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Cita programada

Hoy no había mucha gente, así que he estado hablando un rato con Gan Ren. Está unas cuantas etapas por encima de mí, aunque eso no la hace arrogante. Se le ha escapado que tiene un problema con la cultivación. Pero ha cambiado de tema enseguida:

–La gente me desprecia por estar gorda. Como si quisiera estarlo. Pero mi cultivación… Bueno, no importa…– es todo lo que ha dicho.

La verdad es que me gustaría saber más. Pero está claro que no quiere hablar de ello. Es triste que al final incluso me haya agradecido que charlara un rato con ella. Muchos chicos la evitan. Incluso se burlan de ella.

Me cae bien. Puede parecer un poco distante, pero no lo es en absoluto. Es más bien un mecanismo de defensa. No ha querido entrar en detalle, pero ha sufrido muchos insultos. Lo sé por los esclavos.

Ahora suele sonreír cuando me ve. Me reconoce incluso tapado. Bueno, suelo llevar el mismo disfraz. Creo que le caigo bien. Puede que solo sea por ser un buen cliente, aunque su sonrisa me parece sincera.

Además, es muy honesta. Nunca nos ha intentado dar hierbas defectuosas mezcladas con las otras. Wan dice que incluso son mejores de lo que debieran.

En parte, me da un poco de pena. Su expresión es similar a la de Guo Xua. Se la ve un poco sola. Aunque ayer la madre de Hai estaba muy sensual. Y me dejó follar otra vez a Lin Tao.

Esta vez, la tenía en la cama. También atada, vendada y amordazada. Mientras era follada, tenía que servir a su ama con la lengua. Diría que no era la primera vez. Quizás la ha estado usando estos últimos días.

Ha asegurado que la semana que viene estará lista. Se la veía entusiasmada. Más mimosa de lo habitual. Aunque algo agresiva con Lin Tao. La ha sacudido unas cuantas veces. Aún está enfadada con ella. Ya se le pasará. Supongo.

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Hong está más activa. Su cuerpo va mejorando con el qi. Y ya no le duele la espalda. Me ha costado un poco, pero sus vértebras parecen ya curadas. Incluso voy haciendo desaparecer las cicatrices externas.

Solo se queja de los dientes. Le duelen un poco al crecer. Está siendo sorprendentemente fácil. Las chicas se burlan de ella. Que parece una niña pequeña. Que Wei se porta mejor. Aunque a veces la niña le clave sus dientecitos a Shun cuando mama. No sé por qué se queja de que duele. Cuando se los clavo yo, gime de placer.

Quizás, lo que más le ha ilusionado a Hong es que una arruga ha desaparecido. O eso dice. No estoy seguro. Las chicas me han aconsejado que diga que sí. Quizás sea verdad. Si no, lo será pronto. Ahora también la ayudo un poco en eso. En hacer sus pechos algo más firmes. Su vagina aún más estrecha. Lleva su tiempo.

Lo mejor es que se puede mover sin dolor. Y eso sin duda es un cambio sustancial. El otro día, la vi corriendo por la Residencia. Lo hacía simplemente porque podía hacerlo otra vez. La veía reír mientras corría. Incluso alguna lágrima le caía.

Ahora mismo, sigo practicando encadenar movimientos, enlazar qi. Los que puedo encadenar dentro de la cabaña. Va siendo más fluido. Aunque no es suficiente. No superaría la prueba de las chicas. Pero probablemente lo haría algo mejor. Me gustaría probar. Ya veremos cuando puedo entrenar con ellas.

¿Quizás podría pedirle a Fen Huan en el campo de entrenamiento? Mejor no. Llamaría la atención. De hecho, ni siquiera voy solo allí. Aunque quizás vaya en unos días. El maestro de bastón estará entonces.

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–Mmm, preguntan qué sabemos de nuestras primas. Así, de forma genérica. Es la primera vez que nos escriben, y solo les preocupa esa zorra. Mencionan también a Wan para no quedar mal– explica Yi.

Han recogido una carta dirigida a ellas. De parte de su familia, aunque no sus padres.

–Lo disimulan preguntando por nosotras, cómo estamos… ¡Hipócritas!– se enfada Yu.

Están las dos leyendo la carta. A la vez. Supongo que es cosa de gemelas. ¿Quizás solo de hermanas?

–Pues dadles largas– sugiere Song, mosqueada también con dicha familia.

Sabe como han ninguneado a las gemelas. Como enviaban los recursos a su prima. Para que los distribuyera. Sabiendo que, si lo hacía, se quedaría la mayoría. Hay pocos que les caigan bien a las gemelas aparte de sus padres. Al menos, de entre los dirigentes.

–Supongo que podemos hacer eso. Se admiten sugerencias– pide Yi, sacando papel del Almacén.

–Yo les contestaría muy educadamente que estáis bien, practicando duro. Si ellos dan rodeos, pues les seguís el juego– propone Hong.

Supongo que tiene algo más de experiencia en estas cosas. Habiendo cuidado bebés de sus amos, debe haberlos oído muchas veces. Algunas, maquinando vete a saber qué.

