Rain se embarcó en un largo viaje, volando incansablemente durante varias horas hacia las distantes montañas que se alzaban en el horizonte. El camino estaba marcado por un paisaje desolado, salpicado de árboles sin vida y extensiones aparentemente interminables de hierba alta, un testimonio inquietante de las secuelas de alguna destrucción. A pesar de la urgencia por llegar a su destino, Rain dudó, analizando el paisaje en busca de cualquier señal familiar que pudiera confirmar su presencia en la Tierra. Sin embargo, a pesar de su vigilante observación, no encontró señales discernibles que pudieran establecer inequívocamente su ubicación.
«Esto podría ser un problema...», pensó Rain.
A medida que Rain se acercaba a las imponentes montañas en el horizonte, no podía deshacerse de una persistente sensación de inquietud. Aunque carecía de experiencia en geografía, algo sobre las montañas le parecía peculiar.
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