veces alguna cae al agua. Song me muerde el labio inferior. Luego el superior. Finalmente me besa de nuevo. Una de sus manos revuelve mi cabello mojado.
Chapoteamos en el agua mientras nos besamos. Mientras entro y salgo de ella. Mientras su cuerpo sube y bajo en mis brazos. Mientras ella se estremece una y otra vez.
Nos quedamos abrazados un rato mientras recuperamos la respiración. Ella llena de mí. Luego se deja caer. Se queda flotando. Sus pechos sobresalen del agua. Sus ojos que me miran. Sus labios me sonríen.
De repente, se impulsa con el pie en mi estómago y se aleja de mí. Ríe mientras señala a mi espalda. Allí están las otras tres. Me dan la espalda. Alzan sus culos insinuantes dentro del agua. Sus rostros están girados, mirándome. Una se muerde el labio inferior. La otra pasa la lengua en los suyos. La otra aprieta ambos labios entre sí.
Me acerco. Acaricio sus nalgas. Con Yu llegó más allá. Gime sorprendida. Me aseguro que esté a punto antes de hacerle separar un poco más las piernas. La penetro. Una y otra vez. Nuestros movimientos generan ondas en el agua. Por mucho que quiera ser brusco, soy más suave de lo normal. El agua no me deja ir más allá.
Ella alza su cuerpo. Mis manos dejan sus nalgas y van hasta sus pechos. Una llega hasta su barbilla. Chupa mis dedos con su boca. La beso en el cuello. La muerdo ligeramente mientras se corre. Mientras me corro dentro de ella.
Cuando nos separamos me mira con la boca abierta, respirando por ella. Me sonríe tímidamente. No sé en qué está pensando, pero ha enrojecido. De golpe se sumerge y bucea hasta Song. Se esconde detrás de ella.
Shi y Yi nos estaban mirando. Se vuelven a dar la espalda. Me acerco a Shi.
–¿Te has estado masturbando mientras nos mirabas?
He visto como movía su mano bajo el agua. Y no ha parado incluso cuando sabía que la miraba.
–¿Por qué no entras y lo compruebas?– responde sugerente.
La penetro sin esperar más. Mi miembro se desliza en su interior. Está apretado pero lubricado.
–¡¡Hhhaaaaaahhh!!
Inmediatamente empiezo a moverme. Agarro sus caderas y empujo con la fuerza que me permite el agua. Ella es algo más baja que yo. Su cuerpo se alza en el agua. Abre más las piernas mientras flota. Yo la muevo a voluntad. Ella gime y se mantiene a flote como puede. Se hunde un poco tras el primer orgasmo, pero vuelve a salir enseguida. Iba a parar, pero continuo. Está bien.
Cuando nos corremos los dos, ella espera a recuperar el aliento. Se vuelve y se acerca a mí. Inesperadamente usa su pierna para apartar la mía. Y sus brazos para hacerme caer y hundirme en el agua. Cuando salgo, me encuentro con su rostro riendo.
–¡Así aprenderás!
Intento alcanzarla, pero ella se lanza agua y se aleja hasta Yu y Song. Supongo que no puedo ir tras ella. Las tres se ríen. Me vuelvo hacia Yi.
–Sé un poco más suave– me pide, mostrándome su culo.
Parece que las tres han llegado a algún tipo de trato mientras follaba con Song. Me acerco a ella y acaricio sus nalgas. Su espalda. Su estómago. La penetro despacio. También la levanto. Flota. La atraigo hacia mí. La cojo de sus modestos pechos. Le muerdo la oreja con suavidad mientras la hago correrse. No paro. Ni al segundo orgasmo. Ni en el tercero.
Solo cuando acabamos me detengo. La sostengo en mis brazos mientras respira pesadamente. Mientras sigo acariciando sus pezones. De repente estoy de nuevo bajo el agua. Ni me he dado cuenta cuando me ha desestabilizado y hundido. Cuando emerjo, están las cuatro juntas, riéndose de mí.
–Es hora de volver– dice una.
–Está noche recibirás tu merecido– amenaza la otra.
No me queda más remedio que devolverlas. Si intento acercarme, me salpican o me hunden. La verdad es que ha sido divertido. Diferente. Especial. Como si todos fuéramos libres.
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Rui cae también en el agua, hundiéndose. Cuando su cabeza sale, me mira confundida. La cojo y la acerco a mí. La hago flotar de espaldas. La penetro. Ya estaba mojada. Se había estado masturbando antes de llamarla. Ella flota. Sus pechos se cubren de agua en cada embestida. A veces se hunde su rostro. No traga agua, así que puedo seguir. Sus piernas están abiertas. Sus rodillas dobladas. Apretadas a mí.
