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Ejecución

–¿Estás bien?– me pregunta Liang cuando llego.

Supongo que mi expresión es extraña. He estado todo el trayecto preocupado, mirando a las gemelas. Se han abrazado con Shi y Song. Han llorado. Se están bañando las cuatro. Por ahora no puedo hacer nada. Tampoco se lo puedo contar a Liang. Le sonrío.

–Estoy bien.

La abrazo y la beso. Ella es la primera en penetrar mi boca con su lengua, en buscar la mía. Yo aprieto sus nalgas por un momento. Luego empiezo a subirle la áspera túnica. Dejo al descubierto sus piernas, su culo, su estómago, sus modestos y deliciosos pechos. Ella aparta su boca, reluctante. La túnica sale sobre su cabeza mientras la beso el cuello.

–Haaah. Kooong

Su túnica cae al suelo y mis manos vuelven a sus nalgas. La alzo, colocando su abertura a la altura de mi miembro erecto. Ella me mira con deseo, abrazada a mi cuello. Apoyo su cuerpo contra la pared. Mis labios contra los suyos. Mis manos masajean su culo. Sus piernas envuelven mi cintura. Mi miembro frota alrededor de su entrada, que pronto se humedece.

–¡HAAaaah!– gime cuando la penetro.

Mi cintura se mueve arriba y abajo. Mi miembro entra y sale de ella. El sonido de su húmedo interior es lascivo. El de sus gemidos ahogados por los besos, sugerente.

–MMmmmaamammmm. ¡¡¡MMMMmmMM!!! ¡MMm! ¡¡MMMmmmmmM!! ¡¡¡MMMmmmmaaaah!!!

Sus pezones marrones se restriegan contra mi cuerpo. Aprovecho para practicar, dándoles qi a través de mí. Es más difícil al moverse. Su cabello negro acaricia mis hombros. Sus ojos rasgados están completamente cerrados. Sus labios pegados a los míos. Sus nalgas apretadas por mis dedos.

Aceleramos. Nuestros labios se aprietan con fuerza. Nuestros cuerpos se restriegan el uno contra el otro. El suyo tiembla cada vez que tiene un orgasmo. Aún no ha acabado el último cuando empujo hasta el fondo y añado más qi. Su cuerpo se estremece violentamente. Su lengua se detiene por un momento, pero no la mía. La lleno de mi esencia mientras ella pierde sus fuerzas.

–¡¡¡MMMMmmMM!!! ¡¡MMm!! ¡¡MMMmmmM!! ¡¡¡MMammmmmmmhh!!! ¡¡¡¡¡¡¡MMMMMMMMMMMMmmmmmmmmmmmmmmhhhhh!!!!!!!

Con suavidad la llevo hasta la cama. Aún estoy dentro de ella. Respira con fuerza. Nos miramos. Me sonríe.

–Hoy no me has dejado ni hablar– se queja.

–Habla todo lo que quieras– le sonrió.

Pero en lugar de hacerlo, se recuesta en mi pecho. Durante un rato me acaricia, hasta que se acaba durmiendo.

—————

Las chicas parecen que aún están hablando. Así que llamo a Bang. Esta tarde se ha desmayado. La hago sentarse sobre mí, de espaldas. La hago tumbarse. Su cara contra el suelo. Su culo sobre mi entrepierna. Empiezo a azotarla.

–Ssí. ¡Ah! ¡He sido mala! ¡Aaaahh! ¡Más fuerte! ¡¡Aaaaaaaahh!!

Su culo está rojo. Lo alzo y la penetro.

–¡¡HHHAAaaaaaaaahhhHH!!

La hago moverse. Es algo incómodo para ella, pero lo hace. Su culo sube y baja. Mi miembro entra y sale de ella. Sigo azotándola. En cada azote añado qi. Le causo dolor y placer.

–¡¡¡HhAAAaaaAHHH!!! ¡¡HiiiiHHh!! ¡¡¡Haaah!!! ¡¡Hah!! ¡¡¡Haah!!! ¡Aaaaaah! ¡¡¡¡HAAAaaaaaaHHH!!!!– gime sin parar.

Cada vez está más excitada. Cada vez más húmeda. Cada vez acelera más. Ni siquiera se detiene en sus orgasmos. Solo en el último, cuando me corro en su interior.

–Límpialo– le ordeno.

–Sí… haaaah … amo.

Ella se levanta y se vuelve. Luego lame mi miembro. Al cabo de un rato lo mete entero en su boca, y me acabo corriendo otra vez en ella.

–Cómo van las técnicas.

Traga antes de hablar. Deja de tocarse. Se sienta, arrodillada.

–Domino los golpes mortales con la mano extendida. Estoy estudiando con la palma y las dagas. Me faltaría practicar con un objetivo real.

Me mira con los ojos abiertos, buscando mi aprobación. Temiendo mi reprobación.

–No está mal. Sigue practicando. No has dicho nada de la danza.

Ella baja la mirada. No se le da bien.

–Sigo intentándolo. Me cuesta coordinar– musita, avergonzada.