–¿Y qué les decimos de nuestras primas?– pregunta Yu.

Es la parte importante. Algo tienen que decir, aunque sea vago.

–Decidles que no sabéis nada–propone Song.

–Sí, pero más sutil, que dé lugar a confusión– propone Hong.

–Muy malvada– ríe Shi.

–Podríais decir que no las veis mucho. Es como no decir nada– propone Lang.

Todos la miramos. Sorprendidos. Ella entra un momento en pánico. Se esconde detrás de mí.

–Eso estaría bien. ¿Qué tal así?: "Apenas tenemos oportunidad de encontrarnos con Wai'er o Xuan'er, estamos muy ocupadas"– propone Yi, casi escupiendo al decir "Xuan'er".

–¡Perfecto!– acepta Yu –Eso los obligará a ser más claros. Y ganamos tiempo sin que nos molesten.

–Tampoco mucho. No más de un mes hasta que llegue la respuesta– se muestra un poco menos entusiasta su hermana

–Súmale medio hasta que veamos la carta– saca Yu la lengua.

La idea es ganar tiempo. Que no las molesten con problemas de la familia. Y esperar que, con suerte, hagan la preguntas adecuadas. Para poder decir que no recibían nada. Y así poner en apuros a su tío. El último culpable de todo. Quizás incluso de lo que les pasó a sus padres.

Hay varios paquetes para su prima. Podrían reclamarlos, pero sería reconocer que lo saben. Tampoco les importan mucho los recursos que pueda haber dentro. Han dicho muy dulces que "solo me necesitan a mí". Las demás se han burlado por hacerme la pelota. O se han quejado de que no se les ha ocurrido a ellas. Han conseguido que se pusieran rojas. Quizás yo también un poco.

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Me he enterado de que a un par de estudiantes les han hecho descubrir el rostro cuando salían de la secta. Les han pedido disculpas. Que buscaban a un criminal. Al menos dos de ellos tenían estatura similar a la mía. Los otros, no lo sé. Todos iban solos. Me temo que se puedan estar impacientando. Hai dice que sería propio "del idiota de Dai Fen". Aunque podrían estar buscando a otro.

Por ello, salgo esta vez del mercado con Song y Shi. Las dos con el rostro tapado. Y me han puesto una peluca verde. Sale el pelo por detrás. Por lo menos, no me han hecho poner falda y tetas postizas. Aunque me han amenazado con hacerlo la próxima vez.

De hecho, vemos un par de siluetas sospechosas cuando nos acercamos a la ciudad. No sé si serán ellos. Sean o no, nos ignoran. 

Ha pasado otra semana. Me siento un poco nervioso. Un poco extraño. Hoy tengo que intentar dejar embarazada a Guo Xua.

Como siempre, vendo leche y compro carne. A Lin Tao se la ve un poco irritada. Su ama me mira más de lo normal. Se la ve también nerviosa.

Luego espero fuera a que cierren. Hoy sí que sale Lin Tao. Mira un par de veces atrás. Hacia la tienda. No parece de buen humor.

–Has venido…– me recibe con dulzura Guo Xua.

–¿Cómo no iba a hacerlo?– le pregunto, besándola.

Está más nerviosa que yo. Es me tranquiliza un poco. Resulta extraño. Verla indecisa. Sin saber muy bien qué hacer. Yo tampoco. Así que la cojo en brazos.

–¡Iiiiihh! ¡Tonto!– se queja, aunque me abraza cariñosamente.

No quiero pensar mucho en ello. Así que simplemente la llevo hasta la cama. La acaricio. La desnudo. Aunque me detengo a mitad. No puedo evitar sentirme irritado.

–¿Qué ha pasado?– la interrogo.

Ella sonríe dulcemente. Quizás también traviesa.

–Nada. Me lo hice yo. Para que ese estúpido creyera que me había pegado. Lo más desagradable fue hacerle eyacular con la mano mientras dormía. Se lo ha creído. Incluso me ha regalado unas joyas como disculpas– explica medio riendo.

–¿Se sentía culpable?– me extraño.

No coincide con lo que había dicho de él.

–¡Qué va! Lo que pasa es que las demás concubinas aún están irritables. Enfadadas con él por haber favorecido a la otra en el pasado. Incluso quiso defenderla después de todo lo que hizo. Tenía miedo que les dijera que me había pegado y violado. Quería comprar mi silencio– se burla ella.

–Muy astuto por tu parte– le digo seductoramente.

No le dejo responder. Sello sus labios. La desvisto poco a poco. Incluso paso qi por un par de moratones. Se ha esforzado en su actuación. Le ha debido doler.

–¿Quieres algo especial?– le pregunto.

–Solo a ti– me responde, seductora.

Así que la vuelvo a besar. La acaricio suavemente. De su mejilla a sus piernas. Entreteniéndome en sus pechos un buen rato. Sin dejar de besarla. Con mi miembro frotando su entrada.

