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Capítulo 1: La Infección.

Era un día normal, o bueno, eso parecía.

Salí temprano de clases ese día. Estudio Economía en una de las mejores Universidades de Venezuela. Mitad de la carrera. Buenas calificaciones.

Era más o menos la 1 de la tarde de un día viernes. Lo bueno: era fin de semana. Lo malo: la 1 pm es una hora después de las 12 del mediodía, la hora del almuerzo.

El estómago me rugía tan fuerte que me daba pena que alguien pudiese escucharle.

Fui a la parada a esperar el autobús e irme a casa a 1) Comer, y 2) Descansar.

Caracas es una ciudad sumamente grande. Capital de Venezuela. Capital. Por eso debe ser tan poblada.

Por fin llega el bus, lleno hasta el tope.

A esta hora la mayoría de las personas, trabajadores y estudiantes, salen de trabajar o estudiar o lo que sea que hacen. A esta hora, 1 de la tarde, el sol calienta a todo dar. El calor es insoportable. Y el hedor de toda esta gente es asqueroso. Parece que nunca se hubieran bañado.

Bueno, debo incluirme. Cuando levanto los brazos para apoyarme de los tubos del autobús el aroma de mis axilas sale a flote y hace que me maree y me duela la cabeza. Sumado al hambre y el resto de olores... ¡Colapso total!

Por fin llego a casa, bueno, residencia.

Digo "Residencia" porque realmente no soy de Caracas, soy de Valencia, solo que la oportunidad de estudiar en la UCV se me dio y tuve que mudarme aquí.

No viajo todos los fines de semana debido a que, en primer lugar, el pasaje ha subido al tope de un solo coñazo, en segundo, no tengo dinero, y en tercer lugar, aún tengo comida, así que, por ahora, estoy bien.

Una vez llego a mi cuarto tiro el morral con mis cuadernos y esas cosas al suelo, luego me encargaré de recogerlo. Enciendo de una mi televisor. Novela es lo que están transmitiendo. Obvio, ya son las 2:00 pm. En realidad comienzan desde la 1, luego de las noticias de mediodía.

Me quito los zapatos, las medias, la camisa y el pantalón, enciendo el aire acondicionado y me tiro en la cama.

Realmente no me gustan las novelas, así que tomo el control remoto y comienzo a cambiar de canales. Cambio y cambio pero no hay nada bueno. Ahí. Están transmitiendo Las Crónicas de Narnia, La Travesía del Viajero del Alba. La he visto unas 7 veces, al igual que las anteriores a esa. Pero nunca me canso de mirarlas. Con respecto a los libros... Sólo llegué a leer el primero, luego no me dediqué a continuar con la saga entera. En fin.

La película queda prácticamente de fondo, pues yo tomo el celular y llamo a mi madre. Siempre la llamo al llegar de clases.

-Gustavo- dice cuando contesta.

-Bendición, mamá- respondo.

-Dios te bendiga, hijo. ¿Qué tal tu día?

Mientras hablo con mi mamá me levanto y coloco 2 ollas con agua en la pequeña cocina de mi habitación: una para la pasta y otra para el café.

-Oh, excelente ma. Acabo de llegar de la Universidad. Ni te imaginas, estoy cargado de tareas para el fin de semana.

-Ya imagino. ¿Comiste ya?

-No, aún no. ¡Muero de hambre! Pero ya estoy calentando agua para preparar la comida.

-¡Qué bien! ¿Vendrás este fin?

-No, mamá. Me quedaré para resolver algunas cosas y para estudiar, ya sabes que si voy a Valencia no me concentro, sino que me distraigo con los muchachos y eso...

-Sí, es verdad. Es mejor que te quedes.

La realidad es que mi novia, Stephanie, iba a pasar el fin de semana en mi residencia. Eso significaba coqueteo seguro, besos seguros, roces seguros, erección segura y sexo seguro... No podía negarme a eso, pero tampoco podía decírselo a mi mamá.

-Te llamo después, ma. Ya iré a terminar la comida.

-Cuídate, por favor.

-Dale saludos a todos de mi parte.

-¡Está bien! Hasta luego.

-Bye.

