Al escuchar esas palabras, Lith finalmente entendió el cambio de actitud de Phloria. Si, por un lado, le resultaba tranquilizador que no tendría que soportar un insípido amor de cachorro, por el otro se sentía ofendido.
—Realmente sabes cómo atrapar el corazón de un hombre. —Su voz rezumaba sarcasmo.
—No recibí tantos insultos de una sola vez desde aquella vez que triplicé la tarifa de curación a un comerciante por ser un grosero cretino.
Sus palabras hicieron reír a Phloria, pero ella no lo soltó, ni él intentó apartarla.
—No te insulté. Sólo dije la verdad. Te reto a negar algo de lo anterior.
—Bueno, sí. Tanto más motivo por el que no deberías considerarme material de novio. Especialmente después de escuchar mi historia. A pesar de tener sólo doce años, ya estoy hecho un desastre. Si quieres divertirte, puedes tener algo mucho mejor.
—¡Eso no es cierto! —Ella lo sostuvo aún más fuerte, como si estuviera tratando de consolarlo.
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