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La casa de Lucas

Tras una larga caminata desde la urbanización de Alex, suspira parado en la entrada de su edificio, seca su sudor. Se apoya sobre la puerta y esta, para su sorpresa, es abierta. Se recompone rápidamente y mira a la responsable, una vecina suya.

"¡Buenos días!" dice Lucas sujetando la puerta tras recomponerse.

"Buenos." responde la señora, algo antipática.

La deja pasar y entra al ascensor. Observa el reloj mientras sube a su planta, condenado reloj. Espera haber dado un mal gusto al hombre, "Es un capullo", piensa Lucas. Lo revisa, parecía esperar ver algo nuevo esta vez. Le da la vuelta y ve la inscripción que tanta gracia le hace. Se abren las puertas del ascensor y ahí parada no encontramos con su vecina, Isabel.

"¿Qué es tan gracioso?" pregunta ella con su propia risa, Lucas se pega un susto que la preocupa. "¡Perdón!"

"No no… estoy bien, pero no hagas eso de nuevo, por favor." se revisa el corazón con teatralidad y sale del ascensor antes de quedar encerrado. El reloj llama la atención de Isabel.

"¿Has visitado a algún abuelo lejano que te ha dado una reliquia familiar?" Lucas se lo ofrece para que pueda verlo mejor, ella lo toma con intriga, examinándolo con cuidado. "¿Una inscripción? Qué clásico." la lee y mira a Lucas abrazando el reloj, "¡Qué inspirador! ¿Es una herencia familiar?"

"No, ni de coña. Mi abuelo nunca escribiría algo así, ganó todo con la lotería." finge ofensa ante tal pregunta. Isabel ladea la cabeza, confundida. La mira sonriendo, captando su curiosidad decide aprovechar para contar la historia. "¿Quieres saber de dónde lo he sacado?" ella asiente con la cabeza con gran interés. "Pues escucha, te va a gustar."

Estaba sentado en un banco de la gran plaza, dos niños corrían de un lado a otro. Apareció un hombre que llamó mi atención, parecía un empresario, en especial por su americana del brazo. Se notaba que tenía prisa, la cara llena de nervios. Estaba casi trotando, así que entre su andar y los chiquillos corriendo, se chocaron los tres. El más pequeño se cayó al suelo y se echó a llorar mientras que el otro le hizo de colchón, al hombre parecía que no se le cayó nada, pero empezó a gritarles.

"¡¿Qué creéis que estáis haciendo?! ¡Tenéis que ver por dónde vais!" gritaba muy enfadado.

Los pobres se asustaron, no sabían que hacer, el mayor estaba al borde de las lágrimas, pero quería proteger al menor y a su vez buscaba ayuda entre las personas cercanas, pero nadie les hacía caso. Un adulto desconocido les empezó a gritar de la nada después de chocar contra ellos, menos mal que no parecían estar heridos. El pequeño seguía llorando, aún así el tipo seguía gritando. Nadie hacía nada, estuve a punto de ir a decirle que se tome un paseo.

En eso se le acerca este gorila de dos metros y medio, enorme. Los niños corrieron a esconderse detrás de él, supuse que era el padre. ¿Y qué crees? El tipo seguía con ganas de bronca contra alguien que le sacaba dos cabezas.

"¿Eres tú el padre de esos bichos? Vigila por dónde andan a la próxima, estoy de camino a una reunión muy importante." decía el señorito, no sé el padre, pero a mí me dio un cosquilleo en la mano.

El padre lo miraba fijamente, juraría que se le marcó alguna vena. Pero el llanto de su niño lo hizo dejar de prestar atención al tipejo, los agarró en brazos y se marchó con el tipo gritando a sus espaldas.

"¡Eso es! Llévatelos de aquí, solo estorban." tuvo las narices de soltar.