Cuelgo el teléfono e inmediatamente recibo un mensaje de texto. Para mi sorpresa, es de Stephanie: ¿Listo para esta noche? Estoy arreglando unos asuntos en este momento, pero cuando termine salgo para allá. Te estaré avisando, de igual forma. Te amo!

Muerdo mi labio luego de leer el mensaje. ¡Es instantáneamente automático! El estúpido pene se me ha puesto duro. ¡El maldito es inteligente!

Luego de hacer la pasta metí al microondas un poco de carne molida. Ya estaba lista, solo la coloqué para descongelarla y calentarla. Mientras eso pasa colé y endulce el café.

Cuando todo estuvo listo, me serví y me dediqué a comer mientras miraba la televisión. Aún transmitían Narnia.

Cuando terminé de comer dejé los trastes sobre el fregadero para lavarlos más tarde. Mi cuarto es un tanto pequeño, pero reconfortante. Tengo todo aquí: una pequeña cocina. Un espacio para lavar los platos. Una cama grande. Un pequeño televisor... Incluso internet. No me quejo, la verdad.

Me acuesto en la cama y me quedo dormido hasta que escucho el teléfono timbrar.

Era Stephanie nuevamente: Voy en camino.

Me levanto casi de inmediato y comienzo a organizar: el morral en su lugar. Los platos limpios. La cama arreglada...

Justo cuando me termino de colocar los pantalones recibo un nuevo mensaje de ella: Sal.

Y así hago. Cuando estoy fuera de la casa la veo bajarse del taxi. Es tan bella: una linda morena de cabello largo. Delgada. Viene con un pequeño morral.

-Hola amor- me dice en lo que se acerca a mí.

-Hey ¿cómo estás, bebé?- digo y le doy un beso en la boca. -Vamos adentro.

Cuando llegamos a la habitación dejo que se acomode. Su morral queda a un lado de la cama, y ella a mi lado, ambos acostados.

-¡Te extrañé mucho!- me dice con una tierna sonrisa.

-Y yo a ti- digo, besándola.

-Pero no sólo te extrañé a ti.

-¿No?

-No. También extrañé a tu amigo- dice mientras baja su mano a mis pantalones y comienza a acariciar mi miembro. Yo suspiro.

-¡Oh, Dios!- dejo escapar y siento cómo me endurezco. -Estás haciendo que se levante, luego te va a tocar a ti devolverlo a su estado de reposo.

-Pues lo hago. ¿Cuál es el problema?

Stephanie me desabrocha el pantalón y mete su mano entre ellos. Yo comienzo a excitarme.

-Extrañaba esto- digo y muerdo mi labio. -Y eso que sólo pasó un día desde la última vez que nos vimos- luego le doy un beso.

-No exageres- me dice ella, ahora metiendo su mano entre mi bóxer y comenzando a acariciar mí pene.

Suelto pequeños gemidos entre suspiros.

-No exagero, es verdad.

-Si tú lo dices.

Ahora me besa en la boca. Luego besa mi cuello y comienza a bajar, besando mi pecho, estómago y abdomen. Seguidamente termina de quitarme los pantalones y bóxer. Quedo completamente desnudo.

Aquí las palabras sobran. Stephanie toma mi miembro entre sus manos y comienza a masturbarme. Seguido, disfruto del mejor sexo oral que alguien haya podido practicarme.

La sensación es gratificante. Deliciosa. Complaciente...

Luego de tomar un baño decidimos ir al centro comercial a comprar algunas cosas. Por suerte no era muy lejos de donde yo vivo.

-Primero vamos a la Panadería, ya sabes, antes de que nos quedemos sin pan. Luego al Supermercado- le digo a mi novia.

-Como usted ordene, jefe- bromea ella, yo sonrío.

Como de costumbre, la Panadería estaba completamente llena. Y una inmensa cola formaba la gente para comprar los panes. Y lo peor, ni siquiera estaban listos.

-Dentro de una hora, según, comienza a salir el pan- nos explicó la señora que ocupaba el puesto antes de nosotros en la fila.

-¿Una hora?- protesté. -¿Y no podemos comprar... No sé... Pan de Sándwich? ¿O galletas? Galletas de soda. O Club Social. O no sé...

-Cálmate, amor. Tú fuiste quien dio la idea de comprar pan para cenar, o desayunar. ¡Yo qué sé!- dijo Stephanie, apaciguándome.

