Un año después de la catástrofe de Asura, la familia Dragonroad, o más bien Kain, habían retomado su rutina diaria. Kain, al igual que otro finde semana se había ido a entrenar con la familia Tsuki. Para esta fecha, la abuela Mamiko había sentido que los años se le habían venido encima. Cada día se hacían más cortas sus jornadas de trabajo y viajes. Así que Maaya había tomado el liderazgo de la familia de una forma más directa. Ahora organizaba los trabajos, revisaba las finanzas, coordinaba la información recopilada e iba extendiendo sus redes de información. Gracias a Kain, ahora podían mantener un ojo en Asura. No obstante, solo se limitaba a Haruki, ya que el método de viaje (círculos de transferencia) no era algo que se pudiera compartir con cualquiera.
Hoy Kain había ido junto a los tres grandes a entrenar a un grupo selecto de guerreros, todos leales vasallos de la familia Tsuki. No les enseño nada serio dentro de todo, solo a respirar, a elongar, cambiar su concepto de un combate y entrenarlos en el jeet kune doo. Por supuesto, Kain llevaba a sus ayudantes: Kain jr, Ars y Elías. Por el módico precio de una nota real, lo acompañarían en esta tarea. Según Kain, fue la ayuda más cara que alguna vez haya contratado, pero como sus muchachos estaban empecinados en construir el carrito con circuito de mana, los apoyaba de esta manera. ¿Por qué no darles el dinero? Porque cualquiera que alguna vez haya logrado algo, sabe que mientras más difícil sea el desafío, más glorioso es el éxito. Por su parte, los muchachos eran como caballos con anteojeras, corrían hacia su meta sin apartarse de su objetivo. Claro, mientras su nariz no les dijera que había comida. Porque de ser llamados los tres grandes, pasaron a ser los tres barriles sin fondo. Consumen una cantidad brutal de comida. Pero dentro de todo, era entendible. Se levantan temprano, entrenan hasta el cansancio, estudiaban, jugaban y como a eso de las diez de la noche, caían dormidos. Hubo un día en el que Kain tuvo que tomar a Elías, que se había quedado dormido en la tina, y lo tuvo que llevar a su cama.
Volviendo a las practicas con los agentes de la familia Tsuki, terminaron como a eso de las cuatro de la tarde. Por ende, sin un buen almuerzo y nada con lo que engañar el estómago, los tres grandes estaban fuera de combate. Los ayudantes de Kain tuvieron que ser llevados en un carruaje, en calidad de bulto. Kain solo reía al verlos durmiendo y roncando en el asiento del frente. A Kain jr y Ars les corría la baba. Por otro lado, Elías era un poco más recatado y dormía de manera más ordenada. ¿Qué parecían los tres gigantes? Muchachos con algunas características élficas, de diez años y que medían en promedio un metro cuarenta. Su estatura era un poco preocupante, pero Kain medía un metro noventa, así que el resto de la familia lo tomo como normal.
Después de una hora de viaje, volvieron a la mansión en Millishion. Kain tuvo que despertar a los tres grandes, pero ellos no se querían mover en un principio. No obstante, cuando Kain les dijo que la comida estaba lista, salieron corriendo. Kain soltó una carcajada al verlos tan frenéticos y bajo del carruaje. Se despidió del cochero, otro subordinado de la familia Tsuki, y entro a la mansión. Desde la ante sala de la mansión se podían escuchar las voces de Lilia y Catalina regañando a los muchachos por atacar la despensa. Por otro lado, Kain no fue a la cocina, fue a la sala de estar. Ahí escucho varias voces pequeñas y cristalinas. El piso de la sala de estar estaba revestido de cerámica del color de la greda. En el centro había una gran alfombra café claro o como le gustaba llamar a las niñas de la casa, café con leche. Sobre la alfombra habían cuatro sillones de cuero de un color beige. Dos de los sillones eran de tres cuerpos, mientras que los otros dos, eran individuales. En medio de los cuatro sillones había una mesita de centro hecha de vidrio y en ella jugaban tres angelitos. Una de ellas era Sakura de cinco años, con su cabello negro y liso, cortado hasta la altura de los hombros y vestida con un kimono blanco con bordados de flores de cerezos. Aparte de su ropa poco usual para la región, sus dos orejas puntiagudas sobre salían de su cabello. Otra chica de orejas puntiagudas fue Ivania de la misma edad, pero al igual que el resto de sus hermanos, tenía el cabello rubio y su pelo era más largo. Por lo menos le llegaba hasta la altura de la cadera. Iba vestía como la mayoría de los niños de Millis, con un vestido blanco con líneas azules. Por otro lado, realmente había un angelito o más bien, una niña de la raza alada. Al igual que su padre, tenía el cabello del color de la plata y los iris amarillos. Por otro lado su pequeño rostro inocente y cutis de porcelana era como el de su madre. No obstante, si Ivania y Sakura destacaban por sus pequeñas orejas puntiagudas, la niña de la raza alada destacaba por tener unas alas de un blanco impoluto. Con el tiempo se volverán grises como los de su madre, pero por ahora son de un blanco casi brillante. La niña se llamaba Silvia y es la hija de Perugius y Sylvaril.
