Ese horrible e insoportable dolor duró lo que me pareció ser una eternidad. Durante todo ese tiempo estuve ardiendo en agonía. No se podía siquiera comparar al dolor que había sentido anteriormente por cualquier herida física sufrida. La carne se desgarraba, los huesos se astillaban, hasta los propios nervios lanzaban estímulos descontrolados hacia mi desorientado cerebro.
Sentía que me estaba muriendo. Mis ojos querían soltar lágrimas en un intento de paliar mi sufrimiento emocional, que se acumulaba conforme el físico seguía aumentando, mas ni una sola gota tenía tiempo de salir. Mis ojos, tras haber olvidado cómo cerrarse, se estaban secando. No obstante, cuando creí que no podría soportarlo más, ya fuera por el daño físico o mental, el dolor desapareció como si nunca hubiera estado ahí.
Consternado, me levanté entre gemidos. Mi cuerpo se sentía raro, pero por lo menos ese infierno ya había terminado. Raidha me miraba con los ojos completamente abiertos como platos, sin decir una sola palabra. Parecía no poder creer nada de lo que estaba viendo.
—Drayd, ¿eres tú?
—¿Quién podría ser sino?
—Acaso tú... ¿no notas nada raro?
—A parte de estar completamente agotado y haber pasado por un infierno... no.
Sin cambiar ni un poco su expresión de asombro, se me acercó y empezó a inspeccionarme de arriba a abajo. Repasó cuidadosamente cada parte de mi cuerpo, hasta que finalmente se paró detrás mío y se quedó mirándome el culo.
—Ey... ¿Qué miras tan intensamente?
Sin mediar palabra alguna, levantó su mirada aún sorprendida directamente hacia mis ojos, me cogió del rabo y tiró de él. Un poco más de fuerza y me lo arranca.
—¡Ai! ¡¿Qué crees estar haciendo?! ¡¿Acaso te parece normal ir tirando a la gente del rabo?!
Su única respuesta fue otro tirón del rabo.
—Me tiraste del rabo... Rabo... ¡¿Queeeeeeé?!
Yo mismo me agarré el rabo, era real. Mi mano tenía garras y estaba cubierta de un pelaje gris oscuro. Me levanté la camisa, más pelo gris oscuro. Miré dentro de los pantalones, más pelo gris oscuro. Me toqué la cara, más pelo donde antes no estaba. Las orejas, grandes y puntiagudas... con pelo... Por lo menos estaban en su sitio y no encima de la cabeza. Para terminar de rematarlo, me crecieron los cuatro colmillos. Todo mi cuerpo había cambiado. Me volví un hombre lobo.
—Esto no puede estar pasando...
-Por lo menos ya tenías el agujero en los pantalones.
—Ni siquiera sé qué decir en este momento —murmuró Raidha sin cambiar su expresión atónita.
—No te esfuerces... Yo tampoco... Estoy agotado. Mejor déjame descansar.
Dejé salir un sonoro suspiro que se perdió por el bosque. En ese momento mi mente no estaba en condiciones de pensar en absolutamente nada.
—Vale, está bien. Espera aquí, iré a buscar a Mirthia.
—No creo que esa gata pueda hacer nada al respecto.
—Por preguntar no perdemos nada. Aprovecharé para traerte ropa nueva y limpia.
Ciertamente, mi ropa estaba hecha un asco. Estaba rota por todos lados y cubierta de sangre. En ese momento parecía un auténtico animal salvaje que acababa de despedazar a su presa.
—Está bien, te lo dejo a ti. Igualmente, apenas me quedan fuerzas para nada.
Me acosté en un rincón mientras Raidha salía corriendo a toda velocidad camino a la aldea, una aldea de gatos.
«Viviendo rodeado de gatos y me transformo en perro... ¡Las cosas no podrían ir peor!»
—¡Lo sabía! ¡Sabía que escondías algo!
«Rectifico... ¡Las cosas siempre pueden ir peor!»
El gato que me amenazó por la mañana se encontraba parado al lado del tigre, verificando que estaba muerto. Temblaba de furia, con lágrimas cayendo de sus ojos enrojecidos.
—Khesnar... Durante todo este tiempo... Este era tu plan, ¿verdad? Te acercaste a Mirthia para conseguir que la gente confiara en ti mientras buscabas la oportunidad para asesinar al guardián del bosque. Imperdonable... simplemente imperdonable... ¡Te voy a matar!
«Y de peor... ¡a muchísimo peor!»
Desenfundó sin dudar una espada que llevaba encima. Se trataba de una espada corta hecha del hueso de algún gran animal del bosque. Esos gatos no tenían prácticamente nada hecho de metal. Para las armas usaban garras, huesos y colmillos. No obstante, gracias a Mirthia, había visto en persona que nada le tenían que envidiar al acero. Esa espada de hueso podría perfectamente cortarme por la mitad con facilidad.
