No habían reparado en su presencia, desde la distancia veía al muchacho desnudo y con marcas de azote en el cuerpo parado de espaldas a esos dos sujetos con una pose demasiado extraña, como si se estuviese ofreciendo sexualmente a ellos. El viento del desierto movió un poco de tierra y también sus cabellos oscuros, viendo que aquel sujeto sería ejecutado por esos dos hombres, tuvo que tomar dos opciones importantes en ese preciso momento y a la vez afrontar las consecuencias de dicha decisión.
Si lo dejaba morir podría ir al pueblo y enterarse de lo ocurrido a la vez que también encontraría alguna información importante de su presa. En cambio si lo dejaba vivir podría hacer enojar a alguien poderoso dentro del pueblo más cercano y aquello podría fastidiar su trabajo como cazarrecompensas. Se quedó en silencio mirando aquel espectáculo por unos minutos, pensando en que opción debía tomar y si la que tomase seria la indicada.
Ambos soldados apuntaron con sus armas a Santiago quien no daba señales de querer intentar escapar siquiera, con una sonrisa maliciosa en sus rostros, Juan y Federico ni siquiera dieron los dichos ceremoniales antes de fusilar a una persona, solo apuntaron y dispararon.
Las balas de plomo cayeron sobre la roca, la sangre corría sobre el brazo de Juan mientras que Federico caía de rodillas con su camisa blanca cambiando a un color rojo sangre debido al disparo que había recibido en el pecho. Su expresión era de horror, con la boca abierta intentando gritar; pero sin lograr ningún resultado, Federico estaba sin habla debido al ataque sorpresa. El sonido de otro disparo lo tomó por sorpresa y sus dos piernas recibieron dos impactos de bala tan certeros que la misma tela se agujereo por el golpe recibido. Federico apenas si pudo agacharse para poder sujetarse las piernas cuando otro disparo, igual de certero que los tres anteriores, le destrozó el cráneo dejando en Federico una expresión de sorpresa y dolor. Su cuerpo cayó lentamente a un costado mientras el suelo arenoso se llenaba de sangre. Juan se empezó a mear en sus pantalones cuando vio a una mujer de aspecto imponente bajar por la llanura, al ver que ella portaba un rifle Winchester, le rogó:
- ¡Espera! Por favor espera, no me hagas nada ¡Por favor, perdóname la vida!- la mujer no le dio ninguna respuesta; pero, con un movimiento de sus manos aun sujetando el rifle, le ordeno a Juan que se largase
Sin perder tiempo se levantó del suelo, sujetando su brazo herido, emprendiendo la huida. Winchester se acercó a Santiago quien mantenía su provocativa pose y le dijo:
- Tranquilo amigo, ya se fueron- al ver que aquel muchacho apenas si respondía a sus palabras, le preguntó- ¿Qué fue lo que te sucedió?
- Ellos me… me…- intentó hablar Santiago; pero sus palabras apenas si eran susurros. Sin embargo Winchester entendió lo que había ocurrido, sin decir palabra lo tomó en sus brazos dejando que pudiese descargar tranquilo su dolor. Era mejor que lo hiciera en ese momento para poder preguntarle después por qué eso le había ocurrido y si sabia donde estaba el hombre que buscaba. Santiago lloró sobre el hombro de Winchester durante unos minutos hasta que pudo tranquilizarse, una vez que pudo sentirse un poco mejor, le preguntó- ¿Quién… quien eres?
- Solo digamos que soy una amiga- le dijo Winchester con un tono calmo; pero aun frio- mi nombre es Winchester y prometo cuidarte hasta que estés mejor
- ¿Por… por qué…?- quiso preguntarle Santiago sin mucho éxito; pero, por fortuna, Winchester le comprendió
- Si te han hecho este tipo de daño quizás se deba a que has fastidiado a la gente equivocada- le respondió Winchester con calma- y la gente equivocada, muy por lo general, suele estar en mi lista de presas, sobre todo los que tienen precios altos en sus cabezas. Me sirves más vivo que muerto
- Aun… así… tú- intentó hablar Santiago cuando escuchó una voz gritar a lo lejos
- ¡SANTIAGO!
Cabalgando con una escopeta en la mano, una hermosa mujer de cabello anaranjado con ojos celestes se acercó a donde estaban Santiago y Winchester. Al ver como se encontraba su amado, aquella bella prostituta cuyo vestido era color violeta, se bajó del caballo y apuntó a Winchester gritándole:
- ¡Hija de puta! ¡¿Qué fue lo que le hiciste?!
En su interior Winchester comenzaba a preguntarse si debió ir por la opción A.