Año 2025, Terminando el Invierno. Frontera Salvaje de los Alpes Bávaros.
La fortaleza de Adrian, un lugar de inmortalidad, poder y jerarquía, permanecía firme en las nevadas montañas, mientras los días oscuros del invierno lentamente daban paso a un frío menos opresivo. El aire dentro de la fortaleza estaba cargado de una rutina bien establecida, y los habitantes, tanto humanos como vampiros, seguían sus tareas con disciplina.
La Jerarquía y las Generaciones
La estructura social dentro de la fortaleza se regía estrictamente por las generaciones de vampiros, donde la pureza de la sangre era la clave del poder y la posición. Desde Adrian, el vampiro más antiguo y poderoso, hasta las generaciones más recientes, todo estaba definido por este orden.
Adrian, junto a Clio y Lysandra, encabezaba la jerarquía. Si bien Adrian no buscaba expandir su territorio ni participar en los conflictos externos, su objetivo era mantener la paz y el control sobre los humanos y los vampiros dentro de sus dominios. Clio y Lysandra, ambas de la segunda generación, eran las más poderosas después de Adrian. Clio, con una belleza helénica digna de su tiempo en Atenas, vestía siempre de blanco, reflejando la elegancia de su origen. Lysandra, por otro lado, vestía con ropas ágiles y elegantes, siempre lista para el combate. Su poder y habilidad en la lucha las colocaban inmediatamente debajo de Adrian en la jerarquía.
Valeria, la Asistente Personal de Adrian
Valeria, convertida por Adrian en el 160 a.C., era un pilar de lealtad y devoción. Aunque tenía un estatus inferior en cuanto a poder en comparación con Clio y Lysandra, su posición como asistente personal de Adrian le otorgaba una autoridad silenciosa. Valeria, con su largo cabello ceniciento y su vestimenta elegante en tonos de negro y dorado, era el reflejo de una figura solemne y confiable. Su relación con Adrian, aunque profesional, estaba teñida de una lealtad inquebrantable, y siempre había en ella un deseo de acercarse a él emocionalmente, más allá del deber.
Las Guardianas y su Rol en la Fortaleza
Lysandra, como líder de las guardianas, mantenía el entrenamiento y la disciplina de las vampiras de tercera generación, quienes eran guerreras excepcionales. Estas guardianas, entrenadas durante siglos, vestían con armaduras ligeras y eficientes durante las misiones. Sin embargo, cuando no estaban de servicio, llevaban elegantes vestidos plateados, que resaltaban su nobleza y su estatus dentro de la fortaleza. Estas vampiras, poderosas y letales, seguían el ejemplo de Lysandra en la batalla y de Clio en la estrategia.
Fuera de sus misiones, las guardianas disfrutaban de una vida cómoda en la fortaleza, manteniendo siempre la preparación ante posibles amenazas. A pesar de su poder, no estaban por encima de las reglas y la jerarquía, y su lealtad a Adrian y a sus líderes era absoluta.
Las Vampiras de Cuarta y Quinta Generación
Las vampiras de cuarta generación eran nobles dentro de la estructura social de la fortaleza. Aunque seguían siendo sirvientas, su estatus elevado las diferenciaba del resto. Sus vestimentas eran elegantes, pero contenían tonos oscuros, como el plateado mezclado con negro, para reflejar su posición superior. Su labor principal consistía en servir a los vampiros más poderosos, asegurándose de que las reglas de la fortaleza se cumplieran.
Las vampiras de quinta generación también eran consideradas nobles, aunque con menos prestigio que las de cuarta. Eran respetadas, y aunque sus tareas eran más humildes, mantenían un estatus superior a cualquier humano. Ellas vestían de manera similar, pero con menos adornos, reflejando su lugar en la jerarquía.
Los Humanos y su Rol en la Fortaleza
Los humanos que residían en los alrededores de la fortaleza eran esclavos, destinados a servir en las tareas más mundanas. Eran utilizados para criar generaciones, y sus descendientes más aptos eran seleccionados para convertirse en vampiros. Sin embargo, este honor solo estaba reservado para los mejores. La proporción era estricta: de cada veinticinco humanas, solo una podría aspirar a ser convertida. El resto servía como alimento o mano de obra, manteniendo la vida cotidiana de la fortaleza funcionando sin problemas.
Las mujeres que eran seleccionadas como sirvientas de alta calidad tenían un trato especial. Se las alimentaba bien, se las cuidaba, y servían como alimento para los vampiros más poderosos. Algunas de ellas compartían el lecho de Adrian, quien, aunque frío y distante, se permitía placeres carnales con las humanas y vampiras de la fortaleza. Estas mujeres, aunque humanas, conocían su lugar en la jerarquía y sabían que servir bien a Adrian y sus seguidoras les garantizaba un trato privilegiado.
La Dinámica de las Conversiones
Las pocas humanas que eran seleccionadas para ser convertidas debían pasar por un proceso estrictamente controlado. Era Lysandra quien supervisaba las operaciones, pero nunca era ella quien convertía a las esclavas. Esta tarea recaía en las vampiras de cuarta generación, las cuales actuaban como una clase noble encargada de preservar la pureza de sangre. Cada conversión era un acto sagrado, un recordatorio de que la pureza debía mantenerse intacta para asegurar la fortaleza del linaje vampírico.
Las mujeres convertidas pasaban a vivir en las zonas más nobles de la fortaleza, mientras que las que permanecían humanas eran asignadas a las áreas de servicio, siempre bajo la vigilancia de las guardianas.
El Presente en la Fortaleza
El invierno estaba llegando a su fin, y con él, la calma en los alrededores parecía afianzarse. Los pocos licántropos que habían escapado del último ataque habían huido de la región, dejando solo a los humanos y la fortaleza en control. Las patrullas de las guardianas se mantenían vigilantes, pero la amenaza inmediata había desaparecido. Lo único que permanecía era la ciudad de esclavos humanos a los pies de la fortaleza, quienes vivían sus días en una sumisión silenciosa, temerosos de ser llamados al servicio o sacrificio de los inmortales.
Mientras tanto, en el resto del mundo, los licántropos avanzaban sin control, destruyendo todo a su paso. Los vampiros de generaciones más recientes, aquellos que vivían ocultos en las sombras del mundo, intentaban resistir. Pero su debilidad, resultado de la dilución de la pureza de sangre, los hacía presas fáciles para los licántropos. Los vampiros de hasta la décima generación seguían siendo más fuertes que los humanos, pero apenas lo suficiente para sobrevivir. Los vampiros de generaciones superiores a la séptima no eran aceptados en la fortaleza de Adrian, aunque se les permitía vagar por los territorios cercanos.
El Lento Paso del Tiempo
Adrian, Clio y Lysandra observaban el paso del tiempo con una mezcla de indiferencia y control. No les interesaba expandir su dominio, solo mantenerlo puro y bajo control. De vez en cuando, grupos de vampiros de generaciones inferiores llegaban a las puertas de la fortaleza, pero rápidamente eran rechazados, considerados indignos de compartir la misma sangre.
La fortaleza seguía siendo un bastión de poder y control, donde cada miembro, desde los nobles vampiros hasta los esclavos humanos, jugaba su papel en un equilibrio de poder eterno.