webnovel

Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · สมจริง
Not enough ratings
194 Chs

40

                   Juliana

—¿Realmente crees que ellos están saliendo? — preguntó Allan.

—No lo sé, pero puede que le guste. ¿Qué tipo de persona se le queda mirando en todo momento a la otra y sin disimular? Cuando uno se enamora, se vuelve tonto.

—Es cierto, pude verlo mirándola y no disimulaba; aunque es difícil comprender lo que piensa.

—Mi hermano es inexperto en ese tipo de asuntos, es por eso que quise ayudarlo de alguna manera; quizás ese empujoncito sirva de algo. No esperaba que trajera a una chica a la casa, suele estar solo. Quisiera que encuentre a una chica que esté ahí para él; luego de esa vida miserable que tuvo, merece encontrar a alguien.

—¿No crees que estará difícil para alguien como él eso? Digo, es un hombre muy serio, más frio que mi vecina, calculador, en fin, es un asesino. ¿Crees que una mujer pueda vivir con alguien así? Cualquiera que sepa su pasado, se asustaría. Ese hombre da miedo, se le nota que ni yo mismo le caigo bien.

—No, él ya no está en ese negocio sucio.

—Pero es un asesino, Juliana. Las personas así, mentalmente son inestables y no creo que pueda sentir algo bonito por alguien. Están condenados a vivir solos. Esa chica es muy bonita y dulce, viéndola al lado de tu hermano, no son compatibles. En realidad, no puedo imaginarlos juntos.

—Yo sí, hasta me los imaginé en la cama. ¿Eso es ser demasiado pervertida?

—No estés hablando esos temas frente a mi, ya sabes como me pongo. Será mejor que me vaya, porque si tu querido esposo me ve aquí a solas contigo, se va a morir de celos y querrá cortarme los huevos.

—Mi esposo siempre es muy sádico. Como extraño a ese virgencito, supongo que tendré que aguantarme hasta que llegue.

                  John

Una semana después

Compré una casa por el campo hace tres días, estuvimos quedándonos en el Hotel mientras tanto. La casa era muy cómoda y el terreno vacío nos servirá para el entrenamiento. Aquí vamos a poder disparar y nadie nos escuchará. Entre más lejos estemos, mejor. Por otro lado, quería asegurarme de que Daisy se recuperara de su brazo. Ya no mostraba quejas, así que supuse que estaba preparada para el entrenamiento. Me enviaron el equipo que les pedí y los uniformes que necesitaba. Hoy me levanté a las 4:30 AM, y acordamos en que ella se levantaría a esa hora; le puse un despertador y todo, pero la muy descarada aún no había despertado. Le toqué la puerta varias veces y no abrió, no tuve de otra que entrar. Aún estaba acostada en la cama, boca abajo con medio trasero fuera y una pierna flexionada.

—¿Qué estás esperando para despertarte?— grité, dándole una patada a la cama, ella se movió un poco y aún con los ojos cerrados habló:

—Que ruidoso. ¿Eras militar o algo así?

—Cállate, y levanté el trasero de la cama.

—Un ratito más.  

—Eso te lo acepto en el sexo, pero ahora no. Muévete, vaga.

—No sabía que el despertador respondía mis quejas, que voz tan fastidiosa como para escucharla tan temprano.

—¿Qué dijiste?

—No dije nada, despertador — aún con los ojos cerrados, extendió su brazo al despertador y lo presionó.

—¿Estás jugando conmigo, mocosa?

—¡Ay, ya apágate! ¡Me desesperas!— protestó.

Agarré el matress y lo jalé, haciendo que ella cayera al suelo.

—¡Ay! ¡Que forma de despertar a alguien! Pude haber roto el piso y caído abajo.

—Dudo mucho que del piso pases. Levántate, y alístate— le grité, a lo que ella abrió los ojos, y al verme, se levantó rápidamente del suelo.

—Lo siento, no sabía que estabas ahí.

—¿Ahora es que te das cuenta, loca? Tienes 5 minutos para que hagas todo y salgas. Si no sales, vendré por ti con una sierra— salí del cuarto tirando la puerta. Esta mujer sí que me irrita de una forma, que jamás me había pasado.

Me fui a esperarla al área de entrenamiento y mirando el reloj, faltaban 15 segundos para que dieran los 5 minutos, y fue cuando la vi correr hacia mí. Es la primera vez que tengo que entrenar a una chica, solo sé tratar con hombres, así que como eso la voy a tratar.

—No te ves mal, ahora pareces gente.

—Yo imaginé que escucharía de ti que parecía un tanque.

