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Vendida al destino

Amelia no siempre fue Amelia. En una vida pasada, fue un joven que se dejó llevar por la apatía y la indiferencia, grabando en silencio una atrocidad sin intervenir. Por ello, una organización secreta decidió aplicar un castigo tan severo como simbólico: transformar a los culpables en lo que más despreciaban. Convertido en mujer a través de un oscuro ritual, Amelia se ve atrapada en un cuerpo que nunca pidió y en una mente asediada por nuevos impulsos y emociones inducidos por un antiguo y perverso poder. Vendida a Jason, un CEO tan poderoso como enigmático, Amelia se enfrenta a una contradicción emocional desgarradora. Las nuevas sensaciones y deseos implantados por el ritual la empujan a enamorarse de su dueño, pero su memoria guarda los ecos de quien fue, y la constante lucha interna amenaza con consumirla. En medio de su tormento personal, descubre que Jason, al igual que la líder de la organización, Inmaculada, son discípulos de un maestro anciano y despiadado, un hechicero capaz de alterar el destino de quienes caen bajo su control. Mientras intenta reconstruir su vida y demostrar que no es solo una cara bonita, Amelia se ve envuelta en un complejo juego de poder entre los intereses de Inmaculada y Jason, los conflictos familiares y las demandas del maestro. Las conspiraciones se intensifican cuando el mentor descubre en ella un potencial mágico inexplorado, exigiendo su entrega a cualquier precio. Para ganar tiempo, Jason e Inmaculada recurren a métodos drásticos, convirtiendo a los agresores de Amelia en mujeres bajo el mismo ritual oscuro, con la esperanza de desviar la atención del maestro. En un mundo donde la magia, la manipulación y la lucha por el poder son moneda corriente, Amelia deberá encontrar su verdadera fuerza para sobrevivir y decidir quién quiere ser en un entorno que constantemente la redefine.

Shandor_Moon · Urbano
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96 Chs

085. Sombras en movimiento

Laura salió furiosa de la reunión, su paso rápido resonaba en los pasillos con una mezcla de rabia y frustración. La humillación a la que había sido sometida frente a toda la junta directiva, especialmente frente al Señor Xiting, la había dejado con un nudo de ira en el pecho. ¿Cómo era posible que esa "mosquita muerta", como había considerado siempre a Amelia, hubiera tenido el descaro de humillarla así? ¿Cómo había pasado de ser una simple aprendiz a un obstáculo tan molesto? La furia la consumía, pero lo que más le inquietaba era la posibilidad de que Amelia hubiera descubierto algo más profundo, algo que no podría justificar ni ocultar.

Laura repasaba mentalmente los últimos momentos de la reunión mientras atravesaba los pasillos. Cada palabra de Amelia le resonaba en la mente como un eco, cargado de amenaza. "He pedido a la auditoría interna que lo revise". Aquella frase le revolvía el estómago. ¿Qué significaba exactamente? ¿Realmente Amelia había descubierto sus trampas contables? No podía ser. Laura había sido meticulosa, sobornando a las personas correctas y manipulando los informes con precisión quirúrgica. ¿Cómo Amelia, sin ninguna experiencia, podría haber llegado a descubrirlo?

"Debe ser un farol", pensó, aunque la duda comenzaba a filtrarse por las grietas de su confianza. Amelia había hablado con demasiada seguridad, como si tuviera todo bajo control. Y lo peor de todo, lo había hecho frente a Jason. El Señor Xiting había estado presente, había visto su humillación. Y aunque Jason era un hombre de pocas palabras, Laura conocía su mirada: desaprobación silenciosa, como si Amelia hubiera ganado una pequeña batalla.

Laura se sentía atrapada entre el enfado y el miedo. Enfado por haber sido expuesta de una manera tan brutal y pública, y miedo porque si Amelia sabía más de lo que insinuaba, sus días en el Grupo JX estaban contados. ¿Cómo había logrado firmar esos dos contratos? Laura había bloqueado cada posible alianza en su camino, sobornando a los directivos correctos y asegurándose de que Amelia no tuviera acceso a los contactos clave. Solo había una explicación: alguien poderoso estaba detrás de ella. ¿El hermano de Jason? ¿O su padre, el anciano que aún mantenía influencia en las decisiones estratégicas?

La única certeza que Laura tenía era que Mei, la hermana de Jason, estaba de su lado, y aunque era una aliada importante, no tenía suficiente poder para mover los hilos en el Grupo Xiting. Mei podía influir en ciertas áreas, pero no era suficiente para lograr lo que Amelia había conseguido. Eso solo podía significar una cosa: Amelia estaba consiguiendo apoyo de alguien más alto, y eso la aterrorizaba.

