El coche se detuvo suavemente frente a la majestuosa mansión de Jason. Las luces exteriores iluminaban el camino de entrada, proyectando sombras alargadas sobre el impecable jardín, que se extendía como un manto verde perfectamente cuidado. Amelia y Jason descendieron del coche, ambos envueltos en un silencio cargado de tensiones no expresadas.
Amelia observó la fachada de la mansión con una mezcla de asombro y aprensión. Las paredes de piedra y las grandes ventanas reflejaban la luz del sol poniente, dándole a la casa un aire de antigua fortaleza. Sin embargo, en su mente, los pensamientos revoloteaban entre la posible traición de Jason y las preocupaciones por Lucía. Sentía una punzada de dolor cada vez que recordaba las miradas cansadas y sudorosas de Jason e Inmaculada, imágenes que no lograba expulsar de su mente. La sensación de duda y confusión la envolvía, como si una sombra oscura se hubiera instalado en su corazón.
A su lado, Jason miraba la mansión con una expresión seria, sus ojos fijados en la entrada pero con la mente en otro lugar. Interpretaba el silencio de Amelia como un reflejo del estrés y la fatiga del día, sin sospechar las verdaderas razones de su distanciamiento. Sentía una inquietud creciente, una sensación de que algo intangible se interponía entre ellos, pero no sabía cómo abordar el tema sin añadir más tensión a la ya complicada situación.
—Vamos adentro. Debemos cenar y luego descansar un poco —dijo Jason, intentando romper el hielo con un tono que intentaba ser casual, pero que no podía ocultar la preocupación subyacente.
Amelia asintió en silencio, siguiendo a Jason al interior de la mansión. El eco de sus pasos resonaba en el amplio vestíbulo, añadiendo una capa de inquietud al ambiente. Cada paso parecía retumbar en sus corazones, amplificando el silencio tenso que los rodeaba. Las paredes, decoradas con elegantes obras de arte y fotografías familiares, parecían observarlos con una mirada inquisitiva, como si percibieran la tensión latente entre ellos.
Mientras cruzaban el vestíbulo, Amelia no podía evitar sentirse pequeña e insignificante frente a la opulencia del lugar. Cada objeto, cada detalle, parecía recordarle la brecha que sentía crecer entre ellos. Por su parte, Jason, aunque acostumbrado al lujo que le rodeaba, sentía el peso de la responsabilidad y la presión de proteger a Amelia de todo lo que se cernía sobre ellos. Sin embargo, las palabras se le antojaban esquivas, y el silencio que pretendía ser reconfortante se convertía en una barrera insalvable.
La mansión, normalmente un refugio de tranquilidad y seguridad, ahora parecía un escenario de confrontación silenciosa. Ambos sabían que tenían que hablar, pero el miedo a herir al otro, a desencadenar una discusión que no sabían cómo terminaría, les impedía abrirse por completo. El aire se sentía denso, cargado de emociones no expresadas y sospechas no confirmadas, creando una atmósfera de tensión que envolvía cada rincón de la casa.
Entraron al comedor, preparados para una cena que prometía ser tan silenciosa como el resto de la noche, cada uno luchando con sus propios demonios y esperando encontrar una manera de superar las barreras que ahora parecían infranqueables.
La mesa del comedor estaba impecablemente puesta, con platos de porcelana fina y cubiertos de plata brillando bajo la luz de los elegantes candelabros. Un banquete delicadamente preparado por el chef personal de Jason estaba dispuesto ante ellos, los aromas deliciosos llenando el aire. Sin embargo, la atmósfera seguía cargada de tensión, como una nube oscura que se cernía sobre ellos.
Amelia se sentó frente a Jason, sus movimientos algo rígidos mientras intentaba mantener la compostura. Sus ojos evitaban los de él, fijos en el plato mientras jugueteaba nerviosamente con el tenedor. Jason, consciente del cambio en la dinámica entre ellos, intentó iniciar una conversación para aliviar la tensión.