Poco a poco se va acostumbrando. Ya no se hunde. Solo gime. Tiene otro orgasmo. Está excitada. Incluso más de lo normal. Aprieto fuerte en sus nalgas. Marco mis dedos en ella. Me muevo más rápido. El agua salpica alrededor. Sus manos está bajo su cabeza. Nos corremos.
La hago incorporarse y besarme. Ella obedece. Aprieta su cuerpo contra el mío.
–Alguien se acerca– le digo.
Ella se detiene. Mira alrededor. De repente está de nuevo en la Residencia. Quito la protección insonora. Las muevo a todas junto a las armas. Es la señal para que estén preparadas, por si acaso. Se visten y las cogen. Parecen nerviosas. Yo también lo estoy. Se acercan cinco personas.
Voy hacia la orilla, donde está la ropa y el hacha. Antes llegan unas figuras. Son cinco estudiantes femeninas. Miran mis ropas. Parecen que habían estado discutiendo.
–¿Qué haces en el agua?– me pregunta una de ellas. Su cabello es verdoso. Lleva una coleta a cada lado. Parece estar masticando algo.
–Estaba bañándome.
–¡Oh! ¿Los esclavos también se bañan?– dice otra con desdén.
No le respondo. No espera respuesta. Su pelo es blanco. Con un brillo azulado. Es liso y le llega más allá de los hombros. Su piel es muy clara, casi blanca. Sus pechos son abundantes. Lleva una sombrilla. Sus ojos azules me miran con desdén. He visto esa mirada muchas veces.
–Sal del agua– me ordena otra, con algo de excitación en su voz.
Está al lado de la primera. Estas dos están separadas un poco de las otras tres. Parecen formar dos grupos. Su pelo es morado. Con una sola cola a un lado. También parece morder algo. Como su compañera, llevan las sus ropas de discípula muy ajustadas. Abiertas por arriba, mostrando su escote. Las otras tres llevan las ropas más sueltas, menos sugerentes. Más puritanas.
–Vamos, Bei Liu, está desnudo– protesta la de pelo blanco.
–Por eso Pan Ning, quiero verlo mejor– ríe Liu.
–¡Bei Liu! ¡Compórtate!– exige Ning.
–No seas tan estrecha. ¿Qué hay de malo en ver un cuerpo atractivo?
–¡Bi Lang! ¿Tú también?– gruñe Ning.
–¿Por qué no? Es atractivo.
–Malditas perras en celo. ¿¡Y tú que miras, desgraciado esclavo pervertido!?
No entiendo nada. Solo la miraba porque estaba hablando.Vuelvo mi mirada hacia Lang y Liu, que parecen estar disfrutando con esto.
–Es normal, tienes un cuerpo bonito. No sé por qué lo escondes. Deberías usarlo y disfrutar más de la vida– la provoca Liu, con claro tono de burla.
–Vámonos. Estas dos no entrarán en razón. Mejor no perdemos más tiempo con ellas.
Pan Ning se marcha, no sin antes mirar a las otras dos y a mí. Su mirada asusta. Dos estudiantes más la siguen. Parece ser su líder. No han dicho nada, excepto darle la razón con la cabeza.
–¿De verdad querían convencernos de ser puritanas y estrechas?
–Eso me temo. Y tú, ¿qué haces aún en el agua? ¿No te he dicho que salgas?– exige Liu.
No parece enfadada. Más bien a la expectativa. Y divertida. Salgo del agua. Estoy completamente desnudo. Las dos me miran. Lang se acerca y me acaricia el pecho con un dedo.
–¿Como te llamas?– me pregunta.
–Kong.
–Oh, ¿eres ese Kong? ¿Del que hablan las esclavas? Dicen que eres bueno en la cama– pregunta Liu.
–No… sé…
Me temo que alguna esclava ha hablado de más. Eso no es bueno. Me pone en problemas.
–Creo que tendremos que comprobarlo– sugiere Lang, lascivamente.
Se acerca más a mí. Coge mi miembro con la mano. Lo acaricia. Pone sus labios en mi oído.
–Házmelo. Soy tuya durante un rato. Fóllame.
Me quedo inmóvil un par de segundos. Eso es algo que sí que no esperaba. No de una estudiante. Tampoco tengo otro remedio. La agarro del culo y la levanto. Intento besarla, pero aparta la cara. La beso en el cuello.
–¡Haah!– se sorprende.
He aplicado un poco de qi. Debe de haber sentido un pequeño escalofrío. Me agacho. La tumbo en el suelo. Le saco la banda de tela que hace de cinturón. Ella me mira. Se relame los labios. Abro sus ropas. Su piel es morena, toda ella. La única explicación es que tome el sol desnuda. Lleva unas bragas negras de tela fina. Con bordados. Y un sujetador del mismo color a juego. Se transparentan.
