[Ubicación: Seno sureste de la ciudad Campo Grande, Brasil, Septiembre 24 del 2010]
*Tintineo, tintineo.*
El metal golpeaba con cada movimiento de la mochila en mi espalda, mis hombros ardían por el esfuerzo y peso constante que no podía sacudirme. 'Relájate hombre…', tomando una bocanada de aire, cuadré los hombros y el sonido cesó, aunque la sensación de la carga seguía presente. "¡Con permiso!", grité y maniobré entre los peatones, esquivando vehículos que aceleraban por la vía suburbana hasta que súbitamente frené en la luz roja de un semáforo.
—Av. Rita Vieira de Andrade —leí el señalamiento al ras de la intersección.
El calor sofocante del sol de media mañana apenas me afectaba; acostumbrado a la constante humedad que abrazaba la ciudad. Hice memoria y pedalee más rápido, trazando una ruta a la par que volvía al asfalto pedregoso. A medida que dejaba atrás los rascacielos y edificios comerciales, el paisaje metropolitano se desvaneció, sustituido por un entorno más rural: sin contaminación acústica, casas dispersas por amplia flora densa, aire fresco y caminos de tierra que llegaban hasta el horizonte.
Era este tipo de tranquilidad la que necesitaba en última instancia, aunque ese mismo aislamiento me volvió a mí, el portador del Omnitrix, en un ermitaño mayoritariamente ajeno del mundo exterior.
"Julio, estoy a punto de ingresar. Levanta las medidas de seguridad, por favor", tocando mi oído derecho, la ligera distorsión de la luz reveló el auricular monocromático negro en mi oreja, algo que ya casi había olvidado que llevaba puesto.
"Enseguida, Alex", respondió una voz juvenil y precisa con un marcado acento portugués desde el otro lado del dispositivo.
"Gracias Julio", reconocí los esfuerzos de la otra parte en lo que entraba por la maleza exuberante, oculto para ojos casuales. Con un último vistazo a los alrededores, los sensores de movimiento circundantes hicieron *Bip* una vez los sobrepase, reactivandose en lo que se desvelaba la obra abandonada que había convertido en mi base temporal, las paredes, desgastadas y cubiertas de hiedra, hablaban de un pasado olvidado, pero dentro había un extraño sentido de orden. Pese al caos superficial, había creado un espacio habitable en lo más profundo de lo que debió ser una casa de un solo piso dedicada al campo.
Después de estacionar mi bicicleta en su lugar designado, me acerqué a la única puerta altisonante instalada en toda la construcción, hecha de materiales de otro mundo, era una barrera reforzada del más alto nivel.
La madera, producto de los vástagos cosechados por Fuego Pantanoso, en última instancia, era un 266% más duradero y resistente que el acero inoxidable producido en masa, cálculo el cual fue hecho y respaldado por Materia Gris.
De todas formas me detuve frente al robusto portón que sobresalía como una pieza fantástica en el paisaje descuidado.
Deslicé mis dedos e ingresé el código de seguridad en el cerrojo electrónico construido de último minuto, y con un suave *clic*, el cerrojo había cedido, abriendo la entrada con un leve chirrido de las placas de metal raspando el suelo, revelando el interior de mi refugio de donde la luz se filtró entre las grietas del techo, iluminando las paredes tapizadas con pantallas de múltiples aparatos cotidianos que cubrían casi todos los rincones. El olor sofocante únicamente era superado por el aroma del café y bebidas energéticas desperdigadas por el cuarto.
Algunos televisores grandes zumbaron en lo que mostraban planos del portal en construcción, otros más pequeños pertenecientes a computadoras, celulares o juguetes revelaban gráficos de simulaciones, sin embargo, la gran mayoría eran ocupados por cálculos y ecuaciones computacionales complejos más allá del nivel normativo convencional, hazaña simple para una especie llena de polímatas como Galvan.
"Bienvenido de nuevo, Alex", emergió la voz de Julio de ningún lugar en especial de la habitación utilizando los altavoces que recientemente había instalado para su uso en particular. Construido en un arranque de ingenio y desesperación tras haber utilizado una de tantas veces la transformación de Materia Gris, su presencia virtual era agradable y hacía más llevadera el malestar que me carcomía como "trotamundos" en este caos metafísico: "Hola Julio ¿Tienes algo nuevo para mí?". Respondí con menos entusiasmo del que pretendía por culpa de varios pensamientos intrusivos. Entonces, forzando una media sonrisa me obligue a desempacar la chatarra que había recolectado el día de hoy en la mesa principal donde el prototipo incompleto del portal descansaba, distrayendo en parte mi mente con el trabajo.
