Alertados por los gritos de los pueblerinos, Raidha y yo salimos disparados de la casa. Había gente que corría en pánico por las calles. Muchos otros se encerraron en sus casas sin pensarlo ni un momento. A duras penas había algunos valientes que corrían con caras muy serias hacia donde se escuchaban los gritos. Algunos empuñaban armas de verdad, pero la mayoría solamente portaban herramientas de agricultura.
Raidha y yo compartimos una mirada de culpabilidad entre nosotros antes de echar a correr detrás suyo. No sabíamos exactamente cuál era el problema pero por mala suerte podíamos intuir el origen.
—¡Nos atacan los Faerain! —gritó uno de los habitantes del pueblo.
Deseábamos que fuera un error, pero nuestros temores se confirmaron pronto.
—Maldición, esperaba que no nos siguieran... Pensar que ese tigre fuera tan amado como para que llegasen a perseguirnos hasta afuera del bosque.
Por el camino encontramos a varios habitantes heridos, incluso algún que otro ya estaba muerto. Puesto que el pueblo no era muy grande, no tardamos en llegar al foco del problema. Los gatos se habían adentrado en el pueblo y estaban atacando a todos los que se cruzaban por delante.
—¡¿Dónde está?! Un hombre con el pelaje gris y ojos verdes junto a una chica de cabello plateado con ojos rojos. ¡Dilo rápido!
Un gato sujetaba a un tipo por el cuello, amenazándolo con su arma. No era el único, por distintos lugares se podían ver escenas parecidas.
—¡No lo sé!
—Entonces no me vales.
Tras terminar su corto interrogatorio, el gato simplemente le cortó el cuello y lo tiró a un lado. Lo mismo se repetía con los demás. Raidha observaba horrorizada las acciones de los que habían sido nuestros compañeros durante todo este tiempo.
—Pero, ¿por qué atacan a la gente del pueblo? Si nos buscan a nosotros no hay motivo para matar a simples habitantes que no tienen nada que ver.
—Probablemente sea bastante simple... Son de otra raza y están en medio de su camino.
—¡Eso es una idiotez!
—¿De verdad lo crees? Piénsalo un poco. Se encierran en medio de un bosque, aislados del resto del mundo. Son una raza que no se relaciona con las demás, hasta las desprecia visiblemente. Ya viste, desde el primer momento no les caímos bien. Simplemente terminaron soportando que estuviéramos por ahí porque Mirthia nos acogió. Probablemente sin ella nos habrían matado directamente al vernos pisar su querido bosque.
—No, seguro que no es eso. Mira este pueblo, conviven distintas razas juntas y se llevan bien.
—Por eso todo el mundo ayuda al pobre viejo, ¿verdad? No te engañes Raidha, la gente como tú o Mirthia no predomina. Una cosa es tolerar y la otra llevarse bien. Todo apunta a que entre razas no se llevan del todo bien, simplemente conviven sin buscar pelea.
—¿Cómo puedes estar tan seguro de esto?
—Pues es simple... Quizás en este mundo sea más claro por la época en la que se encuentra y la gran cantidad de razas distintas que hay, pero esto sucede en todos lados. Aquí, en mi mundo y donde sea que vayamos.
—Eso... ¡no es cierto!
—¿En serio? ¿Acaso tu propia raza no desprecia a otras? Tú misma has mirado hacia abajo a lo que llamas razas jóvenes. Los Silphen y los Katryde no son muy distintos a estos gatos. Viven aislados de los demás y se consideran superiores. Si algo se interpone entre su objetivo simplemente lo aplastarán como una hormiga, sin pensar mucho en ello. Para ellos no son "personas", solo son animales que se parecen a ellos... Puede que esté equivocado, pero es la sensación que me da después de haber pasado por todo lo que pasamos...
—No lo puedo negar... Por mucho que quiera no puedo…
Raidha se quedó mirando al suelo en silencio, pensando profundamente en lo que le acababa de decir.
«Sí... Y los humanos somos iguales. A lo largo de la historia una escena así se ha repetido miles de veces. Supongo que es lo que suelen llamar "naturaleza humana". El racismo existe en todos lados de una manera u otra. Es más exagerado en una época premedieval, donde las leyes contra el asesinato no existen... Estos medio animales son más humanos de lo que pensé. Para bien o para mal, probablemente los tendré que empezar a considerar personas.»
—¡Aquiiiiiiií! ¡Aquí están!
Un maldito niño, con un aspecto parecido al de un roedor, apareció gritando como un poseso destrozándome los oídos y delatando nuestra posición.
—Por vuestra culpa nos van a matar a todos. ¡No hay salvación! ¡Sois horribles, de lo peor, basura! ¡Deberíais ser los que murierais, no nosotros!
Empezó a increparnos entre berrinches, llamando aún más la atención.
—¡Cállate maldito niño rata! ¡Vete con tus padres de una vez!
Mandé a tomar por culo a ese niño terriblemente molesto, mas ya era demasiado tarde. Tanto los gatos como los demás habitantes del pueblo nos habían descubierto.
—Bueno, tampoco podemos quedarnos todo el día aquí escondidos. Tendremos que ir a ver si podemos hacer algo.
—Sí, no podemos permitir que sigan matando a gente inocente por nuestra culpa. Por favor, ¡intenta no matarlos!
Y otra vez vino con sus peticiones poco realistas. Suspiré pesadamente y levanté la vista al cielo.
—Va a ser difícil... Pero bueno, lo intentaré... princesa.
Salimos de nuestro escondite y nos acercamos al grupo de gatos rabiosos. En el mismo momento en que nos vieron atacaron todos a la vez. En un momento se juntaron una gran cantidad.
—¡Coño! Yo pensé que eran los perros los que atacan en manada, no los gatos...
—¡No eres el más adecuado para decir esto!
—¡Son demasiados! ¿Está aquí toda la aldea o qué?
No nos dimos cuenta de que la cantidad de gatos que estaban atacando superaba los treinta. Sin exagerar, se podría decir que eran casi toda la aldea.
—Raidha, atrás...
—¡No digas tonterías! ¡Voy a luchar!
—Pero...
—He recuperado bastante poder. No pienses que soy una chica indefensa. No estoy al máximo, pero es más que suficiente.
—Incluso si dices eso... siguen siendo demasiados... Sólo podemos hacer una cosa si queremos poder hacer algo, dividirlos. Intentaré separarles con algunos muros. No te separes mucho de mí. ¡Hora de hacer algunos destrozos!
—¡Entendido!
Ya que en ataque no destacaba, por lo menos defendería. Empecé a levantar trozos de tierra entre los guerreros gatunos, intentando separar el mayor número posible y bloquear su visión de nosotros. Mi plan, enfrentarlos de uno en uno, o por lo menos como máximo contra tres a la vez.
—Bien, ¡venid aquí!
Puse mis manos contra el suelo y liberé mi energía tan rápido como pude. Igual que la vez anterior, la tierra empezó a temblar y algunas partes a levantarse entre Raidha y yo y el grupo de gatos.