—¡No, tú no vienes!
—¡Pero yo soy quién os contó sobre ella!
—Eso no cambia el hecho de que seas una mera cría que se ha escapado de casa. ¡Piensa un poco en tus padres maldita sea!
La mocosa y yo estábamos teniendo una "pequeña discusión" justo a la salida de esa ciudad. A pesar de que me diera curiosidad esa historia, no era tan descorazonado como para dejar a una niña pequeña abandonada en medio de la nada. El problema es que se negaba a razonar y decirnos dónde se encontraba su casa.
—Ni siquiera sabemos si ese lugar realmente existe o si es peligroso. Una mocosa como tú no debería ir por ahí persiguiendo ilusiones. Lo mejor es que regreses a casa y si dentro de diez años aún te hace ilusión puedes salir de nuevo a buscar ese sitio… aunque dudo que te importe para entonces…
—¡Sin mí no la encontraréis nunca!
Estaba agachado justo a su altura con nuestras cabezas a menos de un metro de distancia, pero la maldita criaja seguía resistiéndose con todas sus fuerzas a ceder, hasta parecían salir chispas dirigidas hacia mí desde sus ojos llorosos al enfrentarme cara a cara.
—Bien, bien, cálmate un poco —Calitia se plantó delante de mí—. ¿No crees que estás siendo demasiado duro con una pequeña niña? Además si realmente sabe más o menos dónde se encuentra ese lugar nos ahorrará tiempo.
—¿Lo dices en serio? No hay forma de que sepa eso…
—¡Lo sé! No salí de casa sin más. Sé dónde se encuentran esos pájaros de la tormenta.
—Tú…
Se puso más cabezota que Raidha y casi empieza un berrinche incluso peor que los de ella.
«Y por esto nunca me gustaron los críos…»
Tanto Raidha como yo la intentamos convencer, pero no quería de ninguna manera. Estaba decidida a encontrar esa ciudad incluso si tenía que alejarse de su casa por días y sin avisar a nadie.
—¡Ya basta! ¡Déjate de gilipolleces y regresa con tus padres! Probablemente estarán desesperados intentando encontrarte en estos mismos instantes. ¿Te parece bonito desaparecer de golpe preocupando a todos?
—¡No pienso regresar! Incluso si no queréis llevarme, iré yo sola… Igualmente a nadie le importará mucho si desaparezco… Solo soy un fracaso como celestial…
—Realmente no tienes ni idea de lo que es alejarte de tu hogar y no saber cuándo podrás volver…
Y solo de pensar en encontrarme con unos pájaros que probablemente escupirían rayos o crearían tornados ya me parecía lo suficientemente peligroso para nosotros como para tener que cuidar de una mocosa.
—Drayd… Esto… Tiene razón, regresa con tu familia. Tendrás otra oportunidad en el futuro —se le acercó Raidha.
Las lágrimas empezaron a caer por el rostro de la niña, pero la excusa de querer encontrar ese lugar para "poder volar" o "encontrar una vida mejor" no era suficiente para que aceptáramos.
—Buaaaaa… ¡No es justo! ¡Todo el mundo me deja de lado, no le importo a nadie! Snif, sol.. yo solo… snif.
—¿Acaso perdemos nada por ayudarla un poco? —Calitia se volvió a meter por en medio.
Y probablemente en ese momento una vena se hinchó en mi frente.
—Sabes perfectamente que puede haber algún peligro por ahí. Además, no es como si pretendiera buscar ese lugar por meses… Si no encontramos ningún rastro pronto simplemente seguiremos nuestro camino… ¿Pretendes cumplir su capricho sí o sí?
—No tengo intención de eso, pero no perdemos nada por llevarla con nosotros unos días, ¿verdad?
Me puse a un palmo de Calitia, quien se tensó al instante. Esta idiota ya me había conseguido enfadar.