—Estas de broma, ¿no? A ti se te va la olla. Todo esto que acabas de decir no tiene sentido... Esa cosa me atacó. ¡Yo sólo me defendí! ¡Si no estuviera él ahí tirado en el suelo, ahora mismo lo estaría yo!
—¡Khesnar no ataca a nadie sin razón!
«Ya veo... entre gatos se entienden...», me lamenté en mi interior.
—No os atacará a vosotros. Contra nosotros no dudó ni un momento. ¡Un poco más y se come a Raidha!
—¡A ella también la voy a matar!
-Este gato es idiota. No creo que le vayas a hacer entender nada por las buenas.
«Definitivamente, se le fue completamente la olla.»
—¿Eres tonto? Déjate de tonterías y abre esas malditas orejas enormes tuyas de una vez. Nosotros estábamos a lo nuestro en este lugar, sin molestar a nadie. Entonces, ese maldito tigre apareció de la nada y nos atacó. ¡Somos las malditas víctimas!
—¿Crees que puedes engañar a alguien con eso? Khesnar ha convivido con la aldea durante más de cien generaciones. Nunca atacaría a nadie, por lo menos a nadie que respetara el bosque. Su único objetivo son los que amenazan la estabilidad del bosque o los que se adentran en él para causar estragos. Durante siglos se ha encargado de mantener Fandragoth en paz y equilibrio. ¡Si os atacó es porque os consideró una amenaza para el bosque! ¡Y queda claro que estaba en lo cierto!
—¡Y yo te digo que nosotros no hici...! Mierda, yo...
Seguidamente se lanzó al ataque. Me obligué a dejar el cansancio de lado para evitar sus ataques.
—¡Te repito que te equivocas! ¡Para, no quiero pelear contra ti!
Me ignoró por completo.
-¡Deja de hablar y defiéndete de una vez, idiota! ¡Así no conseguirás nada!
Tenía razón, ese gato estaba decidido a matarme bajo cualquier coste. Parecía completamente inútil intentar dialogar. Quien diga que las personas se entienden hablando nunca ha pasado por peleas reales.
«No hay más remedio...»
A pesar de no querer hacer daño a los habitantes del lugar que nos acogió, no soy tan buena persona como para quedarme quieto intentando convencer con puras palabras a quien me quiere matar.
—De verdad, no quiero pelear, pero si me obligas... ¡No tengo otro remedio!
Vurtalis seguía en lo que decidí simplemente llamar "Forma de tierra". Nunca se me dio bien nombrar cosas, por lo que a veces lo más intuitivo es lo mejor. La pistola estaba sin balas y no me daba tiempo a recargar. Quizás era lo mejor, puesto que simplemente lo quería dejar fuera de combate, no matarlo.
Ese gato estaba armado con una simple espada corta, por lo tanto, el rango de Vurtalis era muchísimo mayor al suyo. Sumado a la capacidad de control de la hoja, la hacía un arma a temer a media distancia. Usándola como un látigo, empecé a atacar. Comparado con el tigre, se trataba de un oponente lento. No obstante, noté la diferencia entre un animal salvaje y él enseguida. Puesto que se trataba de un guerrero experimentado, la diferencia entre nosotros se hizo clara desde el primer momento.
Ataqué desde todo ángulo posible, aprovechando la capacidad para doblarse de Vurtalis. Aún así, lo esquivaba o desviaba como si se tratase de un simple juego de niños. Lo rocé alguna que otra vez, pero sólo conseguí arrancarle algunos pelos o hacerle un corte superficial que ni pareció notar. Durante la mañana me pareció un simple tonto, no obstante, estaba demostrando ser realmente bueno. Prácticamente alcanzaba el nivel de Mirthia. Simplemente estaba evitando ser abrumado gracias a mantener el combate alejado del cuerpo a cuerpo.
—Tierra, obedece mi llamado y cede ante mi poder. Vuélvete mi arma para cumplir tu deber. Cuchilla de arena.
Toda mi concentración estaba puesta en mantener la distancia, así que no estaba atento hacia los ataques de rango y ese gato pareció notarlo. Conjuró una cuchilla de arena que voló directamente hacia mí. Ni se me había pasado por la cabeza que mi enemigo me atacara con magia. Creí que simplemente manteniéndome a medio alcance estaría bien. Cometí un gran error. A esa distancia era muy difícil esquivar ese ataque.
La distancia entre nosotros era de menos de seis metros y la cuchilla era rapidísima. En el último momento pude reaccionar. Salté hacia la izquierda con todas mis fuerzas. Conseguí apartarme de la trayectoria lo suficiente para que no me partiera por la mitad. Salvé la vida, pero a costa de sacrificar mi brazo derecho, que fue seccionado con facilidad. Este cayó al suelo mientras la mano aún sostenía a Vurtalis.
—¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!
La sangre salió disparada, seguido de un terrible dolor que sacudió mi cuerpo entero mientras caía al suelo, retorciéndome en agonía una vez más.