"Nada que requiera atención inmediata", hizo eco Julio, apropiándose de la pantalla enfrente mío: "¡¡¡Jesús!!!". Salté del sofá cama en el que me estaba por acostar, extraño a la repentina aparición del estilizado rostro masculino proyectado en el teléfono.
"Increíble… acabas de-", fui interrumpido por el vivaz rostro tranquilo en la pantalla. "¿Crear un avatar? Si ¿Sorprendido?", pareció orgullosa la IA mientras un cuerpo completo junto con ropas clásicas/casuales se entretejían debajo de él: "Bueno ¿Tal vez…? Es solo que constantemente olvido el hecho de que eres alguien que cuenta con una súper computadora a su entera disposición como cerebro". Me dejé caer en el sofá y le lancé una mirada a los nuevos "ojos" de Julio, aclarando ese último punto al cambiar la vista hacia la quimera de máquina que reposaba en una esquina del cuarto, debajo del desgastado estante adueñado por libros y revistas.
Julio me devolvió la mirada con una expresión que, si fuera humano, podría haber interpretado como una mezcla de suficiencia y satisfacción. En la pantalla, su avatar proyectaba una leve sonrisa.
"Ya que lo mencionas, tal vez sea un buen momento para informarte sobre las ganancias más recientes", anunció con calma, como si ya hubiera previsto mi reacción. Fruncí el ceño, desconcertado por su comentario. Sabía que Julio, fuera de su recién descubierto carácter grandilocuente, no decía nada sin una razón específica, pero esta vez no lograba ver hacia dónde iba.
"¿Ganancias? ¿Trabajaste en alguno de nuestros códigos sin terminar?", pregunté, masajeandome la nuca mientras intentaba recordar qué trabajos pendientes habíamos dejado. Julio, con una animación teatral, inclinó ligeramente la cabeza con una expresión de aparente satisfacción.
"Digamos que optimicé varios algoritmos de búsqueda y automatización, lo que concluyó con tres encargos esta semana", dijo con tranquilidad.
Parpadeé un par de veces, procesando sus palabras. '¿Tres programas?', el peso del cansancio que había sentido hasta entonces comenzó a disiparse, reemplazado por un leve toque de asombro. Me enderecé en el sofá, notando cómo la fatiga se desvanecía al menos por un momento: "¿Cuándo tuviste tiempo para eso?". Solté, mientras me pasaba una mano por el pelo desordenado, sintiendo su textura grasosa y recordando que necesitaba una ducha urgente. La idea de enfrentarme a otra ducha improvisada a jicarazos no me entusiasmaba.
"Entre tus rondas de patrullaje nocturno por la ciudad y las reparaciones del portal. Una labor que cumplía en segundo plano", respondió sin inmutarse, mientras en las pantallas se explayaban varias páginas con detalles de cada comisión bajo órdenes de Julio. "Uno es un sitio web para una pequeña tienda en São Paulo, otro es una aplicación básica de gestión de inventario para un empresario en Río, y el último, un blog interactivo para un aspirante a celebridad de internet en Belo Horizonte. El pago ya está en camino", añadió con eficiencia, las pestañas minimizándose sin más.
Me froté los ojos, soltando una risa cansada que se mezclaba con el ruido de fondo de los dispositivos. En ese instante, incluso el agotamiento mental se sentía más llevadero.
"Ja… ni siquiera me di cuenta. Eso… olvídalo. Gracias, Julio", dije con sinceridad, aunque el eco de pensamientos intrusivos rondaba en mi cabeza, parte del agravio se disipó por una gratitud que no recordaba sentir desde hacía tiempo.
Julio, siempre preciso, no dejó escapar un detalle: "Mi T.C. (tomografía computarizada) y otros sensores indican una mayor secreción de dopamina y oxitocina en tu cerebro, junto a una clara disminución de cortisol y adrenalina. Estos son los mejores resultados registrados hasta ahora". Diagnosticó con esa eficiencia clínica.
Sonreí, a sabiendas de lo que significaban tales síntomas. "No te falta razón…", admití, extendiendo los brazos por el sofá mientras me hundía en la superficie acolchada, saboreando por un momento la calma inusual que esas palabras traían consigo.
Después de unos segundos de silencio, pregunté casi por inercia: "¿Y cuánto juntamos esta vez?". Jugueteé con algunas herramientas en la mesa, objetos demasiado "únicos" para ser 100% seguros en manos de alguien sin una formación en ingeniería. "Mil trescientos noventa y dos reales, menos las comisiones de las plataformas", respondió Julio con eficiencia, abriendo una ventana con los detalles de la cuenta bancaria que habíamos configurado "extraoficialmente" en esta realidad con ayuda de un pequeño amigo gris recurrente.