—Tú no tienes ni idea de lo que es desaparecer de tu hogar con unos desconocidos sin que nadie sepa a dónde te has marchado… Tener a toda tu familia… A tus seres queridos… A todos buscándote desesperadamente llenos de pesar… Y lo peor, al principio puede que no te importe, pero poco a poco tu corazón se va llenando de dolor por haberlo hecho… Solo consigues sufrir tú y hacer sufrir a quienes te importan… Ya que tú no tienes que pasar por eso, no arrastres a los demás… No arrastres a una niña como ya arrastraste anteriormente a alguien más. Guárdate tus payasadas y locuras para cuando no causen daño a nadie —le susurré con una voz llena de desprecio.
Sus labios empezaron a temblar sutilmente mientras nuestras miradas se encontraban directamente. Ambas miradas parecían estar lanzándose cuchillas tremendamente afiladas con la intención de matar al otro.
—No hables como si lo supieras absolutamente todo y fueras una maldita víctima. Tú estás así porque te metiste en medio de algo que no te concierne. Fue por tu propia falta de cuidado y sensatez. Tienes la culpa de lo que te está pasando, no compares tu situación con la de esta niña —me susurró con el mismo desprecio con el que le hablé yo.
—No lo decía por mí… No hables tú como si no tuvieras nada que ver.
Por lo visto se atragantó, ya que no pudo responder a esas palabras. Estaba clarísimo, ella tenía la culpa de que Raidha se encontrara en esta situación, y por supuesto, yo más que ella. Quizás nadie se había dado cuenta, pero yo sí. Raidha sufría intensamente cada día, a pesar de no mostrarlo directamente. Me costaba soportar verla sufrir así, sufrir por estar alejada de su familia.
Suspiré pesadamente. Las ganas de discutir se me habían pasado por completo después de ese corto encuentro. Bien, si esta cabeza hueca quería malcriarla que así fuera, no era mi problema…
—Como quieras… pero si le pasa algo será completamente responsabilidad tuya… Completamente tuya…
—No te preocupes, juro que no permitiré que le pase absolutamente nada… incluso si me cuesta la vida.
—Esta zorra es realmente insoportable —murmuró Raidha a mi lado.
En fin, la verdad es que había sido muy fácil decir la tontería de "pues vamos", pero realmente no teníamos ni idea de por donde empezar y nadie de los ciudadanos se dignara en ayudarnos en una búsqueda que para ellos era un estúpido cuento. Sin más me agaché de nuevo delante de la niña.
—Bien… ¿De verdad sabés dónde están esos pájaros de la tormenta?
—Esto… c… creo que sí.
Y con la rubia despertando sus instintos maternales, finalmente Noné se quedó con nosotros. A mí gusto, una idea pésima y una molestia.
«¿Por qué una niña de once años sabe donde viven unos pájaros que nadie más sabe donde viven? No me cuadra… Pero que fuera capaz de subirse a un cuervo que nos atacó simplemente al vernos da algo de credibilidad a sus palabras… Solo algo…»
—Entonces... ¿Qué son esos pájaros?
—E… Esto…
—No seas tan vergonzosa y dilo claro.
—So… son parecidos al pájaro en el que estaba subida, con la diferencia que ellos pueden controlar el viento a placer… Cre… creo.
—¿Crees?
[¿Son como Pyro?]
—Dime que no… Que no son como Pyro.
«Otros cócteles molotov volantes serían demasiado para mí…»
—¿Eh? Ah… No, no, son pájaros muy grandes e inteligentes.
«¿Acaba de llamar tonto a Pyro o me lo he imaginado? Bueno, no es un lumbreras, pero tampoco tonto… Aunque me preocupa más ese "creo"'...»
—El problema… es… es que…
—¡Dilo de una vez! —le gritó Raidha, probablemente tan harta como yo.
—Raidha, no le grites a una pobre niña.
—¡Tú no eres su madre!