-Ajá. Pero ¿qué iba a saber yo que iba a haber una cola más larga que la del puto Mercal?

-¡Quédate quieto! Mira...

Sigo el dedo de Stephanie. Una bandeja de Pan. Y luego otra. Y otra...

-¡Bendito sea Dios!- digo con una sonrisa.

-Eso es para que te calles- me dice ella.

El comprar pan, al final fue sencillo y rápido. Como de costumbre, cuando me dieron los panes, quité el "culito" de uno para comerlo durante el resto del camino.

-Tú no pierdes tus mañas- me reclama Stephanie. -¿No puedes esperar a que lleguemos a la casa y te comes los panes allá?

-¡No!- digo. -Tengo hambre.

-¿Ah?

-Once letras. Dos palabras. Un sentimiento. ¡Tengo hambre!

-Gafo- dice Stephanie y me da un golpe.

Una vez en el Supermercado procedimos a comprar algunas cosas más...

Jamón

Queso

Arroz

Salchicha Pasta

Smirnoff

Wisckey

CornFlakes

Leche

Yogurt

-¡Condones!- dije justo cuando estábamos pagando todo.

-¿Disculpe?- me preguntó la cajera, con la cara más roja que un tomate.

-Pídelos en la Farmacia. ¡Dios! Pensé que ya habías comprado- dice Stephanie.

-¿Qué? Pensé que aún tenía pero... Me acordé ahorita que ya no nos quedan.

-¡Ay, Gustavo! Apúrate. Es más... Paga por allá y nos vemos afuera.

La cajera nos veía con tal gracia que terminé riéndome cuando me di la vuelta.

-¿De cuál quieres?- me preguntó la chica del área de Farmacia cuando le pedí los preservativos.

-¿Tiene de los que traen las orejas de Mickey en la punta?- bromeé.

-¿Qué?

-Es broma, muñeca. Dame los Dúo con sabor a fresas y que tengan mucho, mucho lubricante... Ah, extra mega grandes, con tu número de teléfono incluido.

-¿¡Qué!?- dijo una vez más la muchacha, esta vez con los ojos como un par de huevos fritos.

-¿Eres sorda? No... ¿Sabes qué? ¡Bórralo! Dame los Dúo, los que más te gusten.

Sí, a veces me paso de rata. Pero hay que disfrutar de la vida, nunca se sabe cuándo se termine.

Al llegar a casa (y por casa me refiero a la residencia) lo primero que hicimos fue tomar un buen baño. Cenar (Pan, Jamón y Queso. Algo sencillo y rápido). Y unas horas después, tener sexo.

Cuando hemos terminado y estamos acostados en la cama, viendo la Tv (bueno, yo viendo la Tv, Stephanie se quedó dormida sobre mi pecho) me aburro al no haber nada bueno de programación. Noticias, no me queda de otra.

Las noticias últimamente no es que sean malas, es que aburren. ¿Por qué aburren? Porque siempre es lo mismo: Protestas. Muertes a causa de las protestas. Los Políticos hablan de las protestas. Los Políticos hablan de las muertes en las protestas... Ah, y alguien necesita medicamentos, a veces me pregunto si habrá alguna persona que colabore con eso. No lo sé, yo creo que nadie llama nunca para colaborar. ¿O sí?

Lo cierto es que, cuando ya estaba a punto de quedarme dormido, escucho algo interesante... Zombies.

La verdad no sé si estaba delirando o si de verdad los del noticiero dijeron eso, pero la información iba más o menos así:

"Las autoridades de los Estados Unidos han dado a conocer el caso de la explosión bioquímica ocurrida el mes pasado. Según el presidente, ha sido detenido el jefe principal de la Empresa Nuclear del Condado (ENC) quien hubiera provocado una enorme y peligrosa explosión Bioquímica-Nuclear que, desde su momento hasta ahora, ha infectado no sólo a las poblaciones cercanas, sino al resto del País y, según el presidente, al resto del mundo. Por otra parte, ha habido reportes de todos los países donde aseguran que las personas fallecidas recientemente vuelven a la vida, pero no de manera natural, sino que la comparación de estos casos, según testigos, ha sido como una película Zom..."

En el justo momento en que van a revelar la mejor parte de la noticia, la energía eléctrica se corta. Todo queda oscuro y en un incómodo silencio.