—Amelia, ¿cómo te sientes después de todo lo que ha pasado hoy? —preguntó con suavidad, su voz llena de genuina preocupación, esperando romper el muro de silencio que los rodeaba.
—Estoy bien, solo cansada —respondió Amelia, su tono más distante de lo habitual, una barrera clara entre sus palabras y sus verdaderos sentimientos.
Jason frunció el ceño, notando el cambio en su actitud pero sin comprender la verdadera razón. La preocupación y la frustración se mezclaban en su interior. —Sé que ha sido un día difícil. Estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites —dijo, intentando ofrecerle un punto de apoyo.
—Sí, claro, gracias —dijo Amelia, forzando una pequeña sonrisa que no llegaba a sus ojos, el rastro de desconfianza aún presente en su mirada y en su tono.
El silencio que siguió era espeso, casi palpable. Los sonidos de los cubiertos contra los platos parecían resonar con fuerza en el comedor, cada ruido amplificado por la falta de conversación. Jason se sentía cada vez más frustrado, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para acercarse a Amelia y entender lo que estaba ocurriendo. La barrera entre ellos, en lugar de disminuir, parecía crecer con cada intento fallido de comunicación.
Amelia, por su parte, luchaba con una tormenta interna de emociones. La imagen de Jason e Inmaculada, cansados y sudorosos, se repetía una y otra vez en su mente, alimentando sus sospechas y su sentido de traición. Quería confrontarlo, pedirle explicaciones, pero el miedo a las respuestas que podría recibir la mantenía en silencio. Cada mirada que evitaba, cada palabra medida, era un intento desesperado de mantener la calma mientras su mundo interior se tambaleaba.
Cerca del final de la cena, Jason tomó un pequeño vial de su bolsillo y lo colocó delicadamente frente a Amelia. La miró con una mezcla de ternura y seriedad.
—Amelia, quiero que tomes esto. Es importante —dijo, intentando sonar lo más cariñoso posible.
Amelia lo miró con el ceño fruncido, tomando el vial entre sus dedos. —¿Qué es esto? —preguntó, su tono lleno de desconfianza.
—Es un anticonceptivo. Es para asegurarnos de que no haya complicaciones —explicó Jason, intentando mantener su voz calmada y tranquilizadora.
El rostro de Amelia se endureció al escuchar la explicación. Una oleada de ira y celos la atravesó. —Quizás debería tomárselo la señora Montalbán —replicó con frialdad, aunque obedientemente destapó el vial y bebió su contenido.
Jason se quedó inmóvil por un momento, sorprendido por la dureza de su respuesta. La frase hizo saltar las alarmas en su mente, dándose cuenta de que Amelia podría estar celosa de Inmaculada. Sin embargo, decidió no confrontarla en ese momento, temiendo empeorar la situación si abordaba el tema sin prepararse adecuadamente.
—Gracias por tomártelo. Es solo para nuestra seguridad —dijo suavemente, intentando no agregar más tensión.
Amelia asintió en silencio, su mirada fija en la mesa mientras el líquido frío del vial descendía por su garganta. La cena terminó en un silencio aún más espeso, ambos sumidos en sus pensamientos. Jason, ahora más consciente de los posibles celos de Amelia, planeaba cómo abordar el problema más adelante sin agravar la situación.
Amelia, por su parte, se sentía traicionada y sola, sus pensamientos girando en un torbellino de emociones contradictorias. La tensión entre ellos se hacía cada vez más palpable, un muro invisible que parecía crecer con cada minuto que pasaba.
Finalmente, la cena llegó a su fin. Jason, con una mirada de determinación, decidió no presionar más, esperando que el tiempo y la paciencia pudieran eventualmente romper la barrera invisible entre ellos. Amelia, aún inmersa en sus pensamientos, se levantó de la mesa con un suspiro, preparada para enfrentar el resto de la noche con la misma mezcla de incertidumbre y desconfianza.
