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Sombras Divididas

El destino es confuso. A veces pasa sin ser percibido, otras puede volver del revés la vida de alguien. Un chico normal, con problemas normales, viviendo una vida normal, justo como cualquier humano común... con la diferencia que el destino tenía otros planes para él. Un día, después de un extraño evento, se topó con dos chicas aladas y su vida se volvió mucho menos... normal. Fue arrastrado fuera de su planeta, probando la existencia de otros mundos y de extraños poderes como la magia misma. Desgraciadamente, el camino de regreso a su casa fue cerrado tras de si, dejando como única opción para regresar a su casa vagar a través de diversos mundos desconocidos . Al mismo tiempo, descubrió que no era capaz de usar magia, pero en su lugar obtuvo un extraño poder que le permitía tomar la energía del propio mundo, junto a otro extraño poder acompañado por una misteriosa y tenebrosa existencia despertando dentro suyo, sin la menor idea de si se trataba de un amigo o enemigo.

Gascart · Fantasia
Classificações insuficientes
67 Chs

Rubio natural

Hasta el momento, Mirthia únicamente me había "enseñado" a luchar contra animales, pero finalmente se decidió a darme lecciones de combate real. O más bien dicho, empezó a llenarme de moratones por todos lados... Parecía disfrutar bastante haciéndolo.

—¡Eres horrible, miau! ¡Por lo menos aprende a defenderte bien! —me gritó mientras me golpeaba en la cabeza con un palo de madera.

Aturdido por el golpe, solté el mío y retrocedí un par de pasos, momento que la gata aprovechó para golpearme con más fuerza en el estómago.

—¡No sueltes nunca tu arma, miau!

«Esto no es entrenamiento... ¡es tortura!»

Mirthia era una guerrera medio bestia experta, yo un simple humano que no había entrenado con un arma en mi vida. Me era imposible siquiera acercarme un poco a ella. De todos modos no podía quejarme mucho, después de todo era yo quien había pedido ayuda...

—Miau... eres un auténtico inútil peleando, pero debo admitir que aguantas bien.

—Gracias... supongo...

Por supuesto que era bueno aguantando. A diferencia de una persona normal, yo poseía esa surrealista regeneración. Otra persona habría terminado tirada en la cama a los cinco minutos de entrenar con ella. Seguía aguantando los golpes gracias a que incluso los moratones desaparecían a los pocos minutos.

—Igualmente, esto no te valdría de nada si fuera una espada de verdad, miau. Otra cosa, ¡no bajes nunca la guardia!

Con ese simple e inesperado aviso, volvió a atacar. Yo tenía mi guardia completamente bajada, ni lo vi venir. Su palo se estampó directamente contra la parte derecha de mi cara.

—Otra vez muerto, miau.

Me sujeté la sien con indignación. El golpe me había dejado aturdido; todo daba vueltas a mi alrededor. La verdad es que empezaba a deprimirme, no, quizás sería mejor decir que empezaba a frustrarme.

«Me cago en la gata de las narices... ¡No voy a dejar que esto quede así!»

Me puse de pie torpemente y levanté el palo con ambas manos, directamente hacia ella. Con una gran sonrisa, volvió a atacarme. Mantuve la posición y la esperé. Me dio otro rápido golpe vertical. Mi cabeza aún estaba algo aturdida por el golpe anterior, aún así, me aparté de su trayectoria mientras levantaba mi palo por encima de mi cabeza. Esquivé el ataque por poco y bajé mi arma con fuerza, golpeando directamente en medio de su palo y bloqueando su movimiento al presionarlo hacia abajo, estampándolo contra el suelo.

—¿Miau? —maulló sorprendida por el extraño bloqueo que hice.

Aprovechando la posición, di un paso hacia ella y levanté mi arma con todas mis fuerzas hacia a su cabeza. La suya había sido bloqueada con mi movimiento anterior, así que no podía defenderse. Su risa burlona desapareció de nuevo al ver ese ataque del que no podía defenderse. El golpe llegó a su cabeza... y fue esquivado fácilmente al inclinarse exageradamente hacia atrás.

«Joder...», maldije al ver que mi ataque había sido esquivado con tanta facilidad.

Entonces, Mirthia, aún inclinada hacia atrás, volvió a levantar su palo hacia arriba. Me golpeó la parte trasera de la cabeza con la punta. Empujado por el duro golpe y mi propia inercia, terminé en el suelo justo detrás suyo. Desde esa posición, noté como ponía en medio de mi espalda su bastón.

—Y otra vez moriste, miau.

Cuando se apartó de encima mío me di la vuelta aún en el suelo. Me quedé tumbado en el suelo estúpidamente, mirando directamente a sus ojos, que me observaban fijamente con una ceja levantada.

