Clei se encontró en un abrazo inesperado con Abraxus, como si el tiempo se hubiera desvanecido y los hubiera transportado a su infancia. La risa escapó de sus labios, pero la mirada de Eir, llena de reproche, lo devolvió a la realidad. Seian, su guardaespaldas, lo apartó de las piernas de Abraxus con firmeza.
"Príncipe", dijo Seian con seriedad, "como su cuidador, debo recordarle que, aunque crecimos juntos, debemos mantener las formalidades."
Clei asintió, sintiendo el peso de su posición real. Las alianzas, los secretos y las expectativas lo rodeaban. Pero en ese momento, mirando a sus "hermanos", supo que debía encontrar un equilibrio entre su pasado y su futuro.