—Encontrar una ciudad en medio del cielo… sin duda es una tarea extremadamente fácil. Puesto que el cielo es pequeño, no tendremos ningún problema en encontrarla…
—A mí no me parece así.
—Era sarcasmo, Raidha.
—Cierto, ¿por lo menos tu ciudad tiene nombre? —le preguntó Calitia a la niña.
—Ah... sí, Nasibra.
—Bueno, es un buen comienzo. Si encontramos a alguien le podremos preguntar —dije mientras me rascaba la cabeza.
—Seguro que hay alguna otra ciudad o pueblo cerca. No te preocupes Noné, encontraremos a tus padres —Calitia le habló como si intentara darle ánimos.
—Ah… sí… ¡seguro que sí!
No parecía estar muy convencida al respecto, es más, dejó salir una extraña risilla que la hacía poco fiable.
«Esta niña está muy rara… Bueno, supongo que será normal, está con gente incluso más rara que ella…»
—Como sea, ¡en marcha! —se adelantó Raidha.
—Un momento… ¿No te parece que primero deberíamos saber dónde estamos?
—Pues, encima de las nubes ¿No es obvio?
—Claro Raidha, claro…
—Esto… Este lugar es conocido como Leholim, y ciertamente es un país encima de las nubes. Justo debajo nuestro se encuentra Luhel, el hogar de los infernales. Una tierra muerta donde la vida es prácticamente imposible.
—Si la vida es prácticamente imposible, ¿cómo es que viven los infernales? —le preguntó Raidha a la niña.
—Esto… no son como nosotros, para ellos debe ser fácil.
—Se habrán adaptado a vivir en esas condiciones —especificó un poco más Calitia.
[A Pyro no le parece tan raro.]
Seguimos nuestra charla pasajera mientras caminábamos sin un rumbo fijo. Era difícil creer en la existencia de vida por debajo nuestro, pero viendo a nuestro alrededor dejó de parecérmelo.
Para existir vida se necesita agua y comida, algo probablemente difícil de encontrar en terreno volcánico o encima de las nubes, pero en este lugar no era el caso. La mayor parte del suelo era de un blanco tan puro que acomplejaría a la nieve recién caída en la cima de una montaña solitaria. Sin embargo, de tanto en tanto nos cruzábamos zonas de verde, árboles incluidos.
También había animales de todo tipo y tamaño. Desde pájaros como el feo cuervo de antes a pequeños roedores. Lo único fuera de lugar era la parte en la que todos y cada uno de ellos tenían alas.
El clima también era perfecto, ni frío extremo ni calor asfixiante. Por debajo nuestro probablemente estaba todo por encima de los cuarenta grados y eso quizás era quedarse corto. También decir que lo normal sería estar congelándonos a estas alturas. ¿Es posible que ambos climas choquen y quede así? Si no lo viviera en mi propia piel me costaría de creer.
Pero incluso estrujándome los sesos al máximo, no podía encontrar sentido alguno a este mundo. Los demás lo habían aceptado con demasiada facilidad, yo no podía.
—Escucha Noné, por casualidad no sabrás cómo es posible que las nubes puedan sostenernos con esta facilidad, ¿verdad? —pregunté.
—Esto… ¿Acaso no es lo normal? Sería malo si no fuera así.
—Pues… Supongo que sí…
Suspiré en desesperación.
—… Aunque algunas historias dan a entender que no siempre fue así.
—¿En serio? Cuenta un poco.
—Je je, está bien.
Con una genuina sonrisa saltó a mi lado y empezó a contar. Toda emocionada empezó a recitar sin pausa lo que parecía ser alguna historia que había memorizado letra a letra:
"Pequeños habitantes del cielo, ¿qué pensaríais si os dijera que existe un lugar de ensueño? Difícil de creer, ¿no es así? Pues tomad asiento y abrid bien ojos y oídos, un secreto os quiero transmitir.
Existe un lejano lugar, tan lejano que es imposible de llegar simplemente volando. Un cielo distinto a este, el mayor paraíso que uno pueda conocer jamás.
La vida rebosa en el lugar, infinitos campos verdes se extienden por doquier y el clima siempre es perfecto. El sol brilla cada día con intensidad, bañando esos campos con su dorada luz. Los animales no son peligrosos, al contrario, viven en armonía entre todo ser que lo habita.
Las peligrosas tormentas que amenazan constantemente nuestro hogar allí no se pueden ver. Tampoco existen las enfermedades, ni el hambre, ni la sed. Por supuesto, tampoco la misma muerte. Cualquiera que viva allí, alcanzará la más absoluta felicidad.
Pero claro, como todo lugar, si se dejara entrar a cualquiera terminaría arruinado en un momento. Para evitar eso, siempre está bajo la permanente mirada de unos seres muy poderosos, nuestros dioses. Gracias a ellos, el mal nunca podrá corromperlo.
Pero claro, no todo es tan bonito. El lugar está tan bien protegido, que aún nadie ha sido capaz de llegar por su cuenta. Oh, claro, siendo ese el caso pos preguntaréis: Siendo así, ¿cómo es posible que conozcamos sobre ese lugar? No se lo contéis a nadie, pero los celestiales una vez vivimos allí, junto a los mismos dioses.
