Cuando me despierto, Evanora y Seraphina se han ido. Rick y yo desayunamos en silencio, con la tarea que se avecina pesando en nuestros corazones. De repente nos interrumpe Lydia y me doy cuenta de que tiene una mirada derrotada.
—Quería disculparme con ustedes por las acciones de mi hijo —dice en voz baja.
Siento una oleada de simpatía por ella. Independientemente de cómo me haya tratado en el pasado, es una madre que ha perdido el contacto con su único hijo e imagino que está sufriendo mucho.
—No es necesario, Lydia. Tú no has tenido nada que ver —digo amablemente.
—Nunca le he animado a manipular, Raven, pero siempre le he animado a ser poderoso y fuerte y a tomar lo que quiere. Pasé demasiado tiempo mimándolo y no lo suficiente enseñándole a ganarse su camino en el mundo y a ser honorable. Es lo que más lamento —responde.
Es evidente que le cuesta mucho expresar sus palabras, así que me levanto y le pongo una mano en el hombro para reconfortarla.
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