Yo me quedo petrificado. En estos momentos lo único que escucho es mi respiración y el pequeño sonido que hacen las cobijas cuando Stephanie se mueve.

¿Qué diría el resto de la noticia? ¿Será cierto o el resto de la información desmentía todo? Ha de ser falso, no es la primera vez que salen noticias como esa. Además, eso no pasa en la vida real, no pasaría.

Intento mirar a mi novia entre la oscuridad. Luego miro al techo de la habitación por un rato, como esperando a que la luz vuelva pronto. Pero me duermo en la espera...

En realidad, siento que nunca pude dormir bien. Es como si hubiera pasado toda la noche delirando. Como si solo estuviera acostado, con muchas personas a mi alrededor, pero incapaz de moverme o hablar, o siquiera abrir los ojos. De hecho, justo ahora, estoy escuchando gritos. Escucho gritos y golpes. Gritos, golpes y alboroto. Son los ruidos de la ciudad. ¿Estarán protestando nuevamente? ¿Otro muerto? La verdadera pregunta es, ¿Estoy escuchando esto de verdad o sólo es un sueño, producto de la incómoda noche que pasé debido al bajón de luz? Pues, sea lo que sea, se escucha cada vez más fuerte. ¿Qué huele así? Ahora parece que está pasando el camión de la basura... ¡Dios! ¿Qué es esto? El olor es fuerte. Me estoy sintiendo ahogado. Ahora sí estoy dudando sobre si es un sueño o no. Ahora sí parece real.

Al olor, los ruidos y los golpes se les unen otros gritos. No cualquier tipo de gritos, son de una persona desesperada. Una persona asustada. Una persona que está llamándome. ¡Es Stephanie!

Abro los ojos de golpe, sumado a un respiro bastante fuerte. El corazón me late fuerte. Es como si fuera a salirse de mi pecho.

Respiro bastante agitado y miro a mi lado. Stephanie no está en la cama conmigo.

-¡Gustavo, ayúdame!- la escucho gritar.

Los ruidos que estaba oyendo eran reales. Se siente un gran alboroto afuera, ¿Qué estará pasando?

El olor es horrible. El estómago se me revuelve casi de inmediato.

-¡Gustavo!- escucho a Stephanie una vez más, y noto en su voz que está llorando. Pero ¿por qué?

Salto de la cama al suelo y me doy cuenta que estoy desnudo aún. Busco unos bóxer y me los coloco, luego salgo del cuarto.

Miro el pasillo de la residencia, pero no hay nadie. Los ruidos se escuchan un poco más fuertes. Las alarmas de los carros están vueltas locas. La gente no deja de gritar. Y ese olor...

-¡Gus...! ¡Gustavo, por favor ayúdame...!- vuelvo a escuchar a Stephanie, y me doy cuenta que está fuera de la casa.

Abrí la puerta principal y quedé petrificado.

¡El mundo es un caos!

Literalmente, todo es gris. ¡Como en una película de terror! El ambiente se ha tornado de un maldito color gris.

La calle es un desastre. Hay basura y escombros por todos lados. Los autos chocan entre sí. Hay personas corriendo de un lado a otro sin un rumbo fijo. Y otras simplemente caminan lentamente, como siguiendo a las que corren. Y el olor, es peor una vez estás afuera. ¡El olor a mierda se queda pendejo!

-¡Ten cuidado!- escucho y giro hacia un punto en específico. Un auto frente a la casa. Stephanie está en él, y hay un tipo intentando entrar a él.

-¡Oye, maldito!- digo y salgo de la casa, ardiendo de rabia. No me importa quién sea, pero con mi novia no se meterá. -¡Déjala en paz, maldito!

-¡Gustavo, no!- Stephanie intenta detenerme, pero creo que ya es tarde.

El hombre se voltea y se me hiela la sangre. Sus ojos son de un espeluznante tono gris. ¡Todo el ojo es gris! No tiene pupila ni un coño. ¡Gris! Como el tiempo. Su piel está... Desgastada, podrida... Parece no pensar, literalmente, sólo se acerca a mí lentamente y mostrando sus dientes. No lo quiero creer, no puedo hacerlo, pero lo que tengo frente a mí, sin lugar a dudas, es un Zombie. ¡Un maldito Zombie!

