Leo fue arrastrado por Dafne al mercado. Iban a un buen restaurante de lujo para comer ya que no habían comido fuera en mucho tiempo. Ella todavía no sabía que él la llevaría a un lugar tan agradable. Solo sabía que finalmente iban a salir a comer.
Mientras caminaban por el mercado, vieron varias mesas vendiendo adornos y baratijas que atraían a los niños. Había muchos padres comprándolos para sus hijos. Leo la miró y vio que ella también estaba mirando las baratijas. Sacudió la cabeza y se dirigió a uno de los puestos.
Vio algunas baratijas que tenían forma de huevo y estaban bien decoradas. Empezó a buscar algo bonito para regalarle. Mientras tanto, ella estaba confundida sobre por qué se habían detenido.
—¿Por qué te detuviste? —le preguntó ella.
Él la miró y se volvió de nuevo hacia el puesto.
—¿Tienen algún par de aretes para mi amiga aquí? No sé si le gustarán las baratijas —dijo él al encargado del puesto. Era un hombre de mediana edad con un gran barrigón.
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