Después de la serie de eventos que sucedieron durante ese año, Spencer solo miraba al duque que murmuraba —¿por qué?— una y otra vez. Aparte de los ojos inyectados en sangre que siempre se mantenían gracias a la ingesta continua de alcohol, la hermosura del duque permanecía sin igual.
A diferencia de su envejecido yo, el flujo del tiempo y los años no añadieron ningún cambio al duque. Tal vez se hizo un poco más alto y musculoso, y su cabello era más largo. Sus ojeras también eran evidentes, todos los días.
A pesar de que el duque todavía se veía tan guapo como antes, Spencer podía sentir el aura peligrosa que siempre emanaba de él. Estaba seguro de que los sirvientes en el ducado notaron la anormalidad del duque y por eso los rumores sobre que el duque se volvía loco circulaban por el imperio, especialmente la capital.
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