Puede sonar extraño, pero no lo es tanto. Aunque cueste de creer, los celestiales somos los descendientes de esos dioses y, a pesar de no mantener sus increíbles poderes, aún conservamos parte de ellos. Ese lugar fue preparado para nosotros, quienes al no poseer su mismo poder no podíamos vivir al mismo nivel que ellos. Sin embargo, les fallamos.
Nos volvimos arrogantes y pretenciosos, hasta que finalmente empezamos a causar disturbios y finalmente desobedecer incluso a nuestros padres. Entristecidos por ello, los dioses decidieron imponernos un terrible castigo y fuimos expulsados de ese cielo maravilloso a una tierra muerta llena de peligros.
La vida se hizo dura, casi imposible, pero sobrevivimos de alguna manera. El tiempo pasó y tras unos cuantos años nos arrepentimos de nuestro pecado. Por suerte, los dioses son benévolos.
Compadeciéndose de nosotros y perdonándonos nuestro terrible pecado, nos dieron un nuevo hogar en el que vivir en el cielo de esta tierra llena de peligros. Sin embargo, se nos impidió la entrada de nuevo al paraíso. Quedamos desterrados a vivir en nuestro actual cielo mortal, con la constante amenaza y recordatorio de lo que hicimos justo por debajo nuestro.
Pero la historia no termina aquí. A pesar de impedirnos la entrada de nuevo, no se nos negó la entrada para siempre. Dejaron una puerta abierta en algún lugar escondido de este vasto cielo, la que aún nadie ha sido capaz de encontrar. Si fuéramos capaces de encontrarla, recuperaríamos el derecho de regresar a su lado, para siempre..."
Empecé a reír irónicamente mientras seguía escuchando su historia. En resumen: el mundo es así porque sus dioses lo hicieron así. Ni explicaciones lógicas ni nada de nada, una simple leyenda, o más bien dicho, cuento para niños. Y escuchando como lo contaba, la niña parecía estar convencida de que realmente existía un lugar así.
—¿No os gustaría ver ese lugar?
Los ojos de Noné parecían brillar en alegría e ilusión esperando mi respuesta. Los niños se emocionan con cualquier cosa.
—Pues… Supongo que sí…
—¡Por supuesto! ¡Algún día lo encontraré!
Y algo me hizo pensar que literalmente escapó de casa para buscar ese lugar… me recordó un poco a alguien bastante mayor que ella…
—Seguro que sí —le respondí desinteresadamente.
—¿Está bien decirle eso? —me susurró Calitia.
—Solo se es niño una vez. Déjala soñar un poco.
—Ciertamente, solo se es niño una vez… —murmuró ella.
Como fuera, ahora lo importante era buscar el hogar de esta cría y asegurarnos de que sus padres no la dejaran escapar de nuevo.
—Ahora a ver como encontramos algo por aquí… Pyro, sobrevuela el lugar a ver si ves algo similar a un asentamiento cerca.
[Bien.]
En la tierra es bastante fácil orientarse, pero en el cielo es imposible. Las malditas nubes se movían todo el rato de un lado hacia otro, así que nuestra única opción era caminar sin rumbo y esperar a que Pyro fuera capaz de avistar alguna cosa.
El otro problema era pasar de una nube a otra. Si estaban cercanas podíamos pasar de un simple salto, y no negaré que dar esos saltos asustaba bastante, pero si estaban muy separadas… Bueno, por decirlo claramente, los únicos capaces de volar aquí eran Pyro y Calitia y a Raidha no le hacía mucha gracia ser cargada por Calitia. Por supuesto, Pyro siquiera era capaz de cargar con ninguno de nosotros, así que terminamos dando más de un rodeo.
***
Una vez más, nos tocó caminar durante vete a saber cuanto tiempo. Por suerte, el suelo era muy blando, con lo que caminar se hacía relativamente cómodo. A pesar de eso, Noné ya estaba subida al cuello de Calitia.
«Lo niños aguantan poco… Eso, o simplemente está aprovechándose de la situación.»
—Vamos por allá. Hay un pueblo ahí mismo.
Noné nos señaló hacia una nube lejana a la que ni siquiera Pyro se había acercado. Tras fijarme mejor, pude ver lo que parecían unas construcciones completamente blancas. Eran difíciles de ver al ser del mismo color que la nube.
«¿La niña lo vio solita? Tremenda visión la de esta cría.»
Fuimos hacia la ciudad sin dudarlo ni un momento. Nada más llegar, entendí lo que decía Noné sobre lo de que no podía volar. Los edificios eran más similares a torres que a casas como tal y muchos de ellos tenían la entrada en la parte superior en lugar de en la base como uno esperaría que fuera normalmente.
Se podía ver a la gente volando por las calles como si nada, y no tenían alas. A primera vista realmente no se veían diferentes a los humanos a parte de las plumas que les salían de la cabeza como a Noné… y que volaban ignorando por completo la gravedad.
—Me imaginaba a los hombres pájaro de otro modo… Alas en lugar de manos y piernas con garras… ¿Pondrán huevos?
—Lo dudo —replicó Raidha ante mi comentario.
Y sin perder el tiempo nos adentramos en el pueblo.