Digamos que la niña salió de una buena conversación que tuvo Kain con Perugius…
-o-
Hace unos años atrás, cuando Kain y Perugius habían terminado de trabajar en la sala de máquinas del castillo del cielo. Salió una conversación que puso bastante incomodo al Perugius. Kain después de pasar un tiempo con Perugius se había enterado de muchas cosas. Como que la mayoría de los seguidores del dragón blindado eran criaturas invocadas a excepción de Sylvaril. Ella pertenecía al continente del cielo y por azares del destino había conocido a Perugius. No obstante, Sylvaril mantenía un respeto reverencial para con Perugius. Cosa que se notaba bastante cuando se enojaba con Kain por ser demasiado confianzudo. Digamos que para Kain el título de "dragón blindado" no significaba mucho, así que trataba a Perugius como a uno más. Eso en sí mismo daba cabida a largas conversación y algunas borracheras, cosa que a Sylvaril no le gustaba. No obstante, las borracheras no se detuvieron. Después de un par de años, Kain empezó a compartir sus experiencias con Perugius y este último hacia los mismo. Hasta que un día Perugius se emborracho recordando al rey de Asura, Ars. Le conto varias cosas patéticas de su amigo, pero al final siempre rellenaba con la frase "yo lo admiraba". Y dentro de todo, Kain le encontró razón. En la época de la gran guerra, hace cuatrocientos años, los guerreros de nivel emperador pululaban por la tierra. Cualquiera que se metiera en su camino sería solo comida para las bestias. No obstante, a pesar de ser un cobarde y debilucho, el rey Ars, le plantó cara a los peligros y salió adelante. Por supuesto, no fue por su propia mano, pero lo impresionante es que su voluntad lo llevo a la victoria. No fue la magia, no fue el touki, no fue una técnica definitiva, ni una increíble maquinaria. Fue la fe en un futuro mejor y en un mundo libre de guerras. Conversaban de todas estas cosas en una de las terrazas del castillo del cielo. Solo estaba Perugius y Kain, bebiendo, comiendo, conversando y riendo. Después de tener una larga charla y beber hasta ponerse colorado, Perugius quedo tendido sobre la mesa. Por otro lado, mientras Kain bebía y miraba el cielo azul y de paso escuchaba los ronquidos de Perugius, llego Sylvaril.
Kain sonrió ya que podía sentir el sentimiento lleno de rencor que provenía de Sylvaril. Era como si alguien te estuviera aguijoneando con una lanza de metal. Kain solo soltó una risita y siguió bebiendo. Por otro lado, Sylvaril con su elegante figura revestida por una túnica blanca, camino hasta Perugius y le coloco una manta sobre los hombros. A pesar de que llevaba su típica mascara de pájaro, Kain pudo ver un brillo especial en sus ojos. No era el brillo que emites cuando admiras a alguien, era algo que todo ser viviente siente alguna vez en su corazón. No obstante, ese brillo se desvaneció y le dio una dura y casi filosa mirada a Kain.
-Te pido por favor que pares esto- dijo Sylvaril -Mi señor Perugius no es alguien que muestre este tipo de comportamiento. Lo estas llevando por el mal camino-
Kain soltó una risita que se transformo en una carcajada. Le dio otro sorbo a su copa y le respondió -mujer, yo no lo llevo a ningún lado. Él ya era así. Lo que pasa es que ustedes son demasiado rígidos y él no puede verlos como amigos. No puede verlos como gente con la cual pueda conversar abiertamente. Solo es eso-
Sylvaril iba abrir sus lindos labios rosados para proferir algún contra argumento, pero al final los cerro. Dio un bufido y camino de vuelta al castillo, quería abandonar la terraza. No obstante, escucho algo que no esperaba.
-Es estúpido pensar que él se dará cuenta de lo que sientes por su propia cuenta- dijo Kain, dio un resoplido por la nariz y gesticulo una sonrisa burlesca -mi consejo es que vayas directo al grano-
Sylvaril estaba congelada en su posición, a unos tres metros de la puerta que daba al castillo. Tomo su túnica a la altura de los muslos y la apretó. Se sentía nerviosa y hasta molesta. Una vez que recompuso su mente, dijo -no necesito tus consejos- y ella camino. Sin embargo, pudo escuchar las palabras de Kain.
-Entonces pasaran varias vidas, muchas guerras y hasta resurrecciones antes de que él se fije en ti, de la manera que tu quieres-
Sylvaril se había quedado congelada una vez más en el pomo de la puerta que daba al castillo del cielo. Después de un tiempo recobro su mente, abrió la puerta y la cerro de un portazo.
Una vez que Sylvaril se fue, Kain soltó un risita, tomo su copa y vertió vino, pero no lo bebió. Lo utilizo para bañar a Perugius y vertérselo en la cabeza -Ya puedes abrir los ojos- dijo Kain soltando una carcajada. El hijo de puta se estaba haciendo el dormido.
Perugius se apartó de manera rápida, con todo su cabello de plata rojo por el vino. Incluso su rostro estaba bañado de vino. Le escurrían gotas por la nariz y la cara. Miraba a Kain molesto, pero este último solo soltó una carcajada ahogada en un principio y después se transformó en una escandalosa.
-De que te ríes maldito- dijo Perugius molesto, mientras con un paño se limpiaba el vino del cabello y de la cara
Kain se limpió las lágrimas de la comisura de los ojos de tanto de reír y le dijo -maldición Perugius, está bien ser un héroe, pero no tienes que ser tan imbécil- levanto su dedo índice y puntualizo -además de cobarde. Hermano, si te gusta ve y dile, pero no juegues al hipócrita- Kain negó con su cabeza y su risa poco a poco se fue desvaneciendo hasta volverse serio -solo te estás haciendo daño a ti y a la chica. Pueden tener cientos de años, pero no hay peor cosa que dejar que el amor se vaya. A lo mejor el día de mañana hay una guerra, pero eso será mañana. Trata de ser feliz hoy- y después de eso, Kain se fue a su casa dejando a Perugius meditando en la terraza.
Tiempo después, nació Silvia, la pequeña dragón alada.