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Sombras Divididas

El destino es confuso. A veces pasa sin ser percibido, otras puede volver del revés la vida de alguien. Un chico normal, con problemas normales, viviendo una vida normal, justo como cualquier humano común... con la diferencia que el destino tenía otros planes para él. Un día, después de un extraño evento, se topó con dos chicas aladas y su vida se volvió mucho menos... normal. Fue arrastrado fuera de su planeta, probando la existencia de otros mundos y de extraños poderes como la magia misma. Desgraciadamente, el camino de regreso a su casa fue cerrado tras de si, dejando como única opción para regresar a su casa vagar a través de diversos mundos desconocidos . Al mismo tiempo, descubrió que no era capaz de usar magia, pero en su lugar obtuvo un extraño poder que le permitía tomar la energía del propio mundo, junto a otro extraño poder acompañado por una misteriosa y tenebrosa existencia despertando dentro suyo, sin la menor idea de si se trataba de un amigo o enemigo.

Gascart · Fantasia
Classificações insuficientes
67 Chs

Con el rabo entre las piernas

El claro se encontraba lleno de agujeros. Las raíces de los árboles se levantaban fuera de la tierra. En un rincón estaba el cadáver de un descomunal tigre. En otro, un hombre lobo atado por la maleza, con un brazo desde el que salían unas ramas que empalaban a un hombre gato al borde de la muerte. Esta escena que uno creería imposible se mostraba ante los ojos de las chicas.

La primera en reaccionar fue Mirthia que, tras recuperarse del impacto de la visión, salió corriendo hacia el gato empalado, gritando con desesperación.

—¡¿Qué ha pasado aquí?! —me gritó Raidha mientras intentaba librarse de las plantas que me ataban.

—Ni siquiera yo estoy seguro del todo... Ese gato loco quiso matarme, y justo antes de que llegarais... Bueno, ehm... estas ramas salieron de mi brazo directamente hacia él... —le respondí, mirando hacia el gato y Mirthia.

—¡Gad, ¿estás bien, miau?!

Mirthia sacó su propia espada y cortó las ramas que empalaban al gato, que por lo visto se llamaba Gad. Cuidadosamente lo bajó y apoyó encima suyo. Al mismo tiempo, yo conseguí liberarme de mis ataduras. Sujeté esa madera que crecía en mi brazo y tiré con fuerza. Conseguí arrancarla sin mucha dificultad ni dolor. La herida en mi brazo cortado había desaparecido como si nunca hubiera estado ahí.

A pocos pasos de mi se encontraba la otra parte de mi brazo, sujetando aún a Vurtalis. Me acerqué y por lo menos recuperé la espada. Dudé un poco en si debía guardar mi brazo o simplemente dejarlo. Después de todo, no creí posible poder implantarlo en su sitio, sobre todo después de ver como se había cerrado la herida. La medicina disponible en ese lugar tampoco parecía ser capaz de ello.

—¡Gad, Gad, di algo, miau!

Los gritos de Mirthia seguían resonando por el claro. Eso, sumado a que nuestra pelea no había sido muy silenciosa que digamos, parece que llegó a los oídos de algunos de los gatos que estaban cerca, ya que algunos hombres de la aldea también llegaron al claro.

—¿Qué es este desastre?

—¡Mirad! ¡Es Khesnar!

Todos quedaron estupefactos al ver la escena, pero en seguida salieron corriendo hacia el cadáver del tigre.

—Está muerto...

—También atacaron a Gad.

—¡Monstruo!

Las distintas emociones de cada uno se apreciaban en sus tonos de voz. Ira, miedo, desesperación, desprecio, todas ellas negativas, todas dirigidas directamente hacia mí. La situación era nefasta, y por el lado de Mirthia no parecía ir mucho mejor.

—Mir...thia, escu...chame yo… —consiguió balbucear el gato medio muerto.

—Tranquilo, miau. Vas a ponerte bien, miau. No te esfuerces, miau. Aguanta, miau.