—Admito que me pillaste por sorpresa. No esperaba que hicieras algo así. ¿Por qué no te moviste así antes?

—Lo hice... pero esquivaste y bloqueaste todo…

Su risa había desaparecido por completo. Me miraba con una extraña expresión de preocupación. Suspiré y me levanté pesadamente.

—Si tú lo dices, miau. De todos modos, vamos a parar aquí por hoy.

No tuve más remedio que asentir ante eso. Estaba dolorido y también tenía ganas de parar. Volví a casa de Mirthia, esperando recuperarme un poco de la paliza unilateral. Raidha estaba allí con cara de aburrimiento.

—¿Cómo estás hoy? —le pregunté.

—Ya casi estoy perfectamente. Creo que en un par de días ya estaré completamente curada.

Levantó su camiseta para enseñarme la herida. Realmente estaba ya casi curada. Ni vendas llevaba ya. Busqué una silla y me senté a su lado, abatido. Ella se rió ligeramente de mí.

—Ojalá tuviera balas de verdad... No necesitaría una espada si pudiera usar bien la pistola.

—Por eso nosotros no usamos ese tipo de armas. Es más fácil depender de nuestra magia a estar limitados por la munición. La fuerza de nuestra magia también es muy superior a simples balas de una pistola. De todos modos, el maná y la munición se terminan. Una buena arma cuerpo a cuerpo puede ser usada siempre.

—Sí, sí...

Probablemente tenía algo de razón en eso… si hablábamos de silphen o katryde. Yo seguía pensando que si alguien se te acerca con una espada es fácil de abatir con un simple disparo de una pistola. Lo que no podía negar es la parte de la magia, con ella podían lanzar ataques parecidos a disparos de un arma de fuego sin necesidad de llevar una.

—Pero yo no consigo lanzar ningún hechizo que pueda valerme como sustituto a la balas —dije mientras me recostaba de nuevo en la silla.

Había estado practicando mi puntería con balas hechas de madera o piedras. Mi puntería ya era de por sí cuestionable y usar balas que siquiera podían volar del todo recto no ayudaba.

—Déjame ver una cosa —Raidha se levantó y se puso delante mío.

Me sujetó de la cabeza con ambas manos y me miró directamente a los ojos con una cara bastante seria. Aún así, sentí que no me miraba realmente a mí. Fue una sensación bastante extraña. Finalmente hizo una mueca antes de soltarme.

—No veo poder mágico alguno en ti. Antes de que digas absolutamente nada más, intenta esto. Pon tu palma hacia arriba y concentra maná en ella.

Hizo lo mismo que Mirthia me enseñó. Levantó su mano y una esfera centelleante de color negro se formó.

—Eso ya lo he estado intentando desde hace días y no lo consigo de ninguna forma. Lo máximo que he conseguido es...

—Solo haz lo que te digo, lo que quiero es observar el flujo de maná en tu cuerpo, no la esfera en sí! —me interrumpió.

—Bien...

La intenté imitar. Saqué mi "maná" del cuerpo. El líquido de color amarillo verdoso empezó a fluir de mi mano y se levantó torpemente unos centímetros por encima. Eso sí, sin despegarse de la palma. Ni de lejos se parecía a lo suyo, pero por lo menos ya podía controlarlo un poco mejor fuera de mi cuerpo.

—Y bien, ¿cómo lo ves? —le pregunté.

—No veo nada.

—¿No ves esta cosa parecida a un líquido que sale de mi mano?

—¡De tu mano no sale nada!

—¿Y esta energía que tenemos rodeándonos qué es?

—¿De qué estás hablando?

—Olvídalo...

—De verdad, no te entiendo en absoluto.

Se alejó un poco molesta, pero no podía hacer nada. Si le decía que eso era energía natural probablemente me trataría como un loco, al igual que Mirthia. Igualmente, dijeran lo que dijeran ellas, la energía del propio mundo fluía por mi cuerpo. No solo no me había matado como decía Mirthia, sino que me beneficiaba. Cuanto más acumulaba más fuerte se sentía mi cuerpo.

«Eso es muy bonito y muy útil, pero sigo sin poder usar magia...»

Me planteé que quizás nunca sería capaz de lanzar hechizos con ese poder, pero no podía darme por vencido tan fácilmente. Quizás la cantidad de energía que fluía por mi cuerpo era demasiado poca. Por suerte, había una manera de solucionarlo.

«¡Hora de cazar!»

Más tarde me escaqueé yo solo de la aldea. Mi objetivo era claro, cazar animales en solitario para recolectar su energía directamente. Con un poco de suerte podría llegar a llenar lo suficiente el contenedor.