—También, date la vuelta.

—¿Ya vas con tu obsesión con mi trasero?

—Sí, date la vuelta — suspiró, y se dio una vuelta.

—Eso está muy grande, mejor dicho, ajustado.

—Podrías dejar de describir lo que ves, tu sinceridad me incomoda.

—Digo lo que veo.

—¿Eras militar o qué?

—No, pero vas a entrenar como si lo fueras. Así me enseñaron, y quiero que tengas claro que no tendré lástima contigo.

—¿Lastima? ¿Y tú conoces el significado de eso? No lo sabía, que buen dato.

—Te enseñaré mis ejercicio de rutina, y harás todo lo que te diga.

—¿Por eso tienes ese abdomen tan formado?

—Concéntrate, mocosa precoz.

—Si me concentro en eso, es imposible concentrarme en lo que me dices— cerré los botones del uniforme para que dejara de estar mirándome.

—Ahora seriedad.

—No quiero envejecer tan pronto, hombre.

—¡Esto no es un circo! Si tanto te gusta hacer de payasa, hazlo en otro momento.

—Es por eso que estás envejeciendo muy rápido. Eres muy amargado, te hace falta un poco de sentido del humor.

—Vas a correr alrededor de la casa por 15 minutos. ¡Muévete!

—¿¡15 minutos!? ¿Quieres matarme?

—Este es el momento de ser el payaso. Muévete, ¿Qué esperas?

—Algún día te cobraré esto, idiota— me sacó la lengua y se fue a correr. Esto será más complicado de lo que pensé que sería.

Luego de terminar los 15 minutos, le mostré los ejercicios de rutina que siempre hago. Ella los hizo sin problema, al menos parecía que aprendió la lección.

—Ahora quiero que me muestres como te defenderías en una situación difícil.

—¿Y cómo voy a saberlo?

—Bueno, ya que sigues de payasa, ¿Qué tal si buscas golpearme, o debería hacerlo yo primero?

—Conociéndote, serías capaz.

—Ya habíamos hablado de esto. Si no me golpeas, o al menos lo tratas, yo no dudaré en hacerlo.

—Lo sé, me detestas mucho, pero ¿no es demasiado querer golpear a una inofensiva y frágil mujer?

—No, ¿Crees que mis enemigos van a contenerse porque eres una mujer? ¿Qué crees que te harían?

—No lo sé, tú dime. 

—Abusarían de ti hasta el cansancio, te golpearían, te descuartizarían lentamente y hasta te quemarían. Hay personas que disfrutan matando a sus enemigos lentamente, los torturan hasta que ellos mismos desean morirse.

—Parece que conoces mucho del tema. ¿Te identificas? Deben odiarte mucho esos enemigos.

—Más de lo que crees, es por eso que necesito que aprendas estas cosas simples, para que evites que te suceda algo así. Contigo podrían hacer un festín, y darle de comer a los perros como por una semana.

—Supongo que después de muerta es cuando único podría ser útil.

—Deja las tonterías, yo no dejaré que eso pase, tenemos un trato, ¿O ya lo olvidaste?

—¿Comenzamos, Travolta?

—Sí, golpéame.

—Eres un masoquista— tiró un suave puño a mi pecho.

—¿Así piensas golpear a alguien que quiere matarte?

—No, lo hice para saber cuán duro es tu pecho. Por lo que veo así de fuerte es ese caparazón que tienes.

—¿Eso qué significa?

—Nada— sonrió, y me quiso dar una patada, pero fue muy lenta y le agarré la pierna en el aire.

—Muy lenta, niña.

—¿Cómo se supone que pueda golpearte, si ya sabes lo que voy hacer?

—Sorpréndeme— me tiró un suave puño a la cara, pero le aguanté el puño antes de que pudiera hacerlo. Tenía intención de torcerle el brazo como me hacían, pero no debo hacerlo; al menos, no tan pronto. Le tiré un puño suave a la cara, pero no con la intención de pegarle realmente, pensaba que ella lo iba a esquivar, pero no lo hizo. Daisy retrocedió y se tapó la cara—. ¿Te dolió, mocosa? — aún con la mano en la cara me miró.

—Preguntaste qué haría si me encontraba en una situación así, y ya tengo la solución.

—Muero por escucharla— sacó la mano de su cara, y vi una gota de sangre bajar por su nariz. No creo haberle dado tan duro para eso, aún así ella sonrió y salió corriendo.