—No... Escucha, ese tipo es... es un monstruo —dijo señalándome mientras escupía sangre—. No debéis, no...

—No, no, ¡aguanta, miaaaaaaaa!

Mirthia se desesperaba intentando evitar que saliera sangre de los distintos agujeros del cuerpo de Gad, pero no podía. Lentamente, un charco rojo se extendía por debajo suyo y empezaba a empapar a la propia Mirthia de ese desagradable color. Cada vez su respiración era más débil. Se mirara como se mirase, no aguantaría mucho.

—¿Sabes?, yo... te amo.

Se le confesó mientras le tocaba la cara cariñosamente, para finalmente cerrar los ojos y exhalar su último aliento, dejando tras de sí una amarga sonrisa. Por lo visto, en sus últimos momentos reunió el valor para confesarse. No creo que muriera sin resentimientos, pero por su cara, por lo menos murió contento por poder decirlo. Y con eso, la última bomba cayó. Una bomba que sin duda no tardaría en explotar, causando una enorme destrucción.

—Ey, miau... Va, miau. Abre los ojos, miau. No bromees, venga ya termina la broma, miajajaja. Venga...

Empezó con pequeños golpes en la mejilla en un estado de incredulidad total. Se reía, desesperaba ante el silencio, volvía a reír. Su cabeza no parecía ser capaz de decidirse por cual sentimiento poner en escena.... Y al final la bomba explotó.

—¡Venga, levántate! ¡Déjate de tonterías! ¡¡¡¡Miaaaau!!!!

Nadie a parte de ella abría su boca, por lo cual su grito creó un estruendo que hizo huir hasta a los animales de los alrededores. Mirthia empezó a menear al gato muerto como quien intenta despertar a alguien dormido.

Los aldeanos seguían mudos detrás suyo. Algunos lloraban, otros desviaban la mirada, muchos más apretaban puños y dientes con furia, pero nadie decía nada. Raidha estaba con una mano tapando su boca entreabierta, debatiéndose entre decir algo o callar completamente mientras intercambiaba miradas entre Mirthia y yo. Por mi lado, el sentimiento de culpa empezaba a corroerme intensamente. No pude hacer otra cosa que mantener el silencio como todos los demás mientras aguantaba la presión en mi pecho. Solo una persona habló a parte de Mirthia, alguien cuya voz no pudo ser escuchada por nadie más que yo.

-Bah, parecen todos idiotas. Él se lo buscó. Está bien que haya muerto. Si no moría él, morías tú.

—Lo sé... —susurré.

Realmente fue una suerte que nadie a parte de mí pudiera oír esa voz. Era cruel, pero lo que dijo era la pura verdad. Si el que estuviera tirado en el suelo no fuera ese gato, sería yo. Por eso, a pesar de sentir algo de culpa, no puedo decir que lo lamentaba desde el fondo de mi corazón.

—Yo también te quiero, miau —dijo mientras le abrazaba.

Finalmente, Mirthia pareció darse cuenta de que estaba realmente muerto y le soltó. La sangre de Gad la empapaba de arriba a abajo. Su pelaje negro estaba completamente mojado de rojo. Durante un momento se giró hacia nosotros y nos miró directamente. Su aspecto era idéntico al de un carnicero de una película de terror. Daba bastante miedo.

Ante la deformada cara más adecuada para un demonio, incluso los aldeanos dieron un paso atrás. Sin embargo, esa cara no duró mucho. Su expresión cambió de furia extrema a tristeza absoluta y cayó entre lágrimas, justo encima del cadáver. Finalmente se rompió, esta vez era ella la que no dejaba salir sonido alguno mientras hundía su cara en el pecho de un muerto.

—¿Por qué, miau?

—Yo no…

—Te ayudé, te acogí, te enseñé, y esto es lo que recibo a cambio…

—El me atracó… ni siquiera sé cómo... Fue sin querer.

—Sin querer, miajajaja.