-¡A la mierda!- dejo escapar y corro adentro rápidamente, directo a la cocina a buscar un cuchillo.

En cuanto agarro el utensilio y me preparo para ir afuera choco con alguien y caigo al suelo, el cuchillo sale de mis manos y ese alguien cae encima de mí.

No es un alguien, es un eso.

Antes era un alguien. Era la dueña de la casa. Ahora es un eso. De ojos grises, piel podrida, hambre de carne viva y un olor terrible. ¡Putrefacción!

Forcejeo con ella un buen rato. ¡Es realmente fuerte y pesada! Intenta morderme unas cuantas veces, y no puedo hacer nada. Los brazos comienzan a dolerme, así que tomo fuerza y la empujo con ganas, logrando alejarla de mí por milímetros. Tomo el cuchillo y, con dolor, pero sin opción, se lo clavo con mayor potencia en el cráneo. Ella cae... ¿Muerta, pudiera decir? Lo cierto es que ya no se mueve.

En estos momentos no estoy pensando con claridad. Tomo otro cuchillo de la cocina y salgo corriendo, justo en la puerta de entrada está el muerto que asechaba a mi novia. Le clavo el cuchillo en la cabeza y salgo hasta el carro donde está Stephanie.

Ella está llorando, con la cabeza entre las rodillas.

-¡Ven, sal de ahí!- digo agitado, asustado y mirando a todos lados. Ella me hace caso y corremos hacia dentro de la casa, a mi cuarto. Yo cierro todas las puertas.

Stephanie no para de llorar. Está sentada a la orilla de mi cama.

-Toma- digo en cuanto le paso un vaso de agua para que se calme un poco.

Enciendo unas dos velas para iluminar un poco, debido a que todavía no hay electricidad. Luego me paseo por la habitación, buscando una explicación lógica.

-¿Intentaste llamar a tus padres?- le pregunto a mi novia, ella niega con la cabeza.

-Lo intenté, pero las líneas tampoco funcionan.

Reviso mi móvil y, realmente, las líneas están muertas también.

-¡Mamá y papá!- exclamo en voz baja.

Es inquietante esta situación. Saber que el fin del mundo ha llegado, y no poder siquiera hablar con tus familiares.

-¿Qué vamos a hacer?- me pregunta Stephanie, preocupada.

-Vamos a ir a casa de tus padres, los buscamos, y nos vamos a Valencia.

-Pero ¿cómo vamos a hacer? Digo, no tenemos carro ni nada...

Me quedo pensando por un momento.

-El carro donde te encontré... ¿cómo te metiste ahí? Es más... ¿qué hacías afuera tan temprano?

-Lo que pasa es que yo quería comprar el periódico de hoy. No te quise despertar, por eso agarré tus llaves y salí... Sí escuchaba el ruido y eso pero... ¡No le hice caso! Salí rápido y no vi para ningún lado. Cuando me di cuenta había varios muertos cerca de mí y entrar de nuevo no era una opción. Vi ese carro ahí sin nadie y con la puerta abierta y me metí...

-A eso quería llegar. ¿El carro tenía las llaves?

-La verdad, no me fijé.

-Pues lo vamos a averiguar, y si no es así vamos a buscar alguno que las tenga... Supongo que ya no es delito. Recoge todo lo necesario para irnos: ropa, comida, agua... Yo voy a revisar el carro ese.

-Ten cuidado.

Me acerco a Stephanie y la beso.

Decido salir a la cocina rápidamente y, en medio, está la dueña, o bueno, la que era la dueña de esta casa.

Quito con cuidado el cuchillo de su cabeza, aguantando las ganas de vomitar, y lo limpio con uno de los pañuelos de la cocina. Luego tomo otro cuchillo y me dirijo a la puerta principal.

Abro con sumo cuidado y me asomo para ver a mi alrededor.

No hay nadie.

Salgo corriendo hasta el carro, entro y cierro la puerta. Respiro agitadamente mientras intento calmarme. Miro la ciudad a través de los vidrios. Todo es un desastre.

-Esto se fue a la mierda- digo.

Miro al volante y veo las llaves ahí pegadas. Les doy vuelta y, afortunadamente, el auto enciende.

Toco la bocina para que Stephanie sepa que todo va bien.