Entró en su despacho con una furia apenas contenida. La puerta se cerró con un golpe seco tras ella, y Laura fue directamente hacia su escritorio. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando soluciones. Su control sobre la situación comenzaba a tambalearse, y no podía permitirse perder el control ahora.

Inmediatamente, tomó el teléfono y marcó el número de Andrés, su mano derecha. Necesitaba respuestas. Mientras esperaba a que él atendiera la llamada, sus dedos tamborileaban sobre la mesa con una impaciencia visible. Andrés era su hombre de confianza, el encargado de manejar las sombras de sus operaciones, el único que sabía lo sucias que podían ser sus maniobras.

—Andrés, necesito que vengas a mi despacho inmediatamente —dijo con una voz que apenas contenía la furia que sentía.

Colgó antes de escuchar una respuesta y se hundió en su silla, apoyando la cabeza en las manos. "¿Cómo había pasado esto?" Todo parecía estar bajo control, pero ahora todo estaba empezando a desmoronarse. Y lo peor de todo era que no sabía qué sabía Amelia, o cuánto había descubierto. "Si ella tiene pruebas...", pensó, pero apartó esa idea de su mente. No podía permitirse pensar en un escenario donde Amelia la destruyera. Eso no iba a pasar. No podía permitírselo.

La puerta del despacho se abrió y Andrés entró, su rostro siempre imperturbable, como si nada en el mundo pudiera desconcertarlo. Laura alzó la mirada y, sin perder tiempo, fue directamente al grano.

—Necesito que averigües cómo Amelia ha conseguido esos dos contratos y qué sabe sobre las cuentas —dijo Laura, sus palabras rápidas y afiladas—. Algo no encaja. Esos contratos estaban bloqueados, no tenía acceso a esos contactos. Quiero saber si ha recibido ayuda del hermano de Jason o incluso del padre. Y si hay algo que haya descubierto sobre las cuentas, quiero saberlo antes de que nos metamos en problemas.

Andrés asintió, pero Laura notó una leve vacilación en su mirada. Aunque él siempre había sido su hombre de confianza, había algo en su expresión que no le gustó.

—Y Andrés —añadió, inclinándose hacia adelante, sus ojos azules centelleaban con una intensidad peligrosa—, si Amelia ha descubierto algo, lo quiero saber primero. No podemos permitirnos errores en este momento. Ni ser presionados por faroles de esa zorra.

—Lo investigaré —respondió Andrés con la misma calma que siempre lo caracterizaba—. Pero si ha conseguido esos contratos, debe haber sido por alguna vía externa. La situación dentro de la empresa estaba totalmente bajo control, Laura.

Las palabras de Andrés intentaban ser tranquilizadoras, pero no lograban calmar la creciente ansiedad de Laura. Se levantó de su silla y comenzó a caminar por la habitación, sus tacones resonaban en el suelo de mármol, acompañando el ritmo de su mente que no dejaba de trabajar en mil posibilidades.

—Sabes lo que está en juego —dijo finalmente, deteniéndose y mirando a Andrés con una mirada que no admitía réplica—. No puedo permitirme fallar en esto, y tú tampoco.

Andrés asintió con un leve movimiento de cabeza, entendiendo el mensaje. Luego, sin decir más, salió del despacho con pasos firmes, sabiendo que Laura no toleraría ninguna falla en esta misión.

Laura se quedó sola en su despacho, el silencio envolvía la habitación como una manta pesada. Miró por la ventana hacia la ciudad que se extendía más allá de los ventanales. La vista de los rascacielos siempre le había dado una sensación de poder y control, pero hoy se sentía diferente. Por primera vez, había una grieta en su armadura, una pequeña fisura que Amelia había creado con una sola reunión. Y esa grieta amenazaba con expandirse si no actuaba rápido.

"Esta guerra acaba de empezar", pensó Laura, apretando los puños con una furia contenida. Sentía el peso del desafío que Amelia representaba, pero algo en su interior le decía que la joven no sería una rival fácil de vencer. Amelia ya no era la mujer tímida que Laura había conocido, y eso la inquietaba. Ahora, tendría que ser más astuta, más rápida, y mucho más despiadada. No solo se trataba de su reputación o de su posición en el Grupo Xiting. Esta vez, se trataba de su supervivencia.

Laura sabía que la estrategia directa no funcionaría con Amelia. Tras fracasar en lanzarla a las garras de Sandro, su intento por debilitarla a través del miedo había fallado. No solo había fallado, sino que había hecho que Amelia volviera aún más fuerte. Laura había notado ese cambio en la sala de juntas, observando cómo Amelia manejaba la situación con una frialdad y precisión que no había anticipado. Amelia había ganado una confianza que la hacía mucho más peligrosa.

