webnovel

Vendida al destino

Amelia no siempre fue Amelia. En una vida pasada, fue un joven que se dejó llevar por la apatía y la indiferencia, grabando en silencio una atrocidad sin intervenir. Por ello, una organización secreta decidió aplicar un castigo tan severo como simbólico: transformar a los culpables en lo que más despreciaban. Convertido en mujer a través de un oscuro ritual, Amelia se ve atrapada en un cuerpo que nunca pidió y en una mente asediada por nuevos impulsos y emociones inducidos por un antiguo y perverso poder. Vendida a Jason, un CEO tan poderoso como enigmático, Amelia se enfrenta a una contradicción emocional desgarradora. Las nuevas sensaciones y deseos implantados por el ritual la empujan a enamorarse de su dueño, pero su memoria guarda los ecos de quien fue, y la constante lucha interna amenaza con consumirla. En medio de su tormento personal, descubre que Jason, al igual que la líder de la organización, Inmaculada, son discípulos de un maestro anciano y despiadado, un hechicero capaz de alterar el destino de quienes caen bajo su control. Mientras intenta reconstruir su vida y demostrar que no es solo una cara bonita, Amelia se ve envuelta en un complejo juego de poder entre los intereses de Inmaculada y Jason, los conflictos familiares y las demandas del maestro. Las conspiraciones se intensifican cuando el mentor descubre en ella un potencial mágico inexplorado, exigiendo su entrega a cualquier precio. Para ganar tiempo, Jason e Inmaculada recurren a métodos drásticos, convirtiendo a los agresores de Amelia en mujeres bajo el mismo ritual oscuro, con la esperanza de desviar la atención del maestro. En un mundo donde la magia, la manipulación y la lucha por el poder son moneda corriente, Amelia deberá encontrar su verdadera fuerza para sobrevivir y decidir quién quiere ser en un entorno que constantemente la redefine.

Shandor_Moon · Urbano
Classificações insuficientes
96 Chs

038. Tensiones en Santa Isabel

El BMW avanzaba suavemente por las calles de la ciudad nazarí, rodeado de la majestuosidad de la Sierra Nevada. La fortaleza nazarí, con sus torres y murallas, se alzaba imponente sobre la colina, iluminada por los rayos dorados del sol. Amelia, Mei y Li Wei observaban en silencio, cada una sumida en sus pensamientos mientras se acercaban al destino.

Amelia intentaba concentrarse en sus correos electrónicos matutinos, pero la tensión en el ambiente era palpable. Mei y Li Wei, sentadas detrás, también parecían cautivadas por la belleza del lugar, aunque la animosidad de Mei hacia Amelia nunca estaba del todo ausente.

—Qué lugar tan impresionante —murmuró Li Wei, rompiendo el silencio, mientras miraba por la ventana.

Mei, siempre con su actitud distante, apenas asintió. Amelia, por su parte, cerró su portátil y se permitió un momento de contemplación. El paisaje, tan diferente del entorno urbano al que estaba acostumbrada, le ofrecía un respiro temporal de las tensiones laborales y personales.

Cuando el BMW finalmente se detuvo frente a la entrada del palacio nazarí, un guía local los esperaba con una sonrisa acogedora.

—Bienvenidas al palacio Nazarí —dijo el guía—. Mi nombre es Alejandro y seré su guía durante esta visita.

Las tres mujeres bajaron del coche y Alejandro las condujo a través de la entrada, donde un aire de historia y misterio parecía envolver cada rincón. Mientras caminaban, Mei seguía lanzando miradas despectivas hacia Amelia, que trataba de mantenerse serena y disfrutar del lugar.

La primera parada fue el Patio de los Leones, donde la fuente central, rodeada por sus leones de mármol, irradiaba una serenidad que contrastaba con el bullicio de la vida moderna. Alejandro comenzó a relatar la historia del lugar, pero Amelia no podía dejar de pensar en el simbolismo de su situación. Los leones, guardianes y protectores, le recordaban a Jason y su constante vigilancia sobre ella, aunque en ese momento ella no sabía que él también estaba en camino.

—Este lugar es un testimonio de la mezcla de culturas y la grandeza de la arquitectura islámica —dijo Alejandro—. Cada detalle, cada azulejo, cuenta una historia de poder y belleza.

Mientras caminaban por los pasillos ornamentados y los patios llenos de encanto, Amelia intentaba concentrarse en la visita. Sin embargo, la presencia hostil de Mei y la indiferencia de Li Wei hacían difícil relajarse.