¿Qué demonios está haciendo esta loca? Decidí seguirle el juego y fui a buscarla, se fue detrás de la casa, y según ella, se escondió; la veía completamente agachada en una esquina. ¿Cree que realmente no la veo? Me acerqué y le agarré el pelo, cuando de pronto me percaté que había subido el brazo con un pedazo de madera. Logró darme un suave golpe en el brazo, lo que me hizo soltarle el pelo. Por haberla subestimado es que me pasó eso. ¿Cómo mierda no me di cuenta de que tenía eso en la mano?

—¿De dónde sacaste eso, mocosa?

—¿No dijiste que te sorprenda?

—¿Así que quieres jugar sucio conmigo?

—Estamos a mano, abusador— sonrió, y saqué mi cuchillo para dárselo.

—Úsalo.

—¿Qué? Yo no usaré eso contigo.

—Bueno, pues yo lo uso—traté de quitárselo, y retrocedió.

—Yo no quiero hacerte daño, John.

—No le tengas lástima a tu rival, yo no lo pensaré dos veces para usarla contigo— la agarró con las dos manos, y trató apuñalarme directo.

—¿Eso es todo lo que tienes? —agarré sus dos manos, y acerqué el cuchillo a su cuello—. Puedo matarte si quiero.

—¿Qué esperas? ¿Te está costando hacerlo, o es que algo te detiene? — sonrió, y giró su rostro a un lado, luego se movió hacia el mismo lado, aún con el cuchillo en su cuello. Ella está muy loca, se está confiando demasiado de mi.

—Parece como si estuvieras queriendo bailar tango conmigo, ¿Podrías tomar las cosas en serio, ridícula?—al detenerse, me di cuenta de sus intenciones. Puede que no sea tan loca que digamos.

Antes que pudiera soltar el cuchillo para hacer la movida, le aguanté firmemente la mano y le di una patada a su pierna; quería hacerla caer, pero esa mujer tiene las piernas duras. No solo tiene un trasero de Cherry, también tiene piernas de gladiador. Creo que estoy viendo ventajas en entrenarla. No quería soltar el cuchillo, así que opté por agarrarle un seno, y ella solita lo tiró, mientras retrocedía.

—¿Qué demonios estás haciendo, depravado? Esto no creo que sea parte del entrenamiento.

—Todo se vale, mientras que sea para obtener algo a cambio.

—Te estás aprovechando.

—¿Y por qué no hacerlo? ¿Por qué te avergüenza tanto que te agarren los senos? ¿Acaso te calientas solo con eso?

—Contigo jamás me pondría así, solo eres un simple inútil— me empujó, y frunció el ceño.

—Aún tienes esa boquita muy suelta. ¿Qué debería hacer contigo? — le agarré la mano para acercarla a mí, pero metió su rodilla para darme en los huevos.

—¿Cómo es que no te dolió? — preguntó mirando esa parte.

—Ya está acostumbrado a que lo traten mal, creo que deberías intentar reconciliarte con él, luego de haberlo tratado tan mal, ¿No crees?

—¿Acaso te lo hiciste de hierro, o es que tienes protectores?

—No, está duro así por ti.

—Deja de decir ese tipo de cosas tan despreocupadamente.

—¿No me digas que te da vergüenza?

—Esto ya se salió del entrenamiento.

—Así se pondrán mis cerdos enemigos también, si logran llevarte con ellos.

—¿Te estás llamando cerdo?

—Sí, no sabía que entrenar con una mujer sería tan excitante, pero veo que sí lo es.

—Quiero que terminemos.

—¿Ya no te estás divirtiendo?

—Me siento ultrajada. Siento que lo que va atravesarme en cualquier momento, no será ese cuchillo que tienes en la mano. Eres un pervertido de la peor clase, ¿Cómo te puede excitar este tipo de cosas? Estás enfermo.

—Es la costumbre— debería acabar con estas malditas ganas de una vez, no puedo seguir con esto. Estoy arriesgando todo por andar de calenturiento. ¿A dónde mierda se fueron tus reglas, John? La falta de sexo te está afectando, y jamás había sido más fuerte que tú—. Esta noche vamos a viajar. Demos por terminado todo por hoy. Tan pronto regresemos, seguiremos con el entrenamiento. Ahora vete.

—Esta bien.

Creo que me iré de vuelta a mi lugar, aunque a Juliana no le guste. No puedo aguantar un segundo más aquí. ¿Por qué de todas las perras, precisamente con esa loca siento estas ganas? Supongo que el estar todo el día con ella, es lo que está causando esto; es por eso que debo acabar con esta situación y crear una distancia entre los dos; al menos mientras se me pasa.