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CAPÍTULO 237

Humanos contra demonios.

CAPÍTULO 237

Sufuco está arrodillado, frente a un portal rojo.

Está en una cueva congelada, iluminada mágicamente.

—¿Akaine murió?- Dice una voz de niña, que sale del portal.

—Cuando fui a buscarla, estaba peleando contra un chico llamado Dreimo... Él era muy poderoso, y el cuerpo de Akaine era muy débil.

—¿Y por qué no la ayudaste?

—No tenía tiempo… Lo siento.

—Bueno… De todas maneras, ya no era necesaria… Dreimo parece alguien interesante…

—Disculpe… Pero ya capturé a Cano… Ya terminé mi trabajo… Quiero estar con mi hija.

—¿Qué? ¿Estás renunciando?

—Ya hice mi parte… Ya no quiero arriesgarme más.

—Ya veo… Lo pensaré. Pronto tendrás mi respuesta.

—Gracias.

El portal desaparece y Sufuco sonríe dulcemente.

—Yui… Por fin viviremos en paz… Juntos…

-Tiempo atrás-

Sufuco, humano, está observando trabajar a decenas de científicos, en un avanzado laboratorio.

—¡¿Aún nada?!

Un científico se acerca a él.

—Lo siento… La enfermedad que tiene su hija es muy, pero muy rara… Es la primera vez que veo algo así.

—¡No me importa cuánto me cueste, quiero que la curen!

—Lo intentaremos.

El científico se aleja y Sufuco saca un teléfono de su bolsillo.

Le llama a alguien.

—Vamos…

Alguien contesta.

—¿Padre?

Los ojos de Sufuco se ponen llorosos y sonríe.

—¿Cómo te sientes, hija?

—Mal… Me duele mucho la cabeza… Por favor, regresa a casa…

—¡No te preocupes, estaré pronto en casa! Te amo.

—Yo también te amo, padre…

Sufuco cuelga y baja la mirada.

—Yui…

Observa el fondo de pantalla de su teléfono. Tiene la fotografía de Yui.

—No morirás… No lo permitiré.

Sus lágrimas caen sobre la pantalla.

—Quiero que sigas a mi lado.

-Presente-

-Ejico-

Cristhela intenta despertar a Diego, está en una pequeña habitación.

Diego está profundamente dormido en una cama.

—Oye, Diego… Dax dijo que ya estabas bien. Despierta.

—Otros 5 minutos más, mamá.

—¡Soy tu novia, no tu mamá!

—Sí, sí… Yo sacaré la basura, tú sigue consintiendo a mi hermano mayor…

—¿Eh…?

Diego está hablando dormido, y está hablando de más.

Cristhela no desaprovecha esta oportunidad para conocer más a Diego.

—Oye, Diego… ¿Me amas?

—Sí… Y también amo los dulces…

Cristhela se ríe un poco.

—Bien, bien… ¿Me engañarías?

—No…

—Excelente… Por cierto, Diego… ¿Eres virgen?

—Sí…

—¡Excelente…! ¿Qué cosas te gustan?

—Jugar… Las mujeres… Y la comida…

—¿Qué cosas odias?

—A mí…

—¿Eh?

—Me odio… No debería estar vivo…

Las palabras de Diego son sinceras, y eso preocupa a Cristhela.

—¿P-por qué?

—Mi madre y mi padre me odiaban… Ellos preferían a Kevin, mi hermano mayor…

—¿Por qué?

—Era perfecto… Tenía todo… Sacaba buenas calificaciones, tenía amigos, novia… el amor de mis padres… Y yo no… Sacaba malas calificaciones… No tenía amigos… Y mis padres me odiaban… Mi hermano se aprovechaba de eso y me golpeaba… Cuando me defendía y lo golpeaba, él me acusaba y mis padres me golpeaban, a pesar de que él empezó…

—Diego…

—Tuve suerte de sobrevivir… Si mis padres hubieran tenido la oportunidad de salvar a uno de sus hijos, escogerían a Kevin…

—Pero la tuvieron…

—Le pidieron a mi padre que escogiera un número… No le pidieron que escogiera a quién salvar…

—Diego…

Nei entra a la habitación.

—¿No bajarán a comer?

—Sí…

Cristhela mueve a Diego.

—¡¡Despierta!!

Diego abre los ojos poco a poco y bosteza.

—Huele delicioso… ¿Cuánto tiempo dormí?

—No mucho tiempo, no te preocupes. Vamos a comer.

—Sí… Vamos.

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