Mil pensamientos giraban en la mente de Íleo. ¿Lo rechazaría? ¿Dejaría de quererlo? ¿Lo culparía? Su corazón se hundió. Sabía lo que tenía que hacer la próxima mañana. Llamaría a su esposa y delante de ella despediría al curandero real. Sí, esa era la mejor solución. El astuto lobo echaría la culpa sobre el sanador y estaría de acuerdo con lo que su esposa hiciera con él. Se salvaría. El pensamiento le trajo una sonrisa a los labios y se sumergió en un sueño profundo. ¿Oyó a otros conversando? ¿Darla estaba embarazada?
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