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Soy Bruno.

__Tenemos una fiesta hoy en casa de Pablo, ¿Te animas a ir?__me preguntaba mi amiga Tatiana en una llamada telefónica.

Era la frase que garantizaba otra noche en la que no sabría de mí, dos horas ¡Sí! dos horas aproximadamente duraba la fiesta para mí, lo que pasaba después, pareciera no estar en mi memoria, eran excesos que me invitaban a disfrutar la vida y ¿Era tan bueno que no podía recordarlo? Todo el dinero de mis padres me daban esas satisfacciones ilimitadas.

Soy Bruno Steinmetz y tener que elegir qué porquería meterme era mi única decisión importante del día, siendo hijo único, de todo lo demás se encargaban mis padres, Sarit y Bruno Steinmetz, pioneros en la investigación de la cura del cáncer, nada de paliativos, ellos se dedican a lo grande, toda mi familia inmigrantes Judíos tienen profesiones asociadas a las diferentes ramas de la medicina, predominan los psiquiatras, si me lo preguntan, están todos locos, hubo un tiempo que obsesionados con «mi salud emocional» me negaron una infancia, feliz, tranquila, normal como la de otros, entre terapias e internados pasé buena parte de mis días, mis padres viajaban a conferencias y especializaciones constantemente, se preparaban para «ser mejores doctores» mientras eran los peores padres, me crié solo, bueno no tan solo, con un hermano de mi papá que tenía casi mi edad, Aarón Steinmetz , pero fungía mas como un hermano mayor que como un tío, luego de unos días de internado, tareas y dictámenes, hacía mis fines de semana agradables, comida prohibida, televisión prohibida, no habían reglas en casa cuando estaba con él, tengo mil historias felices en mi mente, hablábamos de todo, creo hasta el día de hoy, que me enseñó de forma práctica más que mis propios padres, nos divertíamos, hasta que, lo encontré colgado en su cuarto, tenía 18 años y yo 15, esa imagen vive en mi como una foto en las paredes de mi mente, pensé que era feliz, aún tengo preguntas silenciadas con opio ¿Por qué fingía? Todos esos momentos con él, fueron felices para mi ¿No fue él feliz también? ¡No, lo fue! Se quitaba la vida casi delante de mí, eso me enojaba, yo te quería cabrón, no debiste hacer eso, me digo a mi mismo cuando lo recuerdo y es frecuente; entonces entendí que todos son infelices vayan a terapia o no, ya no quería ese camino tortuoso, donde alguien se inmiscuía en mi vida, en mis cosas y me sugestionaba a tomar decisiones que le convenían más a mis padres, o a otros, entendía que todos llevan una carga pesada disimulada con una sonrisa, decidí hacer lo mío, vivir a plenitud, si muero hoy (es mi lema) entonces vivamos pues, a todo lo que da.

No me limito cuando se trata de mujeres y drogas, son mi goce, todo a la vez, he estado a punto de morir, dos sobredosis, dos accidentes de tránsito, supongo que la tercera es la vencida, o eso dicen, me excita la irrefutable verdad que todos vamos a morir y es universal, no todos la asumen, así unos se cuiden al máximo impidiendo su disfrute pleno y van muriendo igual, porque se limitan en la vida, ¡Si! es un círculo enfermizo al que pertenece la mayoría, yo decidí que cuando llegue mi hora, ya esté satisfecho, porque hice todo cuanto quise, aunque... No puedo evitar mirar a mi mamá llorando, buscando «soluciones» con mis tíos y primos psicólogos de nuevo o como en el pasado con otros internados solo que éste sería para rehabilitar adictos, tengo años en esto y no está mal, vamos, hay niveles, yo tengo el control de lo que consumo, me gusta el estado al que llego, mi realidad adormecida, todas las sensaciones son agradables, ¿Por qué habría de cambiar eso? He dejado claro que no es lo que quiero, ella pretende que sea diferente mi vida, no pasa por tener un trabajo, o irme de su casa, ellos no tienen problemas en mantenerme y yo tampoco en ser mantenido, soy el único heredero, todo me pertenece igual, quieren que deje lo único que me hace feliz, no entienden que es mi camino individual, donde solo yo decido y me gusta éste concepto de vivir el momento, funciona, al menos para mí.