Justo cuando llegaron a los Jardines del Generalife, un sonido de motor cercano captó la atención de Amelia. Un Jaguar rojo se detuvo cerca de la entrada, y Jason bajó del coche con una expresión serena pero determinada. Amelia se sorprendió al verlo allí, ya que no sabía que él también iba camino del palacio.

—Jason, ¿qué haces aquí? —preguntó Amelia, su sorpresa evidente.

Jason se acercó a ellas con una sonrisa cálida.

—Quería sorprenderte y asegurarme de que esta visita fuera especial para ti —respondió Jason, dirigiendo una mirada significativa a Mei y Li Wei—. Además, pensé que disfrutarías más de este lugar si estuviéramos juntos.

Mei frunció el ceño, claramente molesta por la presencia de su hermano, pero no dijo nada. Li Wei, por otro lado, parecía aliviada de ver a Jason.

—Vamos, Amelia. Hay tanto que quiero mostrarte —dijo Jason, ofreciéndole su brazo.

Amelia tomó su brazo, sintiendo un alivio inmenso por su presencia. Juntos, comenzaron a recorrer los jardines, mientras Mei y Li Wei los seguían a una distancia prudente, con Alejandro guiándolos.

Los jardines del Generalife, con sus fuentes burbujeantes y exuberantes plantas, ofrecían un respiro de la tensión acumulada. Jason y Amelia caminaban juntos, disfrutando del entorno y la compañía mutua.

—Gracias por esto, Jason —dijo Amelia, apretando su brazo—. Realmente necesitaba algo así.

—Siempre estaré aquí para ti, Amelia. No lo olvides —respondió Jason, mirándola a los ojos.

Cuando estaban a punto de salir del palacio Nazarí, Jason llamó un momento a Mei aparte.

—Mei, quiero hablar contigo a solas antes de continuar con la jornada —dijo, su tono dejando claro que no era una sugerencia.

Mei asintió, siguiendo a Jason a una esquina tranquila del palacio mientras Amelia y Li Wei se quedaban con los guardaespaldas.

—Jason, ¿qué pasa? —preguntó Mei, cruzando los brazos con una mezcla de curiosidad y desdén.

Jason la miró con dureza, una expresión que rara vez dirigía a su hermana.

—He visto cómo has estado tratando a Amelia. Las humillaciones, los abusos. No voy a tolerar más este comportamiento, Mei.

Mei abrió la boca para protestar, pero Jason la interrumpió con una firmeza que la hizo retroceder un paso.

—No te molestes en negarlo. No importa cómo lo sé. Lo que importa es que se detendrá ahora mismo. Amelia es mi pareja y la tratarás con el respeto que merece. No es tu esclava ni tu sirvienta. Si vuelvo a enterarme de algo similar, habrá consecuencias graves.

Mei intentó mantener su postura desafiante, pero la intensidad en la voz y la mirada de Jason la hizo vacilar. Sus ojos brillaban con una mezcla de furia y decepción.

—¿Y qué vas a hacer al respecto, Jason? ¿Me castigarás? —respondió Mei, su voz temblando ligeramente.

Jason dio un paso más cerca, invadiendo su espacio personal, su presencia dominante y amenazadora.

—No subestimes lo que soy capaz de hacer, Mei. Esto no es un juego. A partir de hoy, cambiarás tu comportamiento hacia Amelia. No habrá más humillaciones, ni abusos. Si vuelvo a enterarme de algo similar, no dudaré en tomar medidas más drásticas. Y créeme, no querrás descubrir cuáles son.

Mei tragó saliva, la resolución en su expresión comenzando a desmoronarse ante la inquebrantable firmeza de Jason.

—Está bien. No volverá a ocurrir —dijo, su voz apenas un susurro, consciente de que su hermano hablaba en serio.

Jason asintió, su expresión suavizándose un poco, pero sin perder la seriedad.

—Me alegra escuchar eso. Pero entiende, Mei, esto es tu última advertencia. No habrá segundas oportunidades.

Mei asintió lentamente, sintiendo el peso de las palabras de Jason. Sabía que su hermano no hacía promesas vacías y que había cruzado una línea que no debía haber cruzado.

Tras la intensa conversación entre Jason y Mei, el grupo se dirigió hacia el pintoresco barrio de Santa Isabel, conocido por sus calles empedradas y casas blancas. Mientras caminaban por las estrechas callejuelas, el ambiente se tornaba cada vez más tenso. Mei avanzaba con pasos firmes y una expresión endurecida, claramente irritada por la reprimenda de su hermano. Jason, consciente de la situación, intentaba suavizar el ambiente con comentarios sobre la historia y la belleza del lugar, pero sus esfuerzos parecían inútiles.