–Bien, no es la prioridad. Si puedes hacer una muesca de un centímetro con los dedos en la madera, puedes preparar el culo para mí.

–¡Sí!–Afirma entusiasmada.

En cuanto la devuelvo, va a practicar con un tronco. Me temo que lo conseguirá para mañana. Ya hay marcas de casi esa profundidad. A ratos se toca sus adoloridas nalgas. Sonríe cuando lo hace. Se muerde los labios lascivamente.

—————

Cuando están ya preparadas, invoco a las cuatro. Yi y Yu se abrazan a mí, sin mirarme. Shi y Song se sientan una a cada lado. No sé muy bien que hacer.

–¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado?– pregunto preocupado.

–Lo seguimos– empieza Yi. Parece que está deseando hablar–. Yo me adelanté y me puse a cortar leña, vestida como una esclava, haciendo ruido para que me oyera. Yu lo seguía. Él se acercó, diciendo que no me moviera, que solo me iba a follar, que me portara bien. Yo paré, sin girarme. Estaba temblando mientras empuñaba la daga.

–Yo me acerqué por detrás. También temblaba– siguió Yu –. Cuando se acercó a Yi le clavé la daga. No era una herida mortal. No queríamos que lo fuera. Ataqué a sus meridianos. Cuando se giró gritando, Yi le clavó otra. Cayó al suelo. Le preguntamos si nos reconocía mientras se desangraba. No contestó, pero era evidente que sí. Sus ojos se abrieron mucho.

–Lo seguimos apuñalando. Estábamos furiosas. Queríamos desahogarnos. Cuando nos dimos cuenta, estaba muerto. Le quitamos todo lo de valor. Lo hemos dejado en la mesilla de la habitación. Guárdalo. Luego arrastramos el cuerpo. Lo tiramos por el barranco donde van las bestias. Quemamos la ropa.

–Volvimos despacio. Nos sentíamos raras. No podíamos pensar. Hemos matado a alguien. Asesinado. No sabíamos que era tan difícil. Lo odiábamos. Se lo merecía. Pero así y todo no nos lo podemos quitar de la cabeza– sollozó Yu.

–No lo entiendo. ¿Por qué nos sentimos así? ¡Se lo merecía! Pero…– solloza también Yi.

Estoy un rato acariciándoles el cabello. Shi y Song las cogen de las manos. Tardan en calmarse. Yu me mira con su humedecidos ojos verdes.

–Me… lo puedes hacer a mí sola…– pide Yu en casi un murmullo.

–Y luego a mí– sigue Yi.

Shi y Song asienten. Las envío de vuelta, a todas excepto a Yu. Me mira con timidez. Shi y Song están con Yi. Le aparto el cabello mojado por las lágrimas. La beso con suavidad, sin lengua, solo con el roce de los labios. Ella baja la cabeza tímidamente. Espero. Me vuelve a mirar. Me sonríe. Me besa. Al principio sin lengua. Luego toma la iniciativa de buscar la mía.

Mientras nos besamos, ella se mueve. Se sienta sobre mí. Acaricia mi miembro con una mano. La otra está en mi mejilla. Yo tengo las dos en su nuca. Aplico un qi muy suave en los labios.

Cuando nota mi miembro erecto, sus labios se separan. Su cuerpo se acerca más al mío. Me mira con la boca entreabierta. Introduce mi miembro en ella. Ahoga un gemido. Me besa. Se mueve despacio, arriba y abajo. Se separa un momento. Me mira. Se detiene. Sus ojos vuelven a estar humedecidos.

–¿Soy un monstruo?

–No, él lo era. Tu eres maravillosa– le respondo sin dudar. Es lo que pienso.

–Yo… sé que no soy Shi ni Song. Ni Liang. Pero… podrías… hoy…

–No eres ni Shi ni Song ni Liang. Ni tampoco Yi. Eres mi querida, valiente y preciosa Yu.

Creo que es la sonrisa más hermosa que le he visto. Me vuelve a besar. Esta vez con más pasión. También vuelve a moverse. Más rápido. Parece sedienta de sexo. Pero también de algo más. No dejo de acariciar su espalda desnuda. De aplicar qi con mucha suavidad. De acariciar su lengua con la mía, sus labios con los míos. Ella está desatada, salvaje. Yo la trato con suavidad.

Cuando se corre, se detiene un momento. Se separa. Me mira. Vuelve a besarme con más intensidad. A moverse más rápido. Pronto parece que esté botando sobre mí. Al cabo de un rato deja de besarme. Me muerde en el hombro para sofocar sus gemidos. Pero no para de moverse. Una de mis manos ha llegado hasta sus nalgas. La aprieto. La otra está en su espalda, atrayéndola a mí. Mis labios en su cuello. La beso. La lamo. Nos corremos. Recupera la respiración. Me mira.

–Gracias. Te quiero– me dice, muy tímida.

Me la quedo mirado un momento. Sorprendido. Le sonrío.

–Yo también te quiero.

El color rojo que había tomado se le intensifica. Oculta su rostro en mi pecho durante un rato.