Me bajo rápido y corro hasta la casa, Stephanie ya estaba saliendo con un par de bolsos.

-Súbete al carro, rápido- le ordeno mientras le quito los morrales.

Ella me obedece y sale corriendo hasta estar en el asiento del copiloto, yo corro detrás de ella, meto los bolsos en los asientos traseros y me meto al carro también.

Tomo la mano de mi novia, que no para de temblar.

-Todo estará bien- le aseguro, ella sonríe obligadamente.

De repente, todo me parece extraño. Más extraño de lo que ya es. Es como si algo más acaba de ocurrir, pero no logro darme cuenta.

-¿Por qué todo se quedó en silencio?- pregunta Stephanie de repente.

¡Eso es!

Todo se quedó en silencio.

Ya no hay sirenas. Ya no hay personas gritando. Tampoco los perros ladran...

Una enorme explosión se hace escuchar. El auto tiembla ante la misma.

Abrazo a Stephanie por impulso y vemos una ola de humo negro invadir la calle siguiente a la nuestra.

-¡Vámonos de una maldita vez!- digo y arranco el carro a toda velocidad.

En menos de 30 minutos ya estamos en casa de Stephanie y sus padres, aunque fue difícil manejar por estas calles tan desastrosas.

Casi atropello a unas cinco de esas cosas, y juraría que una se estaba comiendo a alguien, una mujer, una anciana, creo.

-Si quieres voy yo- le digo a mi novia, ofreciéndome a entrar a casa de sus padres y buscarlos. Ella niega con la cabeza.

-Yo voy- dice con seguridad.

-¿Quieres que te acompañe?

Ella piensa un momento antes de responder.

-Sí, por favor.

Bajamos del auto y fuimos con cautela hasta la puerta de la casa. Stephanie la abrió rápidamente y no dudamos en entrar.

-¡Mamá! ¡Papá!- gritó Stephanie a todo pulmón.

La madre y el padre de mi novia tienen 50 y 56 años respectivamente. Ya había venido acá varias veces, los conozco hace un año, la mitad de lo que llevo de noviazgo con su hija.

Recorremos la casa en busca de ellos, pero no los encontramos.

-¡Señora Carmen! ¡Señor Antonio!- grito, pero no oigo nada.

Subo corriendo a través de las escaleras hasta el cuarto de mis suegros, toco la puerta despacio y escucho un pequeño ruido adentro.

Abro la puerta y, en seguida, deseé no haberlo hecho.

Ambos estaban ahí, sí, pero ya no eran ellos. Eran un par de eso.

Stephanie aparece detrás de mí.

-¡No!- dice en un pequeño grito ahogado que se desvanece en seguida.

Veo a quienes eran mis suegros venir hacia nosotros y cierro la puerta. En seguida abrazo fuerte a mi novia y, detrás de nosotros, puedo escucharlos rasgar la puerta y gruñir. Stephanie no para de llorar.

-¡Lo siento mucho!- digo, en un intento por calmarla. -¡Tranquila!

Sé que eran sus padres. Sé también que eran mis suegros. Pero también hay algo que sé, y es que no podemos dejarlos así. Sé que Stephanie no podrá hacerlo, así que debo hacerlo yo.

-Escúchame con atención- le digo a Stephanie una vez la siento en las escaleras. -No es la primera vez que veo esto, digo, en el mundo real es la primera vez pero... El punto es que, no te transformas a menos que mueras. La mordida también transforma, pero primero te mata. A lo que quiero llegar es que...

-Sé lo que dices- me interrumpe Stephanie. -Sé lo que vas a decirme. Por favor, ¡hazlo tú! Yo no podré.

Asiento y me levanto muy despacio. Tomo con fuerza mi cuchillo y me dirijo a la puerta del cuarto. Aún aquí logro escuchar los sollozos de Sthepha.

Abro la puerta con mucho cuidado. Inmediatamente uno de ellos se me viene encima. Era mi suegra, convertida en esa cosa horrible.

En un rápido movimiento le clavo el cuchillo en el ojo, lo saco y vuelvo a clavarlo hasta verla completamente inmóvil. Antes de darme cuenta, el otro ya está arriba de mí, y logra tirarme al suelo.

El cuchillo ha salido rodando lejos de mí, así que lo único que me queda es forcejear con él.