"Vaya… eso… debería cubrir parte de la siguiente ronda de materiales", reflexioné en voz alta, dejando escapar un suspiro aliviado. "Y un par de cafés extra", Julio alzó una ceja metafórica en su avatar, yo no pude evitar reírme, aceptando la culpa detrás de la sátira.
"Perfecto. Pero no te malacostumbres. Aún quiero involucrarme en los proyectos, ¿eh? ", advertí mientras desplegaba los planos e instrucciones detalladas del portal que todavía estaba por ensamblar: "Por supuesto". Respondió Julio sin titubear, la conversación se desvaneció en el murmullo constante de los dispositivos trabajando alrededor. Por ahora, lo único que restaba era ponerse manos a la obra, pero en ese momento, vivir entre cables, cálculos y algoritmos no se sintió tan abrumador como en otras ocasiones. Sabiendo que momentos así eran raros en este enredo, me permití disfrutar de ellos aunque sea por unas pocas horas.
—
[Mientras tanto, otro par inusual de colegas llevaban sus actividades en medio de las calles de Campo Grande]
El ardor de mediodía caía implacable sobre la ciudad, haciendo que las calles y las fachadas de ladrillo rojizo irradiaran calor. El aire estaba saturado con los aromas del asfalto caliente y los puestos callejeros que vendían pasteles de mandioca y jugo de guaraná. La vida fluía a su ritmo: motociclistas zigzagueaban entre coches, los niños corrían por las plazas, y los vendedores ambulantes ofrecían frutas frescas a los transeúntes bajo toldos coloridos.
Arcee, en su forma de motocicleta deportiva azul, avanzaba entre el tráfico, su carrocería brillante bajo los rayos del sol. Encima de ella, un holograma humano proyectaba la imagen de una joven con casco completo y una chaqueta ligera. A ojos de los demás, era solo otra motociclista más, desplazándose con naturalidad entre los coches. El holograma ajustaba su postura al frenar y acelerar, logrando que la cobertura fuera perfecta.
Por otra parte, Cliffjumper se movía por calles más estrechas en su forma de Dodge Challenger rojo al otro lado de la urbe poblacional. A pesar de lo llamativa que era su figura, pasaba desapercibido entre los autos deportivos que los jóvenes adinerados solían exhibir en la ciudad. "Oye, ¿alguna vez pensaste que nos tocaría hacer trabajo de detectives?", la voz jovial de Cliffjumper resonó a través del canal.
"No me hagas reír. Esto se siente más como un castigo", respondió Arcee, su tono goteando irritación a lo que Cliffjumper se rió con suavidad, irritando aún más a la pequeña fembot.
"Vamos, admítelo. Prefieres esto a perder el tiempo deambulando por el desierto alrededor de la base con Bulkhead, o buscar Energon en Primus sabe donde", aseguró el Challenger conociendo a su amiga: "Lo que prefiero es terminar con esto lo antes posible". Arcee pasó junto a un taxi detenido, disimulando un escaneo rápido en busca de señales hostiles. Nada.
"¿Sigues molesta porque fui yo quien nos ofreció para esta misión?", preguntó Cliffjumper, divertido.
"Molesta no es la palabra. Frustrada, tal vez", Arcee frenó suavemente para dejar pasar a un grupo de ciclistas, escaneándolos por si acaso: "Llevamos un mes aquí y no hemos encontrado nada, Cliff. Siento que estamos cazando sombras". Cliffjumper tomó una curva cerrada por un callejón, las llantas chirriando en lo que escuchaba a la otra parte por el comunicador de la radio.
"¿Sabes? Escuché un rumor hoy", dijo finalmente el autobot masculino, su tono cambiando a uno más intrigado, mirando la vida urbana a su alrededor: amigos riendo a las puertas de bares, vendedores ambulantes discutiendo por clientes y niños persiguiéndose en las plazas. A veces era fácil olvidar que estaban en una misión.
Arcee desaceleró un poco, pero siguió hacia delante sin mayores complicaciones: "Te escucho". Le hizo saber a Cliffjumper entretanto se estacionaba en una zona menos habitada: "Dicen que hay alguien extraño por aquí. Un tipo que aparece de la nada, arregla cosas, ayuda a la gente, y luego desaparece sin dejar rastro ¿Tal vez un Decepticon?".