Voy casi a diario a fiestas, tengo amigos con los mismos intereses, tengo dinero para pagar el gusto y placer de todos ellos, siento que aquí pertenezco, gente que me espera y hacen lo imposible por ofrecerme lo que quiero y cuando lo quiero, me gusta eso, la inmediatez que me proporciona el poder del dinero, de eso hablo ¡Esto es vida!

Tatiana ya estaba lista, esperándome, a veces quiero manejar otras no, libertad de elegir le llamo, ese día quise hacerlo, saqué mi carro y fui por ella, ahí estaba linda como siempre, a veces tenemos sexo los dos o invitamos a sus amigas, nos conocemos desde niños, sus papás murieron cuando tenía 13, pareciera no tener más familia, pasó por varios internados por su actitud rebelde y desafiante, era expulsada constantemente, ya mayor de edad, ha estado sola, bueno nos acompañamos ¡Qué bien la pasamos! Me siento hombre con tantas mujeres a mi alcance, a algunas hay que pagarle, esas me gustan más, saber que todos tienen un precio y que puedo pagar se precio, más allá de eso entre Tatiana y yo, no hay compromiso, sólo diversión, llegamos al lugar, Pablo tiene una piscina donde suele hacer sus fiestas, su papá es juez, no tendríamos nunca un problema legal, su personal de seguridad se encarga de conseguir variedad de drogas que yo pago, alcohol, cocaína, heroína, cannabis (para principiantes) siempre hay gente nueva queriendo ser parte del equipo, no hay presión para todos hay, anfetaminas, GHB, si me lo preguntan, yo las prefiero a todas, son mis nenas, les pertenezco para siempre.

Las fiestas eran rutina, el sexo también, pero drogarme siempre será diferente cada vez, como a manera de ruleta rusa ¿Que pasará mañana? Despertar con algo de culpa que no demuestro a nadie para que no sientan que tienen la razón, algunas marcas en mi cuerpo que hablan de cosas que no recuerdo y fragmentos de recuerdos que parecen pesadillas, los juegos de mi mente me mantienen ausente a ratos, hasta que, decido hacerlo de nuevo y vivir, no me cansaré de vivir hasta que muera.

Parte de despertar era ver a mi papá decepcionado amenazándome con una intervención otra vez y a mamá en un mar de llantos, culpándose de todo, esa parte me agradaba, que llevaran un poco de lo que yo sentía, culpa por ser malos padres, porque ellos son responsables de mi presente, sus malas decisiones, elegir su carrera profesional, anteponerla conmigo, un solo hijo y ni para eso sirvieron, ser papás les quedó grande, me satisface un poco su sufrimiento, merecen tal castigo; escucharlos en silencio, responder monosílabo, pedir una sopa, prometer que será diferente la próxima vez (llegaré más temprano, no chocare otro auto, llamaré para avisar donde estoy) en el fondo los tres sabíamos que eran promesas vacías, a ellos les daba un cierre en el discurso, a mí me quitaba el reclamo de encima, ya era bastante con el dolor de cabeza, mientras tomaba mi sopa en la ventana de mi cuarto ya solo, no podía evitar pensar qué me había excedido un poco, debería controlarme la próxima vez, menos de esto o de aquello, trata de llegar más sobrio a casa, por lo menos que pueda recordar, algo dentro de mí me decía que lo que hacía no estaba del todo bien, culpa que inoculó mi familia durante años, es la manera de ejercer control sobre mí, pero lo silenciaba con más drogas al día siguiente, !Sí! Sé que mi discurso podía ser contradictorio, era parte de la transformación, voces que me indican «sé libre» y lidiar con la oposición, nunca demostraba lo segundo.

