La ciudad urbana se sumió en un estado de calma tras el sellado del "Cuchillo del Pasado". Los ciudadanos, ajenos a los eventos sobrenaturales que habían ocurrido, disfrutaban de la tranquilidad restaurada, inconscientes del sacrificio de Chara para protegerlos.
Frisk y sus amigos llevaban consigo el peso de la pérdida de Chara, pero también una sensación de paz y logro por haber asegurado la seguridad de la ciudad. Decidieron honrar la memoria de Chara manteniendo su legado vivo, recordando su valentía y compromiso con la redención.
La vida en la ciudad urbana continuaba su curso normal, con la gente y los monstruos coexistiendo en armonía. Frisk se convirtió en un símbolo de unidad y esperanza, recordando a todos la importancia de la amistad y el trabajo en equipo.
En el transcurso de los días, Frisk y sus amigos se dedicaron a ayudar a la comunidad, colaborando en proyectos para mejorar la convivencia entre humanos y monstruos. Establecieron programas de intercambio cultural y actividades inclusivas que fortalecían los lazos entre ambos grupos.
La memoria de Chara se convirtió en una inspiración para todos. Su sacrificio sirvió como recordatorio del valor de la redención y la voluntad de superar los errores del pasado para construir un futuro mejor.
Frisk visitaba periódicamente el lugar donde yacía el cuchillo sellado, reflexionando sobre el precio pagado por la paz. Sentía la presencia etérea de Chara, reconociendo su importancia como guardián silencioso de la estabilidad de la ciudad.
El grupo de Frisk, unido por la experiencia compartida, se mantenía fuerte y unido. Aunque la partida de Chara dejó un vacío, su legado perduraría como un faro de esperanza y redención en la historia de la ciudad urbana.
Y así, la vida continuó, tejiendo nuevas historias de amistad y colaboración en una ciudad que había sido testigo del poder del perdón y la determinación de cambiar.