Arcee soltó un suspiro corto. "¿Un Decepticon ayudando a la humanidad? ¿En serio, Cliff? Eso es casi tan realista como Bulkhead intentando resolver problemas sin recurrir primero a la fuerza", razonó ella volviendo al tráfico de medio día. Cliffjumper rió por el comunicador, de ser posible, avergonzado: "Sí, lo admito, suena igual de improbable".
"¿Algo más sobre este posible vigilante?", preguntó Arcee mientras bordeaba un parque infantil.
"Ah, sí. La gente lo ve como una mezcla de héroe urbano y espíritu protector. Algunos hasta lo comparan con Curupira", Arcee frunció el ceño intentando recordar en su casi nulo conocimiento sobre la cultura humana, obviamente, infructuosa: "¿Ya sabes? Ese mito de la selva del que tanto hablan los humanos de por aquí". Agregó el autobot tardíamente, como si recién se diera cuenta del dilema que pasa su amiga: "¿Entonces la gente cree que no es humano?". Ella cuestionó.
"Exacto", por el tono de su voz, era fácil para la fembot reconocer la sonrisa suntuosa oculta por la carrocería del mismo Cliff. "Dicen que desaparece en un parpadeo, como si se esfumara entre la niebla. Otros juran que lo han visto reparar cosas imposibles con solo tocarlas".
"Eso no suena muy normal, espera, deja busco al respecto". Desacelerando en una intersección tranquila, Arcee simuló revisar el retrovisor con su holograma humano mientras abría una conexión segura a internet. Sus ópticas se enfocaron en artículos, blogs y publicaciones en foros locales que mencionaran actividades inusuales. El motor de búsqueda entregó resultados dispersos al principio: hilos de discusión sin relevancia y teorías descabelladas, sin embargo, al ajustar los parámetros, filtró información más coherente.
"Bien, esto es interesante", murmuró la fembot para sí, pasando los datos a su procesador principal a la par que compartía los resultados a Cliff: "Aquí hay algo sobre incendios extinguidos sin que el cuerpo de bomberos llegara a tiempo... en más de una ocasión".
Cliffjumper respondió con una ligera risa: "Vaya, no es mi especialidad, pero puedo pensar en uno o dos juegos de palabras".
Arcee ignoró su comentario, enfocándose en los detalles de un artículo en particular, entrecerrando sus ópticas involuntariamente. -Almacén de productos textiles en el barrio Amambaí estalla en llamas, histeria colectiva ve a una Langosta Gigante entre las llamas-, ostentó el título sensacionalista para llamar la atención, en este caso, de la autobot.
"También hay reportes de intervenciones en asaltos adjuntos a la página", añadió Arcee al seguir incursionando más a fondo. "En uno de tantos, una tienda de conveniencia estaba siendo robada. El delincuente fue neutralizado antes de que llegaran los oficiales. La víctima dice que un borrón apareció de la nada, lo desarmó y lo dejó atado con cables de una cámara de seguridad rota".
Esta vez Cliffjumper soltó una carcajada divertida: "¿Cableado de cámaras? Ese tipo tiene estilo", en su opinión, ya le agradaba este sujeto aun si no eran conocidos.
Arcee por su parte pasó al informe más reciente. -Accidente automovilístico cerca del parque municipal, herido aparece simultáneamente en hospital- El testimonio del involucrado citó -En un segundo estaba ahí, y de repente, lo único que sé es que aparecí aquí-
"Este último parece algo que salió de improvisto", comentó Arcee con seriedad. "Este último es de hoy. Si no supiera mejor, diría que tenemos a un Autobot suelto por aquí".
Cliffjumper respondió, su tono aún ligero: "Oye, tal vez lo sea ¿Sabes lo útil que sería con esa velocidad?".
"No lo sé y es por eso que Optimus nos mandó aquí", replicó Arcee, más para sí misma que para su compañero. Cerró la búsqueda y dejó que el tráfico siguiera fluyendo a su alrededor.
"¡Te escucho fuerte y claro!", emocionado, los motores de Cliffjumper ronronearon tan fuerte como no lo había hecho desde hacía tiempo: "¡Chatarra, SI! ¡Esto es lo que necesitaba! ¡Acción!". Aceleró de nuevo el Challenger, esta vez a fondo de su capacidad enfatizando su actitud hasta hacer rechinar sus neumáticos en el granulado asfalto, fundiéndose con el flujo de vehículos en la avenida. Arcee por su lado hizo lo mismo aunque con mayor moderación a la de su compañero rojo crimson, lista para reagruparse.