La risa seca de Mirthia hizo que me sintiera aún más culpable y el dolor en mi pecho se sintiera mayor al de cualquier herida. Abrí y cerré la boca como un pez, pero no fui capaz de articular palabra alguna.

—¡Mirthia!

La princesita no pudo aguantar más y corrió hacia ella en lo que probablemente fue un intento de consolarla. Nada más empezó a correr, pude ver a Mirthia apretar con fuerza la empuñadura de la espada que aún tenía desenfundada.

—¡Raidha, no te le acerques más!

Le lancé a Vurtalis a modo de látigo. La rodeé con la hoja mientras intentaba no llegar a cortarla, para rápidamente tirar de ella hacia atrás. A duras penas llegué a tiempo para alejarla una vez ya estaba a un par de metros de Mirthia. En el lugar donde habría estado Raidha, acababa de pasar la espada de Mirthia a toda velocidad, cortando limpiamente un par de mechones de su cabello que no pudieron retroceder a tiempo.

—¡Espera un momento, yo…!

—Vete, miau...

Un hilo de voz a duras penas perceptible se filtró de su cara hundida en el pecho del gato.

—¡Pero!

—¡¡¡¡¡Que te vayas, miaaaaau!!!!

Los demás aldeanos reaccionaron en ese instante y prepararon las armas. No había nada que hacer, las cosas se ponían feas.

—Me cago en dios, otra vez las cosas terminan igual. ¿Acaso no hay un solo lugar en el que no nos persigan los problemas? ¡Raidha vámonos!

—¡Espera! ¿Qué ha pasado?

—No te quedes parada, no hay tiempo... Luego te lo resumo... ¡Ahora corre si no quieres morir!

Cogí a Raidha de la mano y eché a correr con todas mis fuerzas. Detrás nuestro pude escuchar los pasos del grupo de aldeanos persiguiéndonos. Por suerte, el frondoso bosque, por el que era bastante difícil caminar, nos sirvió de cobertura para intentar dejarlos atrás. Además, bloqueé el camino levantando muros de tierra e impidiendo la visión tanto como pude. De este modo, conseguimos escapar de los gatos rabiosos. No obstante, salimos de la zona que conocía..

***

Tras haber corrido durante por lo menos media hora seguida y asegurarnos de que no nos seguían, paramos a descansar un poco. Mis piernas finalmente cedieron y me tumbé en el suelo con mi brazo tapándome los ojos y mordiendo mi labio con fuerza. La mirada que me echó Mirthia seguía viva en mi mente y no parecía querer irse pronto.

—Bien, ¿ahora me contarás qué ha pasado? Sé que no nos quedaríamos para siempre allí, pero irnos de esta manera ha sido muy desagradable.

Su cara era amarga y estaba completamente disgustada. Tanto que no quería ni mirarme a la cara. Por suerte, parecía entender que yo no tenía la culpa de todo.

—Simplemente quiero saber que pasó —terminó murmurando.

—En resumen, ese tal Gad estaba celoso de que viviéramos con Mirthia... Bueno, que yo viviese. Tú no creo que le importaras tanto. Y para rematar el problema, ese tigre era algo como el dios guardián del bosque... o no sé qué mierda por el estilo. Entonces, juntando sus celos con la excusa de matar al tigre, pues... me atacó.

—Creo que es demasiado resumen, pero me hago a la idea. Y otra cosa, ¿qué pasó con tu brazo?

Esta vez mostró dolor en lugar de disgusto. Sin duda estaba preocupada y triste al verme perder un brazo.

—Como podrás imaginarte, él me lo cortó. De todos modos no creo que haya necesidad de preocuparse. Ya ni siquiera me duele. Además, me da la sensación de que crecerá de nuevo...

—¡¿Ehhhhhhhhhhhhh?! ¡¿En serio?!