«Dolor antes, dolor ahora, dolor incluso antes de todo eso. Dolor, dolor, dolor y más dolor... ¡No aguanto más! ¡¿Cuánto más tendré que soportar?! Parece una mala broma de alguien que disfruta al verme sufrir...»
Me sujeté con fuerza la herida con mi mano izquierda, aguantando mi sufrimiento. Mi concentración fallaba considerablemente a causa de eso, pero no perdí de vista al gato, quien conjuró una nueva cuchilla y me la lanzó. Esa no la podía esquivar desde esta posición.
—No me jodas... ¡No pienso morir así!
Debía defenderme y sólo podía hacerlo de una manera. Después de todo, ¡yo también podía controlar la tierra! Mordí mi labio con tanta fuerza que sangró intensamente. Hundí mi mano izquierda en el suelo, esforzándome en ignorar el dolor y concentrarme al máximo. Mandé mi poder al suelo, justo delante de mí, y traté de levantar un muro de protección de un fuerte tirón. El suelo se levantó justo en el momento que llegó la cuchilla, bloqueándola y rompiéndose junto a ella. Me sorprendí un poco, comparado a lo que hice anteriormente eso fue algo más fácil. No había duda de que mi poder aumentó considerablemente tras volverme un perro.
—Ya veo. No tuve en cuenta que también podrías usar magia. No importa, esto no te ayudará.
—No... no sé usar magia... ¡Considera que la tierra soy yo mismo!
Desaté mi poder por completo. La tierra empezó a temblar, cosa que a él le desconcertó bastante. Le ataqué con la misma tierra a modo de martillo. El primer golpe no lo vio ni venir, con lo que le derribé. Rodó unos cuantos metros, pero se levantó algo aturdido. Le alcancé con algún que otro ataque, mas no había rastros de hacerle mucho daño. Simplemente parecía causarle un poco de dolor y aturdimiento.
Él también usaba magia de tierra, por lo que probablemente tenía su cuerpo reforzado en cierto grado. También hay que agregar que la tierra en sí misma no era exageradamente dura. Su poder ofensivo era relativamente limitado y yo no podía crear un filo cortante hecho de arena como él.
«Necesito algo cortante o penetrante, pero no tengo tiempo de sacar la pistola... Total, con un brazo tampoco podré cargarla.»
Entonces pensé en la bala que hice usando el carbón y me fije de nuevo en el aspecto de Vurtalis, que se parecía a un pequeño árbol. Los árboles están hechos prácticamente de carbono, si pudiera endurecerlos como hice con la bala… pero eso requeriría mucho tiempo que no tenía.
«Elemento madera, jugar con plantitas... ¡Pues jugaré con las plantas!»
Me acerqué a los árboles colindantes y me centré en ellos. Mi plan era usar sus raíces para atacar y atar. Estas empezaron a salir de la tierra desde diferentes sitios, persiguiendo al gato. Alguna lo alcanzó, pero fue capaz de cortarlas con la espada.
«Vale... quizás no fue tan buena idea... ¿En serio una espada de hueso puede cortar una raíz tan fácilmente? ¡No debería ser posible!»
—No te lo creas tanto, eres un completo novato. ¡Te voy a enseñar como se hace esto! Vida que nace de la tierra, yo te presto mi poder. Úsalo para crecer con fuerza y ata a mis enemigos a placer.
De la nada, directamente bajo mis pies, salieron las raíces de los árboles. Me ataron las piernas y el brazo izquierdo, bloqueando completamente mis movimientos. Lo único que no me ató fue el brazo derecho, básicamente porque no había brazo que pudiera atar.
—¿Ves? Así es como se hace.
Tras terminar estas palabras se lanzó con la espada por delante, directamente hacia mi pecho.Mi tiempo para actuar era escaso. Tenía que liberarme enseguida. Intenté controlar directamente esas raíces, pero no me hacían caso por mucha energía que les mandara.
«¿Acaso no puedo controlar algo creado con magia?»
El miedo me asaltó al ver que no podía liberarme y el gato ya estaba encima mío. Solo me dio tiempo a cerrar los ojos mientras dejaba salir toda la energía que podía de una vez, al mismo tiempo que movía el único medio miembro que me quedaba libre en un intento de bloquear el ataque. Esperé lo peor, sin embargo, el ataque nunca llegó.
Abrí los ojos lentamente y miré hacia adelante. En ese momento no pude creer lo que vi. De mi brazo crecían directamente unas ramas que estaban fundidas con mi cuerpo. La piel cambiaba de golpe a madera y multitud de ramas crecían hacia adelante, donde ese gato estaba empalado entre ellas con sangre saliendo de la boca.
—¿Pero qué... es esto? —murmuré.
—¡Gad! ¡¡¡¿Por qué, miaaaaaa?!!! —una voz conocida gritó desde la entrada del claro.
—Mir...thia —escupió el gato junto a una bocanada de sangre.
Y en ese justo momento llegaron Mirthia y Raidha.
«Definitivamente, todo puede ir siempre mucho peor.»