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02 | Perro Guardián

El frío hizo acto de presencia junto a las grandes corrientes de viento en la capital de Reino Unido. Era la época en la que la nieve cubría los autos y los alcohólicos reclamaban por una botella más, con la excusa de no congelarse al salir de la taberna.

Se podría decir que, definitivamente nadie querría estar ahí afuera con tal tormenta. Sin embargo, allí estaba Yor Briar. La impecable y reconocida mujer estaba frente a la puerta de una lujoza pero vieja casa, clásica de años posteriores, sin siquiera inmutarse.

La pelinegra no había recibido órdenes de entrar y, al tener su mente en blanco debido a la pócima de amor que Anya le había dado, no ingresaría al hogar sin que se lo pidieran primero. Era como si toda su dura personalidad hubiera desaparecido.

O eso es lo que le explicaba Franky a los dos miembros de la familia Forger, mientras miraban a Yor por la gran ventana con poco disimulo.

── ¿Entiendes todo lo que quiero decir, Loid? Esta chica está hasta las patas por ti de ahora en más. ── Concluyó con desinterés.

Franky era el dueño y creador de la poción que la niña había robado, entre miles de otras, por lo que no era una sorpresa para él ver que su propio producto surguiera efecto.

── ¿¡Estás bromeando!? ── Exclamó el rubio. ── ¿¡A eso lo llamas pócima de amor!? ¡Parece un perro guardián!

── ¿¡Disculpa!? ¡Tal vez te lo hayas olvidado, asolterado señor Forger! Pero cuando amas a alguien, actúas sin pensar y... ── No pudo terminar de hablar. Un golpe en la mesa y un griterío de Loid, quien se encontraba desesperado, lo interrumpió.

Mientras tanto, la peli-rosada observaba la escena, tratando de aguantarse la risa. Las caras que su padre ponía cuando estaba nervioso siempre la hacían reír. Sin embargo, también era consciente de lo mucho que había metido la pata esta vez.

── Pa y señor peluca ── Llamó la atención de ambos hombres en la habitación, quienes estaban listos para luchar. ── , ¿Por qué no hacen entrar a la dulce señorita a la casa? Si es tan famosa, ¿No creen que es peligroso que alguien la encuentre así? ── Señaló hacia la ventana.

Yor había dejado de ser inmune al frío, incluso si seguía quieta como una estatua, sus piernas y el resto de su cuerpo temblaban. Es más, Anya podía observar como uno de sus mocos, por el posible resfriado que estaba por absorver, se había congelado.

Loid pegó un grito, shockeado y asustado de lo que pasaría con su propia cabeza cuando todos los efectos de la poción acaben, y se dirigió corriendo hacia la entrada.

Al instante que abrió la puerta, un acogedor pero muy frío abrazo lo rodeó, haciendo que sus pelos se pongan de punta.

── ¡Loid! ¡Te extrañé mucho! ¿Ya vamos a comenzar nuestra cita? ── Los ojos de la mujer eran radiantes al igual que un rubí, pero no era algo que le interesara a Loid en ese instante. Porque, ¿Qué haces cuando tu posible jefa que apenas conoces te dice eso mientras no deja de abrazarte con cariño? El hombre se encontraba incómodo y asustado. Su alma se había ido por los cielos.

── Señorita Briar ── Llamó Franky. ── , debería volver a casa. La cita puede quedar para otra ocasión. Se enfermará si sigue así.

Trató de sonar comprensivo, sin embargo, la única respuesta que obtuvo fue una mirada asesina de Yor. Para peor del pequeño hombre, la diferencia de estatura tampoco ayudaba a que temiera menos de la mujer con fuerte aura.

Sin embargo, una mano en el hombro de la pelinegra hizo que sus ganas de comerse vivo a Franky se desvanecieran. Era Loid, el mismo que antes se desmayaba de los nervios apenas segundos atrás, pero más confiado y con una sonrisa simpática acompañándolo.

── Yor, cálmate. Nuestra cita puede ser dentro de unos días. Debes tener mucho trabajo que hacer en la empresa, ¿No es verdad? ── El hombre era un perfecto manipulador.

Y antes de que un pero se pudiera escuchar en el lugar, Loid continuó hablando.

── Mañana en el trabajo quiero que seas la misma de siempre, ¿Está bien? No permitas que yo me interponga en medio del camino. ── Le pidió mientras la sujetaba de ambos brazos, tembloroso de su posible reacción.

Muy al contrario de lo que se esperaban los tres, fue muy positiva su respuesta.

Y así, la muchacha de abrigo rojizo de diriguió hacia su casa, con la orden que Loid le había metido en la cabeza, por pura inercia.

¿Qué acababa se pasar? De la nada, el alma de todos había vuelto a cada uno de sus cuerpos, al mismo tiempo que los tres caían al suelo de rodillas. Mañana sería un día largo.

[...]

Era un día nuevo, Anya ya se encontraba en la escuela, despertada a las fuerzas a altas horas de la mañana en contra de su total voluntad. Mientras tanto, Loid estaba camino al trabajo con gran siguilo en su pequeño auto rojo sin techo. Por más que quisiera esconderse de Yuri, también conocido como el agresivo entrevistador de Black Rosé por todo aquél que haya tratado de cruzar la puerta principal en son de paz, sabía que el mismo hombre diriguía las cámaras de seguridad.

El rubio trataba de, por favor (y esto se lo pedía a Dios si es que existía uno allí arriba), no encontrarse con Yor en un lugar con mucha gente del lubro o podría meterse en un gran problema.

"Vamos, eres Loid Forger, puedes hacerlo." Se decía a sí mismo en su mente. Por fortuna, pasó por la secretaría hasta el pasillo del fondo con éxito. Se dirigía directo hacia la sala de entrevistas, pero una voz conocida logró poner sus pelos de punta.

── No te recomiendo abrir esa puerta, Forger, Yuri está ahí adentro entrevistando a otros posibles empleados. ── Habló Yor con calma, logrando que Loid pusiera una cara de terror. ── Tú te vienes conmigo a mi oficina. Vamos, sígueme.

Y así como ordenó, el tembloroso Forger se diriguió hacia, tal vez, su última entrevista.

Traté de hacer este capítulo algo más cómico. Creo que fallé, pero en mi mente, la mismísima Anya me entrega el premio a la escritora más graciosa.

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