—Dios mío... incluso si es un excelente hombre, ¿cómo puede torturar a su hijo de esta manera? —Cielo refunfuñaba mientras revisaba el horario de Sebastián para los próximos seis meses. El horario de Sebastián seguía estando repleto, incluso en sus vacaciones escolares.
Su ceño se frunció aún más al ver que el niño apenas tenía tiempo libre. ¡Esto no era normal! Primero, la habitación de Sebastián era similar a la de un adulto. Ahora que lo pensaba, no podía recordar haber visto un solo juguete desde que despertó en este cuerpo. ¡Y ahora esto!
—Ugh... esto es tan frustrante —Cielo chasqueó la lengua con irritación mientras sacudía la cabeza.
—Señora Joven, aquí tiene su jugo — ¿hay algo mal? —Miriam le sirvió a Cielo un vaso de refresco mientras la señora pasaba la tarde en el jardín. Notó la irritación dominante en el rostro de Cielo, curiosa por saber qué podría haber cambiado el humor de la joven señora.
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