Tatiana y yo, teníamos con frecuencia fiestas íntimas, en un apartamento de mis padres a las afueras de la ciudad, porque compartíamos los mismos ritmos en el uso de sustancias, eso elevaba la amistad, complementado con sexo, alcohol, era la compañía perfecta, detener el tiempo un fin de semana, escapábamos de todos y nos refugiábamos en nosotros, en nuestras nenas (drogas) habían pasado cuatro días desde la última reunión con amigos, nos urgió encontrarnos nuevamente con las nenas alucinantes que nos daban tanto o más placer que el sexo, habían momentos en los que no sabíamos incluso si habíamos tenido sexo, era secundario, perdíamos la razón en medio de todo y al despertar la habitación hablaba más que nuestros recuerdos de lo que había ocurrido, vomitar era constante, tener diarrea parecía una consecuencia más, dolor de cabeza, fatiga, cosas con las que había que lidiar, todo tiene un precio, como siempre tocaba recoger algunas cosas, llamar a una chica para la limpieza y emprender nuestro viaje de regreso a la realidad, a la familia y sus reclamos.

No sé en qué momento del camino mientras conducía a casa me quedé dormido, desperté con un fuerte golpe, dolor en todo mi cuerpo, humo, sangre en mis manos y voces desesperadas con instrucciones a los presentes, no podía moverme, era limitada mi visión, apenas las luces de aquella ambulancia del otro lado de la calle, algunos curiosos con teléfono en mano, mientras me sacaban de unos escombros que presionaban limitando mi cuerpo, mis movimientos, tantas herramientas grandes fueron necesarias para eso, a través de los lentes de alguien que me ayudaba, vi mi rostro, tantas heridas abiertas, no parecía yo, lo dudé por segundos, podía reconocer el parabrisas hecho añicos a poca distancia, mi carro amarillo era casi todo gris ahora, como que siendo de papel y alguien lo empuñaba con una sola mano, dolor e impresión a los mismos niveles, no articulaba palabras mientras preguntaban mi nombre una y otra vez, era procesar todo en poco tiempo, una pausa que me impidió pensar en Tatiana, veía tratando de comprender, hasta que la encontré a pocos metros, alguien intentaba salvarla, reanimarla con masajes en el pecho, llena de sangre, su cabeza deforme, con ojos abiertos, estando sin estar, como elevada, para nunca más regresar, retiraban aquella ayuda que buscaba traerla de regreso, traer a quien ya no estaba, mientras la metían y cerraban una bolsa para cadáveres, fue amarga la verdad, lloré sin lágrimas, desde alma, no tenía fuerzas para ir hasta ella, solo pude sujetar de la camisa a quien tenía en frente con mi mano ensangrentada y gritarle.

__¡Tianaaa!__exclamé desde el alma.

Y el llanto nació, incesante, doloroso, sollozante, quería morir con ella, mi amiga, mi hermana de notas, de nuevo perdía a quien amaba de forma violenta y ésta vez era mi culpa.

Me trasladaban a emergencias, más de una cirugía para salvar mis piernas, transfusiones, fracturas, una recuperación lenta y dolorosa, una cicatriz se quedó conmigo, mi hombro derecho, servía para mis padres, en todo caso para dejar de drogarme por ocho semanas, reinaban los silencios, en casa nadie hablaba de Tatiana, entre el dolor y la vergüenza era difícil decir su nombre, podía llorar, extrañarla, sentir mi responsabilidad directa y nada de eso podía devolvérmela.

Mis padres iniciaban el proceso de sugerir psicólogos, psiquiatras y no sé cuántos especialistas y centros de rehabilitación llenos de profesionales hasta de la limpieza, a lo que me negué rotundamente de nuevo, ya era rutina, pasaba casi que dos veces por año, mi negativa con "los expertos en salud emocional" no cambiaría por nada ni nadie en el mundo.