Para cuando amos entraron a la sala de estar, a Davi todavía la costaba mantener el equilibrio. De repente sintió los ojos pesados, y en un segundo, su cabeza chocó con la espalda de Sei. El hombre que tenía en frente y le estaba tomando la mano, se detuvo y se volteó para mirarla.
—¿Estás bien? Te llevo a la cama...
—¡No! —El rechazo inmediato como el de un soldado por parte de Davi, sorprendió nuevamente a Sei, a pesar de que sabía que era porque estaba ebria.
—E-está bien, entonces... siéntate aquí, te traeré agua. —le indicó con gentileza y la ayudó a sentarse en el sofá. La chica se volvió un cachorrito obediente y no quería soltarlo. Por lo que el hombre quitó su mano para acariciarle la cabeza.
—Volveré de inmediato. —le aseguró amablemente y se dirigió con rapidez hacia el comedor.
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