—Miren esta vista, es espectacular —dijo Jason, señalando un mirador con una vista impresionante de la fortaleza árabe bañada por la luz del sol.

Amelia, sin embargo, apenas levantó la vista. Aunque la vista era hermosa, su mente estaba ocupada con pensamientos de enojo hacia Jason. No podía evitar sentirse molesta por cómo él se había interpuesto en su conflicto con Mei. Sentía que podía manejar la situación por sí misma y la intervención de Jason, aunque bien intencionada, había complicado las cosas.

—Sí, es bonita —respondió Amelia secamente, sin poder ocultar su irritación.

Jason suspiró, sabiendo que algo más profundo estaba molestando a Amelia. Intentó tomarle la mano, pero ella la retiró suavemente, su mirada fija en el empedrado bajo sus pies.

—Amelia, hablemos cuando lleguemos a casa, ¿de acuerdo? —dijo Jason en un tono bajo, intentando no agravar la situación.

—Sí, claro —contestó Amelia, sin comprometerse realmente, mientras aceleraba un poco el paso.

Li Wei, notando la creciente tensión, trataba desesperadamente de mantener la paz. No entendía del todo por qué Mei y Amelia estaban tan enojadas con Jason, pero sabía que el ambiente necesitaba mejorar.

—¡Miren esos balcones llenos de flores! Es como un cuadro —dijo Li Wei con una sonrisa, tratando de animar al grupo.

Mei no respondió, su rostro seguía mostrando una mezcla de enojo y frustración. Amelia apenas asintió, perdida en sus pensamientos sobre la confrontación que inevitablemente tendría con Jason más tarde.

Mientras avanzaban, Jason continuaba intentando mejorar el ambiente, señalando diversos puntos de interés y haciendo comentarios sobre la arquitectura y la historia del barrio.

—Este barrio tiene una energía única, ¿no creen? —preguntó Jason, buscando la aprobación de las mujeres.

—Sí, supongo —respondió Mei, su tono gélido y distante.

Li Wei miró a Jason con preocupación, sintiendo la incomodidad palpable en el aire. Desesperada por aliviar la tensión, decidió intervenir directamente.

—Jason, Mei, Amelia... ¿por qué no tomamos un momento para disfrutar del té en una de esas terrazas? Puede ser relajante y quizás nos ayude a sentirnos mejor —sugirió Li Wei, su voz llena de esperanza.

Jason miró su reloj, notando que era casi la hora del almuerzo y el restaurante que había reservado no estaba muy lejos.

—Buena idea, Li Wei, pero mejor iremos a almorzar. Tengo reservado en un restaurante típico de este barrio. ¿Qué les parece?

Amelia se encogió de hombros, mientras que Mei apenas hizo un gesto de asentimiento. Con un suspiro de alivio, Jason los guió hacia un restaurante con una vista panorámica de la fortaleza y un espectáculo flamenco. Las calles empedradas del barrio de Santa Isabel resonaban con el eco de sus pasos mientras avanzaban hacia el restaurante.

El lugar era encantador, con una terraza desde la cual se podía ver la majestuosidad del palacio Nazarí. Los sonidos del flamenco llenaban el aire, creando una atmósfera única y cautivadora. Se sentaron en una mesa estratégicamente ubicada para disfrutar de la vista y el espectáculo.

En cuanto se sentaron, Amelia miró a Mei con una expresión determinada.

—¿Te importaría acompañarme al servicio? —preguntó, tratando de mantener un tono neutro.

Amelia sabía que en Hesperia las mujeres no solían ir solas al baño, pero desconocía si en Suryavanti también se daba ese comportamiento. Mei asintió y se levantó para acompañar a Amelia, dedicándole una mirada de desprecio a su hermano.

Jason no estaba feliz con la actitud de ambas. Había intervenido para ayudar a Amelia, pero ahora ella parecía muy enfadada. Li Wei miraba a Jason con lástima, notando que estaba recibiendo un trato horrible por parte de las dos mujeres.

En el baño, Amelia aprovechó la oportunidad para hablar con Mei en privado.

—Mei, creo que Jason te ha reprendido. Te aseguro, yo no lo he pedido, es más, anoche le pedí que me dejara arreglar nuestra disputa a mi manera —dijo Amelia, tratando de mantener la calma.

Mei cruzó los brazos y la miró con frialdad.