Después de la cena, se dirigieron a la biblioteca, una habitación vasta con estanterías llenas de libros que se extendían hasta el techo. La luz tenue de las lámparas de lectura iluminaba las hileras de volúmenes encuadernados en cuero, creando un ambiente de tranquilidad y conocimiento. Amelia se sentó en un escritorio de madera oscura, encendiendo la lámpara de lectura y sacando su portátil para preparar la reunión del día siguiente. La pantalla brillaba con una luz fría y azulada, contrastando con el cálido resplandor de la biblioteca.
Jason se acercó a ella, colocándole una mano en el hombro. —¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó, su voz cargada de una mezcla de preocupación y frustración por la distancia creciente entre ellos.
Amelia se tensó ante el contacto, pero mantuvo la calma. —No, gracias. Solo necesito concentrarme en esto —respondió, sin mirarlo a los ojos, su tono carente de la calidez habitual.
Jason suspiró, intentando aliviar la tensión. —¿Te preparo algo? ¿Un sex on the beach? —ofreció con una sonrisa forzada, esperando que una broma ligera pudiera suavizar el ambiente.
Amelia lo miró con rencor en los ojos, la herida emocional claramente visible. —¿Por qué no te vas a tener sexo en la playa con la señora Montalbán? —replicó con acritud, sus palabras cargadas de dolor y celos.
Jason, sorprendido por la intensidad de su respuesta, perdió los nervios. Con un movimiento rápido y decidido, le cruzó la cara. —Ya es suficiente. ¿Por qué piensas que deseo tener sexo con Inmaculada Montalbán? —su voz era dura, el eco de su mano resonando en la silenciosa biblioteca.
Los ojos de Amelia brillaban con rencor mientras llevaba la mano a la mejilla golpeada, su expresión una mezcla de incredulidad y furia. —¿Pienso? ¿Qué cosa discutisteis en otra habitación y os hizo sudar? Ni siquiera os molestasteis en disimular duchándoos —dijo, su voz temblando de emoción contenida.
Jason cerró los puños, luchando por contener su ira. —Lo que hicimos no es asunto tuyo, pero puedes estar tranquila, no nos acostamos. Por otro lado, eres de mi propiedad y no te debo explicación alguna —dijo, su tono firme y autoritario.
Amelia lo miró, sus ojos llenos de lágrimas y desesperación. —Debo interpretar el papel de tu novia. ¿Una novia no se debe indignar cuando su novio le está poniendo los cuernos? —dijo, levantándose para enfrentarlo. Pero al ver la furia en los ojos de Jason, se arrepintió y agachó la cabeza—. Lo siento —se disculpó, comenzando a llorar—. Tu hermana viene en unos días, con una pretendiente, y yo te monto un número. Me has tratado tan bien estos días que olvidé mi situación.
Jason la abrazó, acariciando su pelo suavemente, tratando de calmarla. —Tranquila, yo también he dicho cosas que no debería. Sí, eres de mi propiedad, pero no quiero tratarte como una esclava. Solo confía en mí. Entre Inmaculada y yo solo hay una rivalidad, un maestro común, negocios y tú. Me gustaría confesarte lo que hicimos, pero aún es pronto para darte acceso a ese conocimiento. Si te lo explico y las cosas se tuercen, tendría que matarte. Hay cosas que no te explicaré hasta pasado mucho tiempo —dijo, con voz suave y conciliadora.
Amelia se aferró a él, su cuerpo temblando ligeramente. —Lo siento, creo no estar preparada para esta presión. Las calumnias en internet, en la empresa, el enfado de Lucía y tus secretos me han sacado de mis casillas. Esta mañana solo pensaba en cómo lucir más sexy para ti. Ahora me encuentro al borde de un ataque de ansiedad y te ataco cuando solo me has defendido y mimado —confesó, con su voz llena de vulnerabilidad.
Jason suspiró, sintiendo la carga de sus propias decisiones. —Debía haber hecho las cosas de otro modo y no tener secretos, pero no tengo solución para eso. ¿Nos jugamos al billar para decidir quién tiene la culpa? —trató de bromear, una pequeña sonrisa asomando a sus labios.
