``` El día de su boda con su amor de la infancia, Natalie Ford recibió un regalo inesperado: un certificado de matrimonio. Declaraba que ya estaba casada con un completo extraño—Aiden Handrix. Mientras los invitados a la boda seguían burlándose e insultándola, su amante Ivan decidió abandonarla, optando por casarse con su media hermana Briena en su lugar. Para colmo de males, fue expulsada de su casa. Para probar su inocencia, Natalie Ford solo podía tomar un camino: tenía que encontrar a este misterioso Aiden Handrix y descubrir la verdad. Al día siguiente, había noticias populares en la televisión. Justine Harper, la heredera de la familia más rica de Bayford, regresaba a casa. Los ojos de Natalie se estrecharon al mirar la pantalla de la televisión. —¿Por qué este hombre se parece exactamente al hombre de la foto en mi certificado de matrimonio? En la búsqueda de desentrañar el misterio detrás de su supuesto matrimonio, decidió seguirlo y preguntarle personalmente. —¿Estás casado? —preguntó Natalie. —No. —¿Tienes un hermano gemelo? —insistió. —No. —¿Por casualidad has oído el nombre Aiden Handrix? —su tono se endureció. —No. —Entonces, ¿quién demonios eres? —demandó saber. —Tu hermano. —Espera, ¿qué? —sus ojos se abrieron de par en par. —Sí. Ahora empaca tus cosas y ven a casa conmigo —dijo él. ¿Primero obtuvo un marido de la nada y ahora un hermano con la misma cara? ¿Estaba dios creando clones y ofreciéndoselos con diferentes relaciones? ```
El ceño del hombre se frunció, y dio un paso adelante.
—Es mi asunto cuando soy el dueño de este hotel —miró a Natalie por encima del hombro de John y pudo adivinar claramente qué le pasaba—. La conozco. Soy Steve Davis, su amigo, el prometido de Mia.
Aunque no se llevaba bien con Mia, Steve sintió que era la manera de asegurar a John.
Al escuchar el nombre de Mia, John se relajó un poco, aunque mantuvo la guardia alta.
—Ella no se siente bien, y agradecería que no interfirieras.
—John... —la débil y dolorida voz de Natalie lo alcanzó—. Rápido...
Steve se hizo a un lado de la puerta de su suite, gestualizando hacia ella.
—Llévala a mi suite. Esa está en mantenimiento.
John le lanzó una mirada cautelosa, debatiendo si confiar en él, pero no tenía elección. Pasó un brazo alrededor de Natalie para sostenerla mientras ella se apoyaba pesadamente en él, desesperada por cualquier consuelo, incluso si era John.
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