Si no podía aplastarla con la fuerza, tal vez pudiera hacerlo con astucia. ¿Qué decían sobre la miel y las trampas? "Atraes más moscas con miel que con vinagre". Si no podía humillarla o intimidarla, entonces tal vez podría seducirla. La idea comenzó a formarse en su mente como una serpiente deslizándose entre las sombras. Si conseguía que Amelia cayera en una situación comprometedora, si lograba que algún hombre atractivo la sedujera y consiguiera algunas fotos incriminatorias, podría destruirla. No solo la destruiría públicamente, sino que también sembraría la duda en Jason, creando una tensión que sería difícil de deshacer.

La seducción y la traición siempre habían sido herramientas poderosas en su arsenal, y Laura sabía cómo manejarlas. Había manipulado a hombres poderosos antes, había jugado con sus deseos para conseguir lo que quería, pero esta vez sería diferente. Esta vez, sería Amelia quien caería.

Laura se sentó en su escritorio y encendió su computadora. Su mirada se fijó en la pantalla mientras comenzaba a inspeccionar su agenda de contactos. Necesitaba un hombre atractivo, carismático, alguien lo suficientemente seductor para atraer la atención de Amelia y lo suficientemente hábil para conseguir lo que ella quería. Pero no cualquiera serviría. Tenía que ser alguien con un encanto natural, que pudiera acercarse a Amelia sin levantar sospechas.

Pasó unos minutos revisando nombres y fotos, sopesando sus opciones. Algunos hombres de la alta sociedad podrían ser útiles, pero ninguno tenía la combinación perfecta de encanto y discreción que necesitaba. Finalmente, encontró a la persona adecuada: Diego Rivas. 

Diego era un modelo y empresario con una reputación impecable en los círculos más elitistas de la ciudad. Con 30 años, su atractivo físico y su habilidad para moverse entre las esferas más altas lo hacían perfecto para la misión. Era conocido por su habilidad para seducir y conquistar, y Laura había escuchado rumores de que era un hombre que no temía involucrarse en situaciones complicadas si había suficiente dinero de por medio.

Satisfecha con su elección, Laura tomó su teléfono y marcó el número de Diego. Después de unos segundos de espera, una voz suave y segura respondió al otro lado de la línea.

—Diego Rivas, ¿con quién hablo?

—Diego, soy Laura Martínez —dijo Laura con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Necesito que hablemos. Tengo una propuesta interesante para ti, algo que podría beneficiarnos a ambos.

Hubo una breve pausa antes de que Diego respondiera, su voz cargada de curiosidad.

—¿Qué tipo de propuesta, Laura?

—Un tipo de trabajo discreto, pero bien remunerado. Te enviaré los detalles por correo. Si te interesa, me gustaría verte mañana por la tarde. Te garantizo que valdrá la pena.

Diego no tardó en aceptar la reunión. Laura sabía que la promesa de dinero y el desafío que le presentaría serían suficientes para atraerlo. Él disfrutaba del juego de la seducción, y esto sería un reto que no podría resistir.

Colgó el teléfono y exhaló lentamente. La primera parte de su plan estaba en marcha, pero aún faltaba un elemento crucial: necesitaba pruebas, fotos que dejaran a Amelia en una posición comprometida. Fotos que Jason no pudiera ignorar, que provocaran una grieta en su relación, o al menos sembraran la semilla de la duda.

Con el teléfono aún en la mano, marcó otro número. Esta vez, estaba contactando a Luis Ferrer, un fotógrafo de renombre que había trabajado en campañas publicitarias para algunos de los ejecutivos más influyentes. Sin embargo, lo que hacía de Luis el hombre ideal para esta tarea no era su destreza para capturar retratos de lujo, sino su habilidad para moverse en las sombras y tomar fotos discretas cuando nadie esperaba ser observado.

Luis respondió con su tono habitual de cortesía.

—¿Laura? Qué sorpresa. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Luis, tengo un trabajo para ti. Un trabajo delicado. Necesito que captures un momento... especial. No en un evento, sino algo más privado. Fotos discretas, pero impactantes. Ya sabes a lo que me refiero.

—Me hago una idea. ¿Y qué tipo de situación estamos hablando?

—Quiero que te asegures de que Diego Rivas y Amelia estén capturados en una situación íntima. No necesitamos nada demasiado explícito, pero sí lo suficiente para hacer que cualquiera que vea esas fotos se haga preguntas. Quiero que las tomes sin que nadie se dé cuenta, y que sean lo suficientemente comprometedoras para que Jason las vea y no pueda ignorarlas.

