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Abandonada por el Alfa, me convertí en la Compañera del Rey Licántropo

—Margarita, eres la hermana mayor, tienes que ceder a la menor —En toda su vida, esas palabras se aferraron como una maldición a Margarita. Ya fuera su querido osito de peluche, vestidos bonitos, dulces de Halloween o el amor paternal, si Elizabeth lo pedía, ella debía cederlo todo incondicionalmente a ella. Desde joven, Elizabeth pesó sobre Margarita como una enorme montaña y la sofocó. Afortunadamente todavía tenía un novio que la había amado durante seis años—Amster, el alfa de la manada. —Serás mi esposa y la futura luna de la manada —Él prometió. Hasta el día en que ella y su hermana cumplieran 18 años, ¡y resultó que la amante y compañera predestinada de Amster era su gemela Elizabeth! Margarita observó cómo Amster, quien había dicho que la amaba, besaba apasionadamente a Elizabeth, y anunció a Elizabeth como la luna sin pensarlo dos veces. El único sustento emocional que poseía Margarita se derrumbó; una vez más, lo que le pertenecía había sido arrebatado por Elizabeth. Lo que es peor, Amster incluso pidió a Margarita que entretuviera a los invitados. Todo porque Elizabeth no sabía hacer nada excepto cómo engatusar y arreglarse. Incapaz de rechazar la petición de su antiguo amante, Margarita accedió a esto...

JQK · แฟนตาซี
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Quítate la ropa

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[Perspectiva de Margarita]

Donald me llevó directamente al comedor.

Obviamente, Donald lo había decorado especialmente para nuestra cena. Había flores sobre la mesa y música sonaba en el estéreo del restaurante. El ambiente era estupendo, pero no se veía a ningún otro invitado. Parecía que Donald había despejado el restaurante de antemano.

Desde que Donald y yo estábamos juntos, raramente teníamos la oportunidad de disfrutar de una velada tranquila y hermosa juntos. Me sorprendí y me alegré cuando él me sentó. Al sentarse frente a mí, no pude evitar preguntar:

—¿Cómo encontraste tiempo hoy para preparar todas estas cosas?

Él me sonrió y dijo:

—Creo que deberíamos hacer lo que hacen los compañeros ordinarios.

Casi me derrito bajo la mirada de Donald. No quería pensar en nada más. Solo Donald ocupaba mis pensamientos.

Aprovechar un momento de ocio como este me daba una especie de placer indulgente.

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