—¿Qué sucedió? —preguntó la criada al ver que Vivian volvía.
—Me pareció ver a alguien a quien conozco. –respondió, girando para ver a la gente, pero quienquiera que fuera que la había ayudado, ya no estaba más allí. Levantó la bolsa y la elevó hasta su cintura, para luego seguir a la criada hacia el carruaje.
—En serio, me has asustado. Pensé que alguien te había robado. –Vivian le ofreció una sonrisa afligida. Llegaron a la mansión y, luego de colocar las bolsas en la alacena, la criada dijo: —Por cierto, esto cayó de tu vestido mientras corrías. –la criada le mostró la flor en su mano.
—Gracias. –Vivian la tomó, y las demás criadas que estaban allí no pudieron evitar preguntar.
—¿Quién te ha dado la flor? No me digas que has encontrado un pretendiente en el mercado.
—¿Piensas que nos dejarían salir a conseguir pretendientes?
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