Gracias a Mirthia había aprendido a moverme como si el bosque fuera mi propia casa. No tenía miedo a perderme, así que me moví raudo entre la espesa vegetación. Apartando ramas bajas y cortando arbustos que bloqueaban el paso, me abrí camino por todos lados en busca de mis presas. Un par de horas pasaron enseguida... Fui incapaz de encontrar animal alguno.

—¡¿Por queeeeeeeeé?! ¡Salid de una vez! —grité mientras daba espadazos y patadas a un tronco en frustración.

-Cállate de una vez, idiota. ¿No te das cuenta que gritando así seguro no encontrarás nada? Eres patético.

Dejé de golpear el árbol al escuchar esa voz. Miré de un lado a otro sin querer, aún sabiendo su origen. La vergüenza me llenó y mi cara probablemente se puso más roja que nunca... Me había olvidado de él por completo. No esperaba que nadie me viera haciendo un espectáculo.

«Maldita sea, así no voy a tener un momento de intimidad nunca más… Tengo que encontrar una forma de deshacerme de él cuanto antes.»

Suspiré profundamente y recuperé la compostura.

—¡¿Entonces qué debería hacer?!

-Al menos intenta ocultarte un poco, ser sigiloso. Estás asustando a todos los animales. Te notan media hora antes que tú a ellos.

No tenía muy claro cómo reaccionar ante sus palabras. Aún no estaba seguro de cómo tratar o considerar a esa cosa, pero tras una pausa de reflexión me di cuenta de que lo que había dicho era verdad. Realmente me sentí más idiota que nunca.

«Creo que estoy demasiado ansioso, necesito calmarme un poco.»

-Escucha, idiota, pon atención a tu alrededor. No camines por caminar, pensando que algún animal saltará de la nada y se parará delante de ti esperando a que lo mates.

—Ya...

-Lo único que aparecerá será, sin duda alguna, algo peligroso y probablemente por la espalda. Estás actuando como una presa, no como un cazador, idiota.

—Eso es... verdad...

Me intenté relajar, tanto por su presencia como por la situación. No quería tener esa cosa dentro de mí, pero puesto que no sabía cómo deshacerme de él, lo mejor sería tratar de llevarme bien... O por lo menos aguantarlo...

—Dime una cosa, ¿qué hiciste cuando estaba inconsciente?

-Salvarte de morir como un auténtico idiota.

—Entonces, ¿no harías lo mismo si saliera algún animal peligroso?

-Ahora me es imposible hacer eso. No me queda suficiente energía.

—¿Ah? ¿Acaso funcionas con pilas o algo así?

-Por supuesto que no, idiota. Solo consideralo como que estoy demasiado cansado como para moverme.

—Entiendo... Entonces no puedes hacer nada hasta recuperarte... ¿Cómo vas a recuperarte?

-Únicamente necesito algo de tiempo.

—¿En serio? Me alegro por ello… supongo…

«¡Ojalá no te recuperaras nunca!»

Tras la charla conmigo mismo, donde cualquiera que me estuviese espiando habría creído que se encontraba delante alguien con serios problemas mentales y todo animal con intención de comerme habría escapado por miedo a que le pegara alguna enfermedad rara, seguí con la cacería.

Esta vez fui avanzando por el bosque con más cuidado y sigilo, mientras seguía abriéndome paso cortando las plantas que me molestaban. Al poco empecé a encontrar algún que otro animal y, entre ellos, más de esas orugas de mierda. Por lo menos eran fáciles de cazar. Mirthia dijo la verdad, no hacían absolutamente nada. Simplemente necesitaba plantarme delante suyo y mover la espada para cortarles la cabeza... O así sería... ¡si no fuera porque están más duras que una maldita roca!

Encontré animales que no había visto durante las cacerías con Mirthia. Muchos eran bastante parecidos a los que conocía de mi mundo. Una ardilla del tamaño de un perro grande, cuya caza me costó tanto que decidí no ir tras otra nunca más. Algo a medio camino entre una comadreja y un conejo, o quizás sería más acertado decir un conejo con un cuello muy largo. Estos eran los más abundantes y fáciles de cazar. No importa qué tipo de animal fuera, todos se parecían lo mismo, todos los malditos animales eran enormes. No, mejor dicho, todo en ese bosque era de tamaño gigante.

—Tan preocupado que estabas por los grandes depredadores y mira, todo animalitos asustados...

-Habrán pensado que no vales ni para caldo.

—Pues mejor para mí... Esto no es algo que me vaya a hacer sentir mal.

-Idiota.

—Si me llamas idiota, ¿no es lo mismo que llamarte idiota a ti?

-Estar en el mismo cuerpo no significa que me llamé a mi, idiota.