—Sí... Fíjate, no tengo ni una sola herida ahora mismo. La regeneración se ha multiplicado cientos de veces y el control que tengo sobre la tierra también aumentó exponencialmente. Mira... incluso puedo crear plantas de la nada. Por lo visto lo hice inconscientemente para defenderme.

Levanté mi mano mientras recordaba la sensación durante la pelea. De la palma creció un pequeño árbol en miniatura.

—Por eso... Creo que ahora mismo soy algo parecido a una planta con forma humana... Bueno, de lobo. Mis heridas curan del mismo modo que recrece la rama de un árbol de nuevo después de ser cortada.

—¡¿Ehhhhhhhhhhhhhh?! ¡Entonces, ¿te volviste inmortal?!

—No... no lo creo. Puedo curar heridas, pero al igual que una planta, si me cortan la raíz seguro que voy a morir. Agregar que mi cuerpo sigue siendo de carne y hueso... Simplemente ahora soy algo más difícil de matar.

—No tengo muy claro si debería alegrarme u ofenderme.

—¿Por qué dices eso? Bueno... es igual. Por cierto, ¿por qué vinieron tantos aldeanos detrás tuyo?

—¡Ah! Eso... veras.... ehm...

—Dilo claro...

—Pues cuando fui a la aldea a buscar a Mirthia lo hice gritando por todos lados. Al escucharme hablar sobre el tigre todos nos siguieron.

—Entiendo... ¡Eres una maldita idiota!

—¡No es mi culpa!

Seguimos nuestro camino sin rumbo a través del bosque. Nuestra intención era salir de él, pero no teníamos ni idea de por dónde ir. Tras unas horas caminando, la ropa sudada, ensangrentada y rota, empezaba a molestarme.

—Me pregunto qué haré con esta ropa por el mundo... Si me ve alguien no sé qué pensará.

—¡No me acordaba! Como te dije, aproveché para recoger nuestra ropa.

Se quitó de la espalda una mochila que llevaba desde hace rato y empezó a sacar su propia ropa de siempre.

—Yo no quiero seguir con esta ropa fea. Voy a cambiarme. ¡Ni se te ocurra mirar!

Se escondió un poco y se cambió.

—No te preocupes, también traje la tuya.

—¿Y para qué guardas la mía?

—¿Prefieres ir con esto?

—No es que me guste... Poniéndonos a comparar esta ropa que llevo con la mía, quizás la mía está en un mejor estado actualmente, pero no mucho más.

Comparé ambas. La mía estaba rota por distintos lados y tenía un desagradable agujero en el estómago. A esta le faltaba una manga y cuatro marcas de garras desgarraban la parte del pecho. Como decía, estaban casi igual de destrozadas. Pero ciertamente, la tela de mi ropa normal era más cómoda y por lo menos había sido lavada.

—Me pondré la mía por ahora. Quizás en algún momento pueda remendar los agujeros.

—¡Esto no es problema! ¡Déjamelo a mí!

Sacó pecho y se lo golpeó con una orgullosa sonrisa.

—Ya viste en mi ciudad como hacemos las cosas, ¿verdad? Pues al igual que construimos edificios, también podemos hacer otros materiales. Solo necesito cambiar de una textura dura a una idéntica a la tela. Dame un momento, arreglaré tu ropa enseguida.

Y tal como dijo, se puso a reparar los agujeros de mi chándal con su magia. Por suerte, la tela también era negra y quedó perfecto.

—¡Mira! ¿Qué te parece? Ahora incluso es más resistente. No es como una armadura, pero aguantará algunos golpes.

—¡Ah!, pues ha quedado estupendo. Solo una cosa... hazle un agujero en el culo o no podré sacar el rabo.

—Jajajaj, voy voy.

—No te rías... Aún no lo he asumido del todo.

Una vez terminó, me fui a cambiar del mismo modo que ella. A pesar del estado de la actual, decidí guardar la ropa rota por si acaso, ya que no tenía otra. Me puse la mía y...

—Raidha...

—¿Qué te pasa ahora?

—Hiciste el agujero en el lado contrario...