El olor es tremendamente asqueroso. A esta distancia es mucho peor. Sus dientes parecen podridos, aunque aún no los pierde completamente. Su fuerza es tremenda, debo suponer que hace el menor esfuerzo posible por mantenerse en pie, motivo por el cual, deduzco, tienen mucha más fuerza. No sé nada de eso, pero he de pensar que la fuerza de gravedad actúa aquí, o, como es conocido también, el "peso muerto".

El cuerpo se ha vuelto liviano y la cosa ya no se mueve.

Sigo en shock. El corazón me late fuerte y respiro con dificultad.

Empujo el cuerpo lejos de mí y me siento, cuando levanto la mirada veo a Stephanie de pie junto a mí. Por lo que veo, ella le clavó el cuchillo en la cabeza a quien fue su padre.

Me pongo en pie y la abrazo.

-Lamento todo esto, amor- le digo.

-Gracias... Vamos a casa de tus papás, tengo la esperanza de que al menos ellos estén bien- yo asiento. -Espérame abajo, voy a agarrar algunas cosas del cuarto, por si acaso. Pastillas, ropa...

-Vale, yo voy a buscar más...- miro los cuerpos en el suelo y vuelvo a levantar la mirada. -Cuchillos, por si acaso. Y algo de comida. Se supone que ya conocemos la situación. Sé que no es un juego, pero las películas nos previnieron de esto.

-Ya va- Stepha entró al cuarto de sus padres y salió con un morral. -Toma, mete lo que puedas ahí.

Le doy un beso y bajo hasta la cocina, ella de queda arriba buscando cosas de importancia.

La casa está situada en un lugar en el que es difícil de escuchar algún ruido citadino, aun así puedo oír nuevamente todo el alboroto del exterior. Gritos, niños llorando, choques por todas partes, disparos... Todo se volvió un caos.

Reviso rápidamente los cajones de la cocina y la nevera, metiendo en el bolso todo lo necesario: Sardinas en lata, Arroz, Pasta, incluso Harina. Lleno unas 2 botellas con agua y las guardo también. Pan de Sándwich también, y unos 4 cuchillos bien afilados.

Cuando ya tengo todo listo, saco un pedazo de Jamón de la nevera y me lo como mientras mi novia baja.

-¿En serio?- me pregunta cuando me ve, con una ceja arqueada.

-Tengo hambre- digo.

-¿Metiste eso también? ¿Y el queso?

-No, se puede echar a perder y de nada sirve.

-Bueno, no importa. Vámonos.

No sé qué hizo con los cuerpos de sus padres. No sé si los vistió y acomodó en su cama. O si simplemente los dejó donde cayeron. No sé si los movió a un lado por lo menos, o si se despidió de ellos. Lo cierto es que, por ahora, está actuando con bastante fuerza.

Saliendo de Caracas se volvió el caos total: la salida está trancada.

-¡Maldita sea!- grito en cuanto veo la enorme cola de carros y empiezo a tocar la corneta como loco.

-¿Qué habrá pasado?- dice Stephanie.

-Ni idea, pero ojalá se abra el paso rápido, me quiero ir de este maldito infierno de mierda y encontrar a mis papás.

Mi novia me coloca la mano en la pierna, como señal para que me calme un poco. Coloco la mía encima de la suya y la entrelazo.

-Mira, está avanzando.

Y sí, la cola comenzó a avanzar poco a poco y, unos pocos minutos después, pude ver el por qué se había formado: un montón de esas cosas estaban tiradas por todas partes en la carretera, y varios policías de tránsito estaban con machetes y hachas en las manos, y las armas de fuego regadas por el suelo. Imagino que tuvieron que rematarlos para poder abrir paso, y en ese intento se quedaron sin municiones.

Una vez los 4 cauchos del carro tocan la Carretera Nacional piso el acelerador y voy a todo dar para llegar rápido a Valencia. Y no era el único. Como en una película de Rápidos y Furiosos los autos se rebasaban entre sí, unos más rápidos que otros. De ambos lados.

Accidentes ocurrían por doquier debido a esto. Choques, carros volteándose, atropellos incluso. ¡Es una locura!

A mitad de camino, a lo lejos, veo a un par de muchachos saltando como locos, pidiendo cola a todos los carros que pasaban, pero ninguno se paraba.