—¿Llamar idiota al reflejo en un espejo no es lo mismo?

-No, por eso digo que eres idiota.

—Y yo digo que el idiota lo eres tú.

-Idiota.

—Idiota.

-Idiota.

—Idiota.

Mientras manteníamos nuestra inteligente conversación encontré algo parecido a una gran tela blanca colgada entre dos árboles.

—¿Quién pone esto aquí y para qué? No creo que hayan sido los gatos.

Puesto que estaba en mi camino simplemente decidí rajarla de arriba a abajo con Vurtalis. Al momento, el maldito trozo de tela empezó a moverse en desesperación. Fue en ese instante en el que me di cuenta de que no era un trozo de tela, sino el ala de una maldita polilla de por lo menos seis metros.

—¡No me jodas! ¿Qué mierda es esto? ¡¿Como puede existir un puto bicho más grande que esa oruga de mierda?!

Salí corriendo sin pensarlo dos veces hasta tomar una distancia segura. El bicho aleteaba desesperadamente intentando volar, pero con el ala rajada no conseguía emprender el vuelo y hacía movimientos raros a pocos metros del suelo. Tras calmarme un poco y ver que no parecía peligroso, solo grande, volví a acercarme.

—Quizás... ¿Esta cosa es la misma oruga de mierda?

-Quizás.

—¡Ey! ¿No son las polillas más o menos del tamaño de la oruga? ¡Esta cosa es muchísimo más grande que esa oruga de mierda!

-¿A quién le importa? Mátala de una vez.

—Sí, sí...

Me acerqué y terminé de cortarle el ala. Una vez cortada el ala, solo era un bicho de mierda aún más grande. Al igual que con los demás animales, inmediatamente después de morir liberó una gran cantidad de energía que no dudé en recolectar.

—Este bichejo ha soltado más que cualquier otro animal. Parece que cuanto más grandes son más energía tienen.

Al final pasé cazando durante alrededor de cuatro horas sin parar, mi contenedor ya estaba por encima del 60%. Si esto no era suficiente, ya no sabía cuánto podría serlo.

—Debería regresar antes de que empiece a ocultarse el sol...

Entonces caí en que podía aprovechar que este tipo estaba hablador para que me ayudara un poco. Si realmente se había enfrentado a esos katrydes sin problema, debería saber pelear bastante bien, ¿verdad?

—Eso me recuerda... ¿Tú sabes usar la espada? Esa gata, más que enseñarme solo me atiza...

-Claro, se coje fuerte con la mano y luego se menea de arriba abajo o de un lado al otro.

—¡No te burles, te lo pregunto en serio!

-No me estoy riendo, idiota. Esto es lo que hago yo.

—Es broma, ¿no?...

-No, yo no tengo conocimiento alguno de esgrima, ni magia, ni nada parecido.

—¡¿Y cómo mierda pudiste enfrentar a esos katryde con lo fuertes que eran?!

-Creo que en realidad tú eres el que es un inútil.

Con mi autoestima algo dañada, cacé alguna que otra presa más durante el camino de regreso. Al final, conseguí subir la energía a aproximadamente un 70% antes de llegar a la aldea.

Entré como si nada hubiera pasado. No quería decirles que fui a cazar animales yo solo. Tampoco es que me importase mucho que lo supieran, pero recordando que esos gatos cazaban únicamente lo que comían no tenía ganas de escuchar algún reproche.

—Hola —saludé al entrar en el salón.

Ambas chicas se me quedaron mirando con los ojos abiertos de par en par, sin dar respuesta alguna a mi saludo.

—¿Os comió la lengua el gato?

—¿Drayd? —preguntó Raidha, señalándome con una expresión atónita.

—¿Pero qué te hiciste? Miajajajaja —estalló en risas Mirthia.

—¿Qué os pasa a vosotras dos?

—¡Tu cabello! ¡¿Qué le hiciste a tu cabello?! ¡¿Crees verte mejor de rubio con ojos verdes?! —me respondió Raidha.

—¿Rubio? ¿Qué mierda estás...?

Corrí hacia un espejo de la casa. Al plantarme delante, un chico rubio apareció reflejado en él. Mi cabello se había vuelto de un color amarillo y los ojos seguían del mismo color verde intenso, quizás hasta brillaban con más intensidad.

—¡¿Qué es esto?! —grité ante mi reflejo.

Primero los ojos, luego el cabello. Por lo visto, cada vez que conseguía más energía mi cuerpo cambiaba un poco. Raidha me dijo que cuando apareció él mis ojos se pusieron rojos y el cabello blanco. Eso debía ser algo parecido y una clara señal de que este poder seguía aumentando.