Amelia esbozó una leve sonrisa, aunque el estrés aún era evidente en su rostro. —Yo tendría la culpa. Mejor prepárame el sex on the beach y me concentro en preparar la reunión de mañana —dijo, intentando recuperar algo de normalidad.
Jason asintió y se dirigió a preparar la bebida, dejando a Amelia con sus pensamientos. La biblioteca, con su atmósfera de sabiduría acumulada, ofrecía un refugio temporal de las tormentas emocionales que ambos enfrentaban. Mientras Amelia se sumergía en sus notas y planes para la reunión, Jason reflexionaba sobre cómo abordar los celos de Amelia y la complejidad de su relación.
Finalmente, Amelia cerró su portátil y se levantó, dirigiéndose al dormitorio. Jason la siguió en silencio, ambos sintiendo la pesada carga del día sobre sus hombros. El aire entre ellos estaba cargado de una tensión palpable, una mezcla de emociones no expresadas y preocupaciones que pesaban como una losa.
Al entrar en el dormitorio, Amelia se dirigió al baño para prepararse para la noche. La puerta se cerró detrás de ella, dejando a Jason solo en la habitación. Se sentó en el borde de la cama, mirando la puerta cerrada con una mezcla de impotencia y tristeza. Sabía que Amelia estaba emocionalmente agotada, y él también sentía el peso de sus propios secretos, los cuales parecían interponerse como una barrera invisible entre ellos.
Mientras Amelia estaba en el baño, Jason repasaba mentalmente el día, desde la rueda de prensa hasta el incómodo encuentro en la mansión de Inmaculada. Sus secretos y la presión constante que Amelia estaba soportando solo parecían agravar la situación. Quería consolarla, pero sabía que cualquier intento podría ser en vano mientras esas barreras permanecieran.
Cuando Amelia salió del baño, su rostro mostraba signos de cansancio. Se dirigió directamente a la cama, sin decir una palabra. Jason la observó, buscando en su rostro alguna señal de la mujer alegre y valiente que tanto admiraba y protegía. Sin embargo, lo único que veía era una mezcla de agotamiento y desconfianza.
—Amelia, si puedo hacer o decir algo para aliviarlo todo, por favor, háblame —dijo Jason finalmente, su voz llena de una mezcla de tristeza y frustración.
Amelia se volvió hacia él, sus ojos brillando con emociones contenidas, luchando por no desbordarse. —Solo necesito dormir, Jason. Mañana será otro día —respondió, su voz temblando ligeramente, reflejando la fragilidad que sentía en ese momento.
Jason asintió, sintiendo una punzada de dolor al ver su vulnerabilidad. Se acostó a su lado, pero la distancia física y emocional entre ellos era casi insuperable. La tensión en la habitación era casi tangible, y ambos sabían que tendrían que enfrentar sus problemas eventualmente.
Jason se dio cuenta de que, a pesar de sus mejores esfuerzos, sus secretos y la presión que Amelia estaba soportando eran barreras que no podía derribar fácilmente. Quería protegerla, pero cada día se hacía más evidente que su protección también era una carga para ella.
Amelia, por su parte, luchaba con la sensación de traición y la incertidumbre sobre su futuro. Quería confiar en Jason, pero las dudas y el dolor del día la dejaban emocionalmente tocada. Se giró hacia la ventana, mirando la oscuridad exterior mientras sentía la presencia de Jason a su lado, tan cercana y a la vez tan distante.
Ambos cerraron los ojos, intentando encontrar un momento de paz en el caos de sus pensamientos. Pero el silencio y la incomodidad reinaban en la mansión, envolviendo a Jason y Amelia en una noche de inquietud y desconfianza. Sabían que el camino por delante sería difícil y que solo el tiempo y la verdad podrían sanar las heridas que el día había dejado.
Mientras la oscuridad de la noche los envolvía, ambos intentaron aferrarse a la esperanza de que, a pesar de todo, podrían superar los obstáculos juntos. Pero por ahora, la distancia y la incertidumbre los mantenían atrapados en una frágil tregua, esperando que el amanecer trajera consigo un nuevo comienzo.