Me mira con pasión. Con expectación. Mientras se recupera de su primer orgasmo. Mientras me la quedo también mirando. Mientras acaricio su cabello morado. Totalmente extendido sobre la cama. Se lo ha soltado antes. Se muerde el labio seductora.

–Hazme tuya del todo– me susurra apasionadamente –. ¡Mmm! ¡¡AAAaaaaahhh!!

Gime cuando la penetro. La vuelvo a besar. Sin dejar de moverme despacio. Noto sus pezones erectos pinchándome delicadamente. Mi cuerpo apoyado en sus mullidos senos. Su lengua enroscada en la mía.

Mientras disfruto de su interior, compruebo que está casi curada del veneno. Limpio los últimos restos. Y aprovecho para abrir un poco sus meridianos. No sería extraño que fuera un efecto lateral del veneno. O de la cura.

Puedo sentir un leve qi en su útero. Preparado para ser fertilizado. Pero tampoco hay que darse prisa. Hay tiempo para disfrutar del momento. De su cuerpo. De su pasión. De como me aprieta cuando se corre.

–Lo siento– se disculpa entre risas.

Me ha mordido la lengua. Culpa mía por estar entretenido. Es peligroso tenerla dentro de su boca cuando se corre.

–No es suficiente con sentirlo. Vas a tener que compensarme– la amenazo.

–Hazme lo que quieras– se somete seductora.

Así que acelero. Y acelera su respiración. Sus gemidos. Sus jadeos. Espero otro orgasmo antes de llenarla. De provocarle otro.

Me quedo dentro de ella. Besándola. Sin que oponga resistencia. Sintiendo los qis en su útero. Como mi esencia llega. Con más yang de lo normal. Eso debería provocar que fuera niño. Siento como entra en el yin. Como interactúan. Como el qi se transforma. Se combina. Empieza a fluctuar. Muy débilmente. ¿Se ha quedado embarazada?

Salgo de ella. Sin dejar de mirarla. Ella se pone la mano en el estómago. Me mira.

–Tendremos que hacerlo otra vez para asegurarnos– le digo, queriendo parecer serio.

–Si tú lo dices– acepta ella, queriendo parecer inocente. Se ríe. Me besa

–Lo intentaremos tantas veces como quieras– le aseguro.

Creo que ha funcionado. Pero no estoy seguro. No me importa repetirlo.

–Vale– asiente ella dulcemente –. Oye, exactamente, ¿qué le has hecho a Lin Tao?

La miro extrañado. No sé qué quiere decir.

–Tú estabas la última vez… ¿Qué ha pasado?

–Ha estado malhumorada desde que le he dicho que hoy se iba a casa. Parece que más que un castigo, para ella es un premio que abuses de ella– responde, no sé si contrariada o divertida.

–¿Será que es tan pervertida como su ama? ¡Ay!– me quejo.

Me ha pellizcado. Me saca la lengua. Se pone sobre mí. Mirándome.

–Sabes. Me cuesta seguir enfadada con ella. Se portó mal y me decepcionó mucho, pero también es una víctima. Ha llorado mucho. ¿Te puedo compartir con ella un poco más?– me pide.

Cómo negarme a esa mirada suplicante. Y a follarme a una bonita asistenta.

–Siempre y cuando tú no te escapes– acepto.

Ella sonríe. Se incorpora. Se sienta sobre mi entrepierna. Frota mi miembro contra su entrepierna. Mirándome lasciva.

–¿Qué estás haciendo?– intento hacer ver que estoy escandalizado.

–Has dicho que teníamos que asegurarnos…– responde sensualmente –¡Aaaaah!

Se ha levantado ligeramente y me ha introducido dentro de ella. Luego se mueve despacio. Inclinándose para besarme a ratos. Abrazados. A veces se queda a media distancia, tentándome. Dejándome jugar con sus pechos. Si no, acaricio sus piernas. Sus caderas. Dejando una sutil estela de qi al paso de mis dedos.

Otras veces está alzada. Dejándome contemplar su sensual y madura figura. Sus pechos vibrando despacio. Sugerentes. Prometedores. Su vagina mojada. Apretándome. Dándome placer.

La dejo dominarme. Mimarme. Con sus manos sobre mi pecho. Moviéndolas lujuriosamente. Llegando a mi rostro cuando se acerca. Para besarme otra vez. Para unir nuestros labios y lenguas.

Lo hace lento. Por una vez, sin prisa. Disfrutándome despacio. Disfrutándola yo a ella.

Cuando la vuelvo a llenar, se queda sobre mí. Abrazada. Agotada. Satisfecha.

No me voy hasta que está profundamente dormida. Me duele un poco dejarla. Pero no puedo quedarme. Podría ser arriesgado para ella. Quizás para mí.

La tapo con cuidado. La beso suavemente en los labios. Está adorable cuando duermen. Todas lo están. A veces, me quedo un buen rato mirándolas. A veces, las pillo mirándome por la mañana.

–Hasta la semana que viene– susurro. Quizás pueda oírme en sus sueños.