Cuando el padre se dio la vuelta ya entró en razón y dio una vuelta rápida, ahí echó a caminar con prisa empezando a hablar solo. Fue entonces cuando dejé de prestar atención y decidí marcharme. Como si fuera alguna especie de broma del cosmos, nos terminamos chocando. Me disculpé, porque yo sí tengo modales, y él estaba a punto de echarme otra chapa, pero se veía que ya había perdido demasiado tiempo. Echó a trotar a dónde fuera que estuviera yendo. Entonces me giro y veo algo brillante en el suelo: un reloj de bolsillo, se le habría caído por nuestro choque. La verdad que no estoy seguro. Lo intenté llamar pero pasaba de mí. Y aquí está.

Termina la historia dando unos toques al reloj en manos de Isabel. Ella frunciendo el ceño ante la historia, él está confuso, le desagrada la actitud del hombre o el hecho de que Lucas no se esforzó lo suficiente en devolver el reloj.

"Qué creído... Le está bien merecido." le ofrece el reloj de vuelta a Lucas que se ríe y asiente con la cabeza.

"¿Y a dónde vas? No me lo digas, necesitas comprar más reservas de café para seguir dibujando." Isabel se ríe por el comentario y niega con la cabeza.

"Todavía tengo, pero me falta edulcorante, gracias por recordármelo." saca un bloc de notas pequeñito para apuntar. "Voy a ver a una amiga, que la pobre le ha dado un ataque de pánico y voy a ayudar." guarda el bloc, mira apenada por el estado de su amiga. Lucas la imita compartiendo ambos una mirada triste.

"Cosita, qué buena amiga eres. El mío es un tipejo que me ha abandonado por salir con una mujer que apenas conoce." su tono dramático casi convence a Isabel de que dice la verdad.

"No seas así con García estoy segura que tenía una buena razón para cancelar vuestros planes." llama el ascensor y entra, saliendo mucho más tarde de lo que planeó.

"Técnicamente no me canceló porque no teníamos planes, pero yo los formé nada más lo había llamado y me dolió mucho." Isabel asiente con la cabeza a pesar de lo absurdo que sonaban las palabras de Lucas, todo para poder despedirse, ya llegaba tarde. Le sonríe y él la imita. "¡Nos vemos!" se cierran las puertas.

Lo primero que recibe al llegar a su casa es a César en toda su cara, le salta encima y empieza a lamerlo, llenando su rostro de babas. "Un pastor caucásico de seis años (un perro grande y rudo, inconsciente de su propio tamaño)". No le convence la forma en la que lo recibe el gran chucho.

"¡Suéltame chico! ¡Sit, sit! ¡Qué me dejes, maldita sea!" empuja a César y este se sienta mirándolo fijamente, alegre de que su dueño haya vuelto a casa. "Un día me vas a romper algo, que pesas." le agarra la cara y lo acaricia de forma energética. Se levantan los dos y va a limpiarse las babas.

Limpio, deja el reloj en su caja fuerte con el resto de baratijas, espera que este no se quede ahí por mucho tiempo. César lo empieza a seguir a todos lados. Juntos desde que era un cachorro, lo salvó de una familia abusiva y su primer encuentro empezó con un mordisco.

A pesar de vivir en un apartamento bastante pequeño para lo grande que es, sigue estando más que satisfecho. Lo pasean a menudo, hay días que se la pasa más tiempo en la calle que en casa. Por ello hace un trabajo perfecto protegiendo el apartamento.

Hace tiempo alguien vio a Lucas contando la paga de visitar a Daryll. Decidido a robarle, lo siguió hasta el edificio y desde fuera pudo ver cuál era el piso en el que vivía. De noche, esperó a ver qué luces se apagan para localizar el apartamento. Cuando vio a Lucas marcharse en sus escapadas nocturnas, entró en acción.

Había un pequeño detalle que no tuvo en cuenta: César. Se negaba a ir de paseo, Lucas, extrañado, asumió que era un problema del estómago y se marchó dejando una pequeña lampara encendida para que el perro no estuviera en absoluta oscuridad. A pesar de todo, César estaba nervioso, como si supiera que iba a ocurrir algo. Sus orejas de punta cuando escuchó que alguien forcejeaba la cerradura. Eso fue lo último que se supo del ladrón. Para su suerte, Isabel estaba preparando su taza de café nocturno y logró oír sus gritos, ¿Quién sabe cómo habría terminado la cosa si no fuera por ella?

