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Capítulo 2: La última orden

Capítulo 2

La última orden

"¿Cómo es que me metí en esto?"

Era lo que se preguntaba Jeff ante la fuerte noticia que había recibido.

"Lo único que recuerdo, es que, luego de llevar al profesor al hospital, Sabrina, Samantha y yo hicimos nuestra prueba consiguiendo dos anillos, con los cuales, podíamos controlar dos cuervos.

"Uno era mío y el otro de Samantha. Mientras tanto, Sabrina no consiguió ninguna criatura, pero, aun así, el profesor le dio otra oportunidad, en la cual, me vi involucrado volviéndome su mentor"

"Qué desperdicio de mi tiempo"

— ¿Sabes?, me dan ganas de comer unos tacos, ¿Traes dinero?  —Preguntó Sabrina con una actitud sonriente. Caminaba al lado de Jeff.

Ante la pregunta de Sabrina, Jeff salió de sus pensamientos para buscar en sus bolsillos, pero no encontró dinero.

Pudo sentir molestia por parte de Sabrina, pero ella cambió su mirada por una de tranquilidad.

—No te preocupes, yo invito —Sabrina Sacó su monedero.

Jeff solo suspiró, era la primera vez que ella quería invitarle. Anteriormente, era él quien le compraba todo, sin embargo, es posible que ella quiera sobornarlo.

Los dos siguieron caminando por la calle hasta llegar a un lote vacío, no había nada ahí salvo tierra y paredes que cubrían el interior del lugar.

Jeff silvó ocacionando que el sonido de un auto se manifestara, y de la nada, casi son atropellados, si Sabrina no tomaba a Jeff de la mano para llevárselo, estarían muertos.

El cabello morado de Sabrina cubría su rostro debido al viento que causaba la velocidad del vehículo.

Una vez que se detuvo enfrente de ellos, Sabrina no evitó sentirse emocionada.

—¡Ahhh! —corrió hacia el auto y lo abrazó con emoción.

—¡Cállate! —Jeff se cubrió sus oídos por el grito que le causó  molestia.

—¡Quiero que me enseñes a manejar! —Exclamó Sabrina. Hizo como si manejara un auto imaginario.

La seria mirada de Jeff no se hizo esperar, caminó hacia el otro lado del auto para entrar.

Al ver este acto, Sabrina entró al vehículo algo aburrida. Ambos se miraron antes de que él arrancara.

Jeff pisó el acelerador a fondo provocando que el motor empezara a sonar fuertemente.

Una sensación de pánico se apoderó de Sabrina, subió sus piernas a su asiento y las rodeó con sus brazos, asustada, pensaba que explotarían.

Pero no pasó, aún así, sacó unas píldoras de la guantera y se comió dos.

Según recordaba, estas eran para los nervios y le pertenecían a ella, no a Jeff.

Por parte de Jeff, se percató de la expresión de temor que tenía su compañera en la cara, de alguna manera, lo hacía sonreír. Sin duda parecía un sádico.

De pronto, Jeff arrancó y aceleró, cuando estaba por llegar a una pared, la realidad se partió permitiéndole atravesar a otra dimensión.

Cuando lograron entrar al otro lado, fueron recibidos por un escenario tétrico.

La atmósfera se volvió un lugar desolado que daba un sentimiento de angustia he incomodidad.  No importaba a donde miraras, toda la calle estaba infestada por sombras, tanto de personas, como de objetos.

Ese mundo era una dimensión muy diferente a la que conocían.

Se llamaba el mundo sombra y era un espacio paralelo al plano físico. Era como si estuvieran dentro de una burbuja aislados del mundo y nadie los pudiera ver.

Mientras avanzaban por aquella calle, les era muy difícil reconocer su mundo. A diferencia de Jeff, quién no se inmutaba, Sabrina se asomó por la ventana para quedar sorprendida por lo que veía.

—¡Mira!, estamos rodeados por miles de sombras —Puso sus manos en la ventana.

—Si...lo sé —Le respondía por responder.

El asiento de Sabrina era muy cómodo, por lo que terminó reclinándose, se acostó de lado para observar mejor a Jeff, puso uno de sus brazos sobre su cuerpo y con el otro sujetó, su cabeza.

—Oye Jeff, hace mucho que no hablamos y hay algo que siempre te quise preguntar —Lo dijo de una forma algo coqueta.

—Pero si hablamos ayer, ¿No? —vio un instante la forma en la que ella estaba acostada para luego responder y seguir viendo el camino con una pequeña sonrisa de nerviosismo.

Aunque no lo parecía, ambos pasaban casi todo el día juntos debido a la cercanía que tenían desde que se conocieron en un parque.

Desde entonces, Jeff buscaba excusas para quitársela de encima, pero, últimamente, evitaba a Sabrina.

Sabrina sentía como su mente se aburría cada vez más, con sus ojos intentaba convencer a Jeff de conversar, pero él simplemente la ignoraba, hasta que, ella comenzó a bostezar fuerte provocando su enojo.

—Dime tu pregunta  —Suspiró antes de hablar.

—Oh genial, verás, recuerdame, ¿Por que debemos evitar que los no magos sepan de nosotros? —Se recostó de espalda

No quería que Jeff se enfadara o pensara que se avergonzaba de poseer artefactos que te hacen invisible ante el mundo, sin embargo, no podía evitar preguntar por qué se ocultaban, esto era desde tiempos antiguos.

Desde pequeña, tenía esta interrogante en la cabeza, pero lamentablemente, su familia solo la miraba y le susurraba que no preguntara y acatara sus órdenes.

Ahora que no estaban, podría preguntarle a Jeff lo que quisiera.

Él se estaba preparando para contestarle.

Él le explicó qué, hace miles de años, los magos vivian sólo en la tierra, asi fue hasta la llegada de seres del cielo.

Estos los convencieron de dejar quedarse a estos seres que no ran magos. Toda la convivencia convivencia buena, pero debido a la avaricia de algunos humanos, estos  quisieron robar sus poderes.

Por esta razón, tuvieron descendencia con magos y así nacieron los Inquisidores, eran los encargados e custodiar los antiguos escritos, pero, no lo consiguieron.

Desde entonces, se llevaron a cabo batallas en las que, los magos tuvieron que ocultarse para no ser cazados.

Todo este gran conflicto por la conquista y poder llevó a que, en la actualidad, solo quedara un libro de hechizos antiguo de esos tiempos y que vivieran dos guerras inquisitivas.

Tras su explicación, Sabrina quedó sorprendida. De pronto, Jeff presionó el claxon provocando que la realidad se fragmentara como un espejo roto.

Aceleró lo más que pudo para luego salir de la dimensión de las sombras acabando en una avenida regularmente transitada.

Acabaron por estacionarse en frente de un elegante restaurante, antes de llegar a él, Jeff,  forzosamente, giró para estacionarse en paralelo.

Tanta fue la velocidad, que cuando toparon un poco la acera, el auto casi se volteaba, Sabrina se golpeó la cabeza en la ventana.

—¡Ay!, ¡Eres pésimo conduciendo! —Se enfadó.

—¡Por lo menos yo si invoqué