Luis guardó silencio unos segundos, calibrando el tipo de trabajo que le estaba pidiendo.

—Entiendo. No será barato, pero puedo hacerlo. Necesitaré que me des detalles sobre el lugar y el momento. No quiero improvisar con esto.

Laura sonrió para sí misma. El plan estaba tomando forma rápidamente, y con Diego y Luis involucrados, las piezas parecían encajar a la perfección.

—Te enviaré la información en cuanto lo tenga todo arreglado. Confío en que no habrá problemas.

—No los habrá —respondió Luis—. Haré que parezca natural.

Con ambas llamadas hechas, Laura se permitió unos segundos para pensar. El plan estaba en marcha, pero tendría que ser extremadamente cuidadosa con su ejecución. Amelia era inteligente y había demostrado ser mucho más astuta de lo que Laura había imaginado. Ahora, más segura de sí misma, Amelia no caería fácilmente en una trampa. Pero Laura confiaba en la habilidad de Diego para seducirla, y con las fotos comprometedoras, podría destruirla sin necesidad de un enfrentamiento directo. Si todo salía como lo había planeado, el daño sería irreparable.

"Mañana afinaré los detalles con Diego," pensó, sintiendo una oscura satisfacción. Pronto tendría a Amelia exactamente donde la quería.

Mientras tanto, en el despacho que compartía con Amelia, Mei estaba observando todo desde las sombras. Había estado monitoreando cuidadosamente a Laura durante la última semana, usando sus habilidades tecnológicas para hackear el teléfono y el ordenador de su rival. Sabía que Amelia haría saltar a Laura en la reunión, pero no se había limitado a ver cómo se desarrollaba ese conflicto. Mei estaba dos pasos por delante, vigilando cada movimiento que Laura y su mano derecha, Andrés, hacían. Tenía sus dispositivos también comprometidos y no se perdería ni un solo mensaje entre ellos.

El plan de Laura no era ningún secreto para Mei. La intención de usar a Diego y a un fotógrafo para atrapar a Amelia en una situación comprometida le parecía predecible, aunque no por eso menos peligrosa. Mei conocía muy bien los peligros de las trampas de la seducción, las había visto funcionar antes, y sabía que con la ejecución correcta, podían ser devastadoras. Pero, ¿debería advertirle a Amelia o dejar que enfrentara la situación por sí sola?

Mei siempre había sido extremadamente leal a su hermano Jason. Él confiaba en ella para vigilar desde las sombras, para proteger sus intereses sin necesidad de involucrarse directamente. Y aunque no le gustaba admitirlo, Mei había desarrollado una especie de afecto por Amelia, a quien veía cada vez más cercana a la familia. Todavía no estaba casada con su hermano, pero todo indicaba que el matrimonio no tardaría en llegar. A ojos de Mei, Amelia era prácticamente parte de los Xiting, y como tal, estaba bajo su protección.

Pero Mei también era pragmática y calculadora. Como una auténtica Xiting, sabía que el control lo era todo, y a veces, dejar que las personas se enfrentaran a sus propios desafíos era la mejor manera de evaluar de qué estaban hechas. ¿Realmente sería fiel Amelia a Jason en una situación límite? ¿O cedería ante la tentación que Laura había orquestado? Mei quería verlo por sí misma, no solo para asegurarse de la lealtad de Amelia, sino también para saber hasta qué punto podía confiar en ella cuando las cosas se complicaran.

"No es que la esté traicionando", se dijo a sí misma. "Solo quiero ver cómo reacciona bajo presión. Si las cosas se salen de control, siempre puedo intervenir."

Decidida a seguir adelante con su plan, Mei accedió a los teléfonos de Diego y Luis, los dos hombres que Laura había elegido para llevar a cabo su trampa. En cuestión de minutos, sus dispositivos estaban hackeados. Mei podía ver todo: mensajes, llamadas, planes. Ahora que tenía acceso directo a sus comunicaciones, podría vigilar cada paso del proceso, desde los primeros acercamientos hasta la ejecución final de la trampa.

Sabía que en cualquier momento podía frenar el desastre que se avecinaba. Si veía que la situación se volvía peligrosa para Amelia, intervendría. Pero hasta entonces, dejaría que todo siguiera su curso. Observaba no solo para proteger a su hermano y a Amelia, sino también para asegurarse de que, cuando el momento llegara, Amelia demostrara su verdadera lealtad. 

Mei, desde su posición de poder en las sombras, decidió que por ahora no diría nada. Se limitó a sonreír para sí misma, satisfecha con el control que tenía sobre la situación. Pronto, sabría exactamente de qué estaba hecha Amelia.

El juego de sombras había comenzado, y Mei estaba lista para ver cómo se desenvolvía.