—Vosotras dos tranquilas… A ver, dilo, a pesar que me lo puedo imaginar…
—S… sí… El problema es… que no se llevan nada bien con los celestiales… Así que nadie sabe muy bien dónde están exactamente y pocas veces han sido vistos.
Suspiré pesadamente. Otra mentira de la niña, realmente no parecía tener ni idea de donde se encontraban estos malditos pajarracos. Solo lo dijo para que aceptáramos llevarla con nosotros.
—Entonces tenemos suerte, nosotros no somos celestiales.
[Pyro es un pyropú.]
—Pyro… Llámate a ti mismo fénix, hazme el favor…
[Esta bien, Pyro es un fénix.]
—¿Crees que nos trataran distinto por no ser celestiales?
Bueno si eran los sirvientes de esos llamados "dioses"...
—Sí, Calitia… Sobre todo tengo la corazonada que nos trataran distintos por ti, simplemente alardea de alas. Ábrelas bien grandes si nos encontramos con ellos.
—Uhm, está bien.
Hice como que no vi la mirada asesina de Raidha.
—De todos modos, estamos igual, sin saber dónde están. La maldita niña nos ha mentido de nuevo.
—¡No he mentido! … Al menos no del todo… ¡No sé donde están, pero puedo encontrarlos!
—A ver, ¿cómo?
—Solo necesito escuchar la voz del cielo.
Antes de poder replicar, Noné cerró sus ojos y se puso a escuchar en medio de la nada. Todos nos quedamos callados intentando escuchar algún sonido, pero no se escuchaba absolutamente nada.
—¡No se escucha nada! —volvió a gritarle Raidha.
—Esto… Yo, yo puedo escucharlo… El aletear de los animales… El viento soplando entre las hojas de los árboles… Las voces de la gente en la lejanía...
—¡Oh! ¿Son los celestiales capaces de eso?
—No escuche de nadie más a parte de mí capaz de hacerlo… Lo siento…
—Eso también suena falso.
—¡Es la verdad!
—Dejadla terminar.
A mí también me costaba de creer bastante, pero se la veía tan convencida de ello. La tímida niña, que se pasaba el rato temblando y hablando entrecortado, parecía tan confiable mientras escuchaba. Su rostro era serio y lleno de confianza, mostraba una concentración absoluta en la tarea. No tardó mucho más en abrir los ojos lentamente y susurrar.
—Lo encontré.
—¿El qué? ¿Los pájaros esos?
—El susurro de una tormenta… Una enorme y furiosa tormenta.
—¿Una tormenta?
—Sí. Estos pájaros son llamados de la tormenta porque siempre llevan una allí donde van. El viento sopla extremadamente fuerte y los relámpagos caen con furia en medio de esta. Mientras, ellos vuelan majestuosamente entre estos rayos que ellos mismos generan. Son los indiscutibles reyes del cielo, nada ni nadie puede hacer nada contra su poder.
Pues realmente eran como se esperaría de algo con ese nombre, Pyros versión eléctrica.
—Eso asusta un poco… ¡No tengo intención de ser golpeada por un rayo!
—Suena peligroso sí.
—Bueno… Ya tenemos a un legendario pájaro de fuego… No creo que uno de electricidad sea muy distinto...
—Ya no me parece muy buena idea ir —se quejó Raidha.
—Esto aumenta más el porqué no llevar a una niña con nosotros.
—¡Ya aceptasteis! ¡No podéis echaros atrás luego de que os diga donde están!
—¡Aún no lo has dicho, idiota! En fin… ¿Qué hacemos?
Todos volvimos a clavar la mirada en reproche hacia Calitia… Excepto Noné que la clavó en súplica. Tras discutirlo un poco y con la niña dando por culo, decidimos seguir con los planes iniciales. Encontraríamos a esos pajarracos, y junto a ellos, esa ciudad perdida.
Y así, otra pequeña aventura empezó.