—Aún quería pisarte un poco más, pero ahora no puedo ni criticarte. ¿Crees que esto es fácil para mí? Tú apareces de la nada y de repente todo gira en torno a ti. Jason te protege como si fueras intocable, y yo quedo relegada —respondió Mei, su voz llena de resentimiento—. Yo siempre he sido la princesa de la familia Xiting y Jason en concreto era quien más me cuidaba.

—No estoy aquí para quitarte a tu hermano, Mei. Solo quiero encontrar mi lugar y vivir en paz. No tenemos que ser amigas, pero al menos podemos intentar no hacernos la vida imposible —replicó Amelia con firmeza.

Mei la miró por un largo momento, evaluando sus palabras. Finalmente, suspiró y asintió, aunque sin mucho convencimiento.

—Está bien, intentaré no ser tan... hostil. Pero no esperes que esto cambie de la noche a la mañana —dijo Mei, dejando claro que no iba a ser fácil.

Amelia asintió, aceptando la pequeña victoria.

—Gracias, Mei —dijo, tratando de mostrar gratitud—. ¿Cómo puedo agradarte? Sin despertar la hostilidad de Jason.

—Pues como hablamos en el coche, ruega a Jason por dejarme quedar más tiempo. Me encantaría verte arrodillarte una temporada más y menospreciarte, pero después de la amenaza de Jason tengo miedo a ser azotada si hago algo así.

—¿Por qué necesitas eso de mí? No te vale con comportarme como tu hermano y mimarte.

Mei se apoyó contra el lavabo y reflexionó sobre sus palabras. Le encantaba humillar a Amelia, ya no era tanto por sentirse desplazada por ella en el corazón de Jason. Era algo enfermizo. Esa sensación de poder. Ciertamente en Suryavanti podía tratar así a las criadas, pero hacerlo con la prometida de Jason era algo superior. Amelia no era una simple muerta de hambre que necesitaba satisfacer a su ama para evitar ser despedida y pasar necesidades. Amelia tenía poder y dinero para no arrodillarse ante ella. Miró hacia el techo y respondió tras un suspiro.

—Por la sensación de poder. Eres bella, inteligente y poderosa, aunque esto último no seas consciente. Si tú te arrodillas ante mí, ¿cuál es mi poder?

Amelia la miró, sorprendida por la honestidad de Mei. Comprendía ahora que la hostilidad de Mei no se debía solo a los celos, sino a una necesidad más profunda y oscura de control y dominación. Era un reto para Amelia, pero también una oportunidad para intentar redirigir esa dinámica.

—Mei, entiendo que puedas sentirte así, pero no puedo ser tu enemiga en esto. Si necesitas sentir poder, podemos encontrar otras formas, maneras en las que ambas podamos ganar algo. Pero humillarme no es la solución. Puedo hablar con Jason para que te quedes más tiempo, pero debemos trabajar en esto juntas, no en contra.

Mei la observó en silencio, sopesando sus palabras. Finalmente, asintió lentamente.

—Está bien, hablaré con Jason sobre quedarme más tiempo. Pero no esperes que me convierta en tu amiga de la noche a la mañana. Esto es solo un primer paso.

—Es todo lo que pido, Mei. Gracias —respondió Amelia, extendiendo la mano en un gesto de paz.

Mei miró la mano extendida y, tras un momento de vacilación, la estrechó brevemente antes de soltarla y salir del baño.

Regresaron a la mesa, donde Jason y Li Wei las esperaban. Jason observó a Amelia con preocupación, pero ella le dio una pequeña sonrisa tranquilizadora. Sabía que todavía tendrían mucho de qué hablar, pero por ahora, quería disfrutar del almuerzo y del hermoso entorno.

El espectáculo flamenco comenzó, llenando el ambiente con su energía y pasión. Jason intentó relajarse y disfrutar del momento, aunque la tensión aún se palpaba en el aire.

Li Wei, siempre la pacificadora, trató de iniciar una conversación ligera sobre la música y la cultura del lugar.

—Este espectáculo es realmente impresionante, ¿no creen? —dijo Li Wei, tratando de animar el ambiente.

—Sí, es increíble —respondió Amelia, intentando seguirle la corriente y aliviar la tensión.

Mei se limitó a asentir, pero al menos parecía más tranquila que antes. Jason observó a todos con cuidado, esperando que el resto del día transcurriera sin más conflictos.

El almuerzo continuó con una atmósfera un poco más relajada, aunque aún quedaban muchas cosas por resolver. Jason sabía que habría conversaciones difíciles más adelante, pero por ahora, estaba agradecido por el pequeño progreso que habían logrado. Mientras la música del flamenco resonaba a su alrededor, decidió centrarse en disfrutar del momento y en el hermoso entorno que los rodeaba.