Mis manos suben desde sus muslos. Ella se estremece con las caricias. Cuando llego al sujetador, me lo quedo mirando. No sé como quitárselo. Ella se ríe. Saca los brazos de las mangas. Los pone por detrás y lo desabrocha. Luego se lo quita. Sus pechos quedan al descubierto. Son algo más pequeños de lo que parecían. El sujetador los realzaba. Acaricio uno de ellos. Con el pulgar juego con su pezón y aplico qi. La otra mano sube por el costado.
–¡Haaaaah! ¡Eres bueno…! ¡HAaah!– gime ella, dejándome hacer.
Mi boca llega a su otro pezón. La mano que subía baja ahora. Llega a su cadera. Luego a su entrepierna. Se mete entre sus bragas. Acaricio sobre su clítoris. Ella empieza a gemir más y más fuerte. Hasta que tiene un orgasmo
–¡¡HAAaaaahh!! ¡¡¡AaaaaaaaAAH!!! ¡¡Eres realmente bueno!! ¡Aaaaah! Creía que exageraban. ¡Hah! ¡¡Métemela…!!
Le bajo las bragas y se las quito. Están mojadas. Ella abre las piernas. Me meto entre ellas y la miro.
–Date prisa…– se queja sensualmente.
La penetro. Me muevo en su interior mientras ella gime. Mientras le acaricio uno de sus pechos. Mientras le beso el cuello. La mantengo al borde del orgasmo durante un rato. Nos corremos los dos
–¡¡¡¡HHHHAAAAAAAAAAAAaaaaaaahhhh!!!
No he querido provocarle más orgasmos. Ni llevarla al límite del placer. Mejor no llamar aún más la atención. Ella se me queda mirando mientras recupera el aliento.
–Ha sido algo rápido, pero intenso. No ha estado mal. Igual tendremos que repetirlo otro día– ríe Lang.
–Decían que podías hacerlo más de una vez. Házmelo a mí– me llama Liu.
Está de pie. Desnuda. Una mano acariciándose el pecho. La otra en la entrepierna. Se gira. Pone las manos contra un árbol.
–Házmelo fuerte. Ya estoy mojada– se ofrece.
Me acerco a ella y le acaricio el culo. Mi miembro recupera la erección. Puedo controlarlo.
–Oh, parece que sí que puede– ríe Lang desde el suelo.
–¡¡HAaaah!!– gime Liu.
La acabo de penetrar hasta el fondo. Desde atrás. Me muevo dentro y fuera con fuerza. Sin darle tregua. Liu gime. Jadea.
–¡Qué salvaje!– alaba Lang, con lujuria.
–¡¡AAAaaaaah!! ¡Arf! ¡¡¡HHHHAAAAaaaaaaHHHhhhh!!!– sigue gimiendo Liu.
Mis movimientos y el qi aceleran. Finalmente ella se estremece violentamente, llegando al orgasmo. Yo dentro de ella
–¡¡¡¡HHHHAAAAAAAAAAAAaaaaaaahhhh!!!
Se deja caer. La sostengo. Llega al suelo poco a poco. Recupera la respiración.
–¡Aah! Mis piernas… Ha sido increíble. ¡Tenemos que repetirlo!
No es que me moleste. Pero son estudiantes. Me temo problemas. Pero poco puedo hacer. Al cabo de un rato se han vestido. Yo también. He empezado a cortar madera. Para disimular.
–Espero no haberte entretenido mucho. ¿Necesitas ayuda? No quiero que te castiguen por nuestra culpa– se ofrece Liu.
–Déjame el hacha. Puedo cortar más rápido– se ofrece también Lang
–Es una hacha para la etapa uno. Podrías romperla si la usas con toda tu fuerza. No pasa nada. Aún tengo tiempo.
A diferencia de otros estudiantes, parecen que no son malas personas. Solo algo pervertidas. Al menos no me tratan como basura. Como a un objeto. Bueno, quizás sí como un objeto sexual.
–Vale. Nos vemos otro día– se despide Liu.
–Hasta otra– sigue Lang.
Ambas lo hacen mirando mi entrepierna. Suspiro. Para mi sorpresa, me besan una en cada mejilla. Cuando se van me detengo y recojo las ramas que he cortado. Se la dejo a Rui para que acabe de cortarla en trozos más pequeños. Me voy a entregar la que tengo guardada. Tengo tiempo, pero tampoco me sobra. Voy practicando Sonido de la Sombra. Tengo algo más de qi gracias a ellas. No las he ayudado. Quizás la próxima vez.