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Prólogo

Miles de lunas pasaron sobre mi cabeza, muchas angustias superaron mis fuerzas. Me quedo perplejo ante mis oscuros deseos y mala suerte. Dejé el amor y la sangre de mi sangre a merced del mal que brotó de mi negro corazón. Aún no me explico cómo sucedió ni por qué, solo recuerdo que caminé hasta el lago después de haber cazado un ciervo algo peculiar. Tenía un blanco pelaje algo brillante y suave, una vez yacía muerto después de dispararle una flecha al corazón me acerqué. Cuando retiré la flecha noté cosas muy extrañas en la anatomía de este animal, tenía manos en vez de patas o garras, tenía senos, y un largo cabello que brotaba de una pequeña cabeza que parecía ser humana y cuernos tan afilados que parecían espadas. Me asusté, el miedo me invadió, recorrió todo mi ser, no sabía qué hacer. Había matado algo que no entendía y que no estaba dispuesto a entender.

Después de un par de horas sentado sobre una humeda roca holiendo el barro y la sangre fétida que brotaba de la extraña criatura, decidí que debía volver a casa con mi esposa he hija. Pero, tan pronto me incorporé vi que algo se acercaba, algo con alas. Me moví muy rápido y terminé detrás de un árbol que apenas cubría mi figura. Escuché unos incómodos chasquidos que venían de ese ser, no lo podía ver pero entendía lo que era, la imagen estaba muy clara en mi cabeza. Eran garras, alas carnudas y ojos enormes, era una flaca bruja del bosque. Todo estaba en silencio, ni grillos ni ranas pronunciaban sonido alguno, solo mi corazón, al que podía escuchar claro y fuerte, corazón que quería emerger de mi boca con mucho afán. Luego decidí asomarme para saber qué sucedía, logré distinguir la silueta de la bruja acariciando el suave pelaje del ciervo. Un extraño gemido salió de su ser seguido de un estruendoso llanto, apresuró el vuelo y se marchó del lugar rompiendo ramas de los árboles a su paso. Volví la mirada al suelo para recoger mi arco y flechas, miré dentro de mí y por alguna extraña razón me sentía sucio. Pero bueno, debo volver a casa. Levanté la mirada y ahí estaba ella justo frente a mí, mirándome a los ojos fijamente, era mi fin, era el dolor y la angustia, la muerte personificada era, la bruja.

No recuerdo, por más que lo intento no recuerdo lo que sucedió después. Solo recuerdo ver a mi esposa cortada en pedazos y distribuida en varias partes de nuestra casa. Yo tenía un hacha en mis manos que estaban cubiertas de sangre, lo hice yo, no pudo ser nadie más. Tomé a mí bebé que no paraba de llorar y en medio de la espesa lluvia la interné en el bosque. Comencé a cabar un agujero en el suelo, lo hice tan profundo como debía ser para un bebé y entonces la sepulté, estando viva aún la cubrí con tierra hasta que ya no pude escuchar más su llanto. Y aquí estoy aún perplejo intentando entender lo que pasó, me quedé sin fuerzas y poco a poco sentí como mi cuerpo se comenzó a hundir en el lodo hasta que ya no quedó nada sobre la superficie.

Sentí como mi vida se perdía y como mi alma se desvanecía. Pude darme cuenta de que mi cuerpo descendió varios metros y que mi alma moribunda abandonaba mi cuerpo, y fue así como lo ví, ví a un duende muy pequeño acercase a mi hija para sacarla de la tumba que hice para ella. Al menos estaba viva, pensé. Y es lo último que recuerdo y que recordaré, los demonios no me dejan en paz, y tampoco la culpa por mis crímenes. Solo espero que en algún lugar mi pequeña niña viva.