—Buenas tardes Artemis—me saluda con su ronca voz—Estas hermosa.
—Gracias—le digo de poco agrado mientras me siento frente a él. Se que hoy me veo bien. Cambié mis pantalones vaqueros por un vestido floral de Carolina Herrera; mis zapatos planos, por unos tacones y la cola de caballo fue sustituida por un desordenado moño en lo alto de mi cabeza.
—Después de tu abrupta salida de mi oficina ayer, no pensé tener noticias tuyas tan rápido. Veo que pensaste las cosas. Eso me satisface.
Su Maldita sonrisa arrogante vuelve a sus labios y quiero lanzarle el agua de la mesa a la cara y largarme.
—No te sientas tan importante Dorian. No estoy aquí por ti.
—Sin embargo, aquí estas... en mi compañía.
—Sabes por qué estoy aquí—comenté con un deje de fastidio en mi voz. Me molestaba que insinuara cosas que no eran. Estaba sentada en ese estupido restaurante, soportando su ególatra presencia, por una sola razón...mi familia.
—¿Lo se?
—No te hagas el gracioso.
—No me hago nada. Solo me pediste vernos, nunca dijiste el por qué.
¡Rayos!
—Eso es cierto, pero también es cierto que tienes una idea del por qué de esta reunión.
—Querida, soy un empresario, no un adivino e independientemente de que tengo una ligera sospecha, deseo que me saques de duda.
Casi puse los ojos en blanco por su idiotez.
—¿Cuáles son esas sospechas?—pregunté solo para alargar lo inevitable.
—Ah no, ni creas que te ayudaré. Tendrás que decirme.
Respire hondo. Me estaba cansando de este juego.
—Viendo que no existe otra opción y que tú estás dispuesto, he tomado la decisión de cumplir la cláusula—lo mejor era ser honesta— Me casaré contigo Dorian.
Pensé que al decir las palabras Dorian se reiría o al menos me diría algo sarcástico...pero no fue así, en cambio su expresión cambio y me miró serio y en silencio.