Pisé el freno de repente, logrando incluso un pequeño derrape. Miré por los espejos del carro para asegurarme, y giré hacia la orilla, a unos pocos centímetros de ellos.

-¿Qué pasó?- preguntó Stephanie, confundida.

Yo evadí la pregunta, no a propósito.

-¡Móntense, rápido!- les grito a los chicos, asomándome por la ventana.

Ellos se suben, agradeciéndome.

En cuanto el segundo en subir cierra la puerta, vuelvo a arrancar.

-Muchas gracias, de verdad- vuelve a decir uno de ellos, el menor, diría yo.

Trae una gorra negra de los Leones del Caracas, y viene vestido de una manera casual, con Jeans rotos y una camisa azul. Tiene además una barba que parece recién rasurada. En pocas palabras, es un chamo muy atractivo.

-La gente no se para a ayudar a nadie, y con razón. Anoche nos acostamos y todo era normal, y hoy el mundo amanece con ganas de acabarse. Y los muertos caminan...- dijo el otro, muy parecido al primero.

Efectivamente, parece mayor. El otro chico parece de mi edad (22, para ser exactos). Está vestido con ropa deportiva: unos shorts y una camiseta. Tiene cabello corto, además.

-¿Son hermanos?- les pregunto.

-Sí- responde el menor.

-¿De dónde son?- pregunta Stephanie.

-Valencia- responde el mayor esta vez. -Estábamos visitando a unos tíos pero... Hoy amanecieron muertos, aunque caminando. Igual, vamos a Valencia.

-Tienen buena leche- respondo. -Para allá vamos también.

-¡Gracias al señor! No sé cómo agradecerles. ¿Ustedes son hermanos?

-No, somos novios.

-¿Los dos son de Valencia también?- pregunta el menor.

Niego con la cabeza.

-Sólo yo, ella es de Caracas pero...- miro a Stephanie, que parece contener las lágrimas. -No importa.

-¿Qué crees que haya causado todo esto?- me habla el mayor.

-Una explosión Bioquímica en una empresa de Estados Unidos, ocurrida hace un mes más o menos, tiempo suficiente para lograr infectarnos a todos- informo.

-¿Perdón?

-Estuve viendo las noticias anoche.

Todos en el carro se quejaron y lamentaron ante la información que, tal parece, desconocían por completo.

Justo entrando a Valencia, apenas llegamos a la ciudad, un montón de Zombies se hicieron notar mientras caminaban hacia nosotros.

Apagué el carro rápidamente y les ordené a todos agacharse.

-¡Quédense abajo y hagan la menor bulla que puedan!

En ese instante, justo cuando los sentía pasar, también me pareció escuchar un sollozo. Algo como un suspiro. Seguidamente pude oír a los hermanos susurrar entre ellos, aunque sin poder distinguir quien decía cada palabra.

-¿También lo viste?

-Sí...

-Esto ya no tiene sentido, quiero ir con ellos.

-¡No! No puedes, ya están muertos.

Stephanie y yo nos miramos a los ojos mientras escuchábamos y esperábamos.

-Lo sé, acabo de verlos. Pero... Miguel, no voy a poder soportarlo.

-Manuel, no te vuelvas loco.

-Diles que arranquen el carro, rápido. Y por favor, ¡cuídate!

No sé qué carajos pasó, sólo escuché la puerta abrirse y cerrarse nuevamente.

-¡Manu! ¡Manuel!

Me levanté y, al mirar atrás, pude comprender todo.

Manuel, el hermano mayor, por alguna razón salió del carro.

Miguel, el menor, estaba llorando y gritando.

Al mirar afuera, pude ver a Manuel corriendo hacia los Zombies. ¿Por qué corre hacia ellos?

Extendió sus brazos. Lo siguiente fue lo peor:

No fue uno, ni dos ni tres. Fueron miles de esas cosas las que corrieron hacia él, devorándolo de una manera tan terrible que tuve que girar la vista hacia mi frente.

-¿Puedo ir con ustedes?- pregunta Miguel, entre llanto.

Yo asiento.

-Por supuesto que sí- le responde Stephanie.

Yo vuelvo a encender el auto y sigo nuestro camino, dejando atrás la terrible y dolorosa escena.