—Pequeño Shin, quédate con mamá —dijo Sei y lanzó una mirada significativa hacia su hijo, antes de ir rápidamente hacia la puerta, como si estuviera mostrándole a su hijo que aún no podía competir con él.
—Espera, ya estoy bi... —antes de que Davi pudiera completar la frase, Sei ya había salido de la habitación, sin darle otra opción más que suspirar. Luego, se movió para salir de la cama, cuando el pequeño Shin volvió a ella.
Al verlo, los ojos de Davi se agrandaron y se detuvo en medio de su movimiento para mira a su hijo. Era porque el rostro del pequeño Shin se veía muy decepcionado, como si hubiera perdido una batalla importante.
—Mami... Siento no poder ser útil. Pero no te preocupes, voy a crecer rápido y tendré piernas largas, como papá, para poder correr rápido. Seré más rápido que él y podré ayudarte —dijo el pequeño con gran anhelo, mientras hacía un puchero y sus ojos recorrían la habitación.
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