–Debería devolverme y traer a Yi– me dice, aún sin mirarme.

–Solo si me das un beso.

Ella duda. Pero al final me da un suave y rápido beso en los labios. Puedo vez fugazmente su sonrisa, antes de que se de la vuelta.

–Llama a Yi– me reclama con timidez.

–Voy– le aseguro.

Pero antes le robo un beso más largo y profundo. Antes de que pueda protestar la devuelvo a su cama. Ella se toca los labios. Luego se tapa la cara con la almohada. Es muy linda.Traigo a Yi.

–¿Cómo está Yu?

–Bien. Un poco roja pero bien.

–Ji, ji. Eres un poco malo a veces. Te ha dicho… que…

–Sí.

–Ya… veo… Yo… También…

Se calla, sin atreverse a continuar. Enrojecida. Normalmente Yu es más tímida, pero parece que a Yi también lo es.

–Te quiero– declaro.

Es curioso. A pesar de haberlo dicho varias veces, me sigo avergonzando. No miento. La quiero. Las quiero a las cuatro. Y a Liang.

–Te…Te… Te quiero.

Dice ella finalmente, totalmente roja. Me besa. Con lengua, pero con mucha suavidad. Sus manos acarician mi pecho. Me empujan suavemente, haciendo que me recueste. Usa su boca sobre mi miembro. Cuando está erecto, se levanta. Se sienta sobre él. Lo introduce en ella. A diferencia de su hermana, no esconde sus gemidos. No se mueve rápido, pero tampoco lento. Parece disfrutar

–Haaah ¡¡Haaaahh!! ¡Aaah! ¡¡¡HHAAAAaaaaHH!!! ¡¡¡¡HAAAAAAAAAAaaaaah!!!! ¡¡¡¡¡HHHHHHHHAAAAAAaaaaaAAAAAAAHHHhhh!!!!!

Cuando alcanza el primer orgasmo se detiene. Lágrimas aparecen en sus ojos.

–¡No soy un monstruo! Yo… lo he matado… pero.

Me incorporo. Mi frente tocando con su frente. Mis manos acariciando su rostro.

–No eres ningún monstruo. Eres mi Yi. Mi preciosa Yi. Y todos los que te hicieron daño merecen morir. Si hace falta, lo haré con mis propias manos.

Lo digo muy serio. Sus ojos me miran. Nos besamos. Me empuja más violentamente. Se inclina sobre mí. Ya no puedo ver sus pechos balanceándose. Pero los siento tocándome. Y sus labios en los míos.

Ruedo sobre mí mismo, dejándola a ella debajo. Se sorprende por un momento, pero no se queja. La follo con suavidad, besándola, entrelazando sus dedos con los míos. Sus besos con los míos. Sin prisa. Orgasmo tras orgasmo, hasta que la lleno de mí. Luego aún nos quedamos un rato abrazándonos.

–Me alegro de ser tuya. Toda tuya. Solo tuya– me dice, y me besa. Luego me mira –. Va siendo hora de que llames a las dos. Si no, tendré que oírlas mañana.

Lo dice con una enorme sonrisa. Es preciosa. No puedo evitar besarla antes de devolverla. Ni mirarlas un rato a las dos juntas. Cuchicheando. Las dos rojas. Incluso tirándose los cojines y riendo. Llamo entonces a Shi y Song.

–¿Cómo están?– me pregunta Song. Están las dos preocupadas.

–Están bien. Creo. Si no se han hecho daño tirándose los cojines– me río.

Ellas también ríen. Se acercan a mí, despacio. Gateando. Desnudas. Extremadamente sensuales.

–Parece que hoy te has portado bien. Mereces un premio– dice Shi, sugerente.

Cabe decir que, cuando quieren, son imposibles de resistir. Y cada vez conocen mejor mi cuerpo. A pesar de no conocer la técnica del cuaderno. Me rindo en sus manos. Mientras una me cabalga, la otra lame mis pezones, acaricia mi estómago, mis caderas. Las grandes tetas de Song botando son impactantes. Las más modestas de Shi son increíblemente sexys.

Acabamos los tres recostados, relajados. No solo por el sexo, sino por que sabemos que las gemelas están bien. Hemos estado los tres muy preocupados por ellas. Porque no volvieran. Porque las destrozara por dentro. Pero ahora sabemos que estarán bien. Lo que me preocupa es lo que está diciéndole Shi a Song.

–Mañana deberíamos planear las cuatro lo que le haremos a Kong.

Sabe que la oigo. Me mira y me saca la lengua. Yo suspiro. Se ríen. Me hacen una felación entre las dos y me vuelven a cabalgar. Gimiendo otra vez. Corriéndose varias veces cada una de ellas. Besándonos incluso los tres a la vez. A veces entre ellas. Acariciándome. Acariciándose las dos. Haciéndome que lama a una mientras la otra está sobre mí. A veces son realmente pervertidas. Bueno, mejor no me quejo. No estoy libre de culpa.

Acabamos agotados. Aunque lo que más me duele es cuando tengo que devolverlas. Hubiera estado más tiempo con ellas. Quizás algún día.