Lucas no se podía contener la alegría mientras acariciaba a César. El oficial comentaba lo extraño que era que irrumpieran en un séptimo piso, dejó claro que no habría cargos sobre el perro, pues el hombre irrumpió en la vivienda y César solo protegía su territorio. "Menudos genios", pensó Lucas, con la mano todavía posada sobre la cabeza de César. Le daba bastante igual el estado del intruso y mucho menos la charla del oficial.

"Sí, nunca se ha portado así antes. ¿Tal vez lo atacó cuando forzó la cerradura para entrar en mi casa?" dijo con sarna, el oficial miró en otra dirección, consciente de lo ridículo que era cumplir el protocolo ante un dueño que no mostraba compasión por el agredido.

"Solo tenga cuidado, es mejor ponerles bozal cuando se empiezan a portar así." dijo firme, aunque se ahogó en sus palabras cuando se dio cuenta de la mirada fija del perro.

"¿Quiere algo más? Váyase de una vez." fue lo último que dijo Lucas antes de cerrar la puerta, aunque se abrió de inmediato por culpa del candado roto. "Encima querían que yo me sienta mal, venga ya" pensó, mientras empujaba la puerta para volver a intentar cerrarla.

Caminan juntos por el apartamento. Lucas se tumba sobre el sofá con un suspiro cansado, César, fiel a sus costumbres, pega un brinco para tumbarse a su lado, es tan grande que roza el extremo del sofá.

"¿Cuántas veces tengo que decírtelo, César? Te he comprado una pedazo de cama, me costó un ojo de la cara. ¡Y sigues subiéndote! Pero bueno... no te vas a bajar, ¿cierto?" su tono juguetón causa el meneo de la cola de César. Le acaricia la cabeza y agarra el mando para poner el primer canal interesante sin anuncios que encuentre. Cada día se cuestiona más si quizás le vendrá mejor pagar un servicio de series y abandonar la televisión de una vez, García se lo menciona siempre que viene ahí.

Lo primero que se pone es Nova, un canal que Lucas adora. Adora las telenovelas, un fanático del drama. Pero nada, no hay nada. Anuncios y encima en la programación pone Caso Abierto. Apaga el televisor para meterse a Instagram y pasa varias horas mirando al teléfono, César se termina durmiendo.

Apaga el televisor con un bufido decepcionado, "Siempre igual... Al diablo contigo.", murmura mientras saca su teléfono con las intenciones de meterse a Instagram. Pasan las horas y César, indiferente a los dramas de Lucas, se duerme.

"Nosotros." envía una notificación a su mejor amigo y se da cuenta que este ha subido una nueva historia.

Frunce el ceño pensando qué puede ser. Se levanta al verla, César ni se inmuta por el dramatismo de su dueño.

"¡Claro, la cita de García! Yo no me puedo perder esto." sale de la cama y corre a su cuarto. La cita ocurre cerca de dónde vive, podría acoplarse, pero tiene un plan mejor.

Se pone su ropa casual, unos pantalones largos, una camisa de cuadros y una chaqueta negra. Sin olvidar un gorrito para tapar su pelo. César lo mira sin levantar la cabeza, se huele que no van a llevarlo. Esto no significa que no va a escuchar el grandioso plan de su dueño.

"César, escúchame: esto es solo por el bien de García, ¿Sabes tú acaso cómo irá su cita? necesito asegurarme que todo vaya bien, podría abofetearlo o echarle el agua a la cara. Tengo que estar ahí para evitarlo, es por su bien, obviamente." si César pudiera hablar lo primero que haría es soltar un bufido burlón. Incluso él sabía que todo era una simple excusa de Lucas para meterse en un lío interesante.

Con la ropa lista, se acerca a César, le da un beso de despedida, este se relame la nariz a modo de respuesta y finalmente cierra los ojos cuando oye a Lucas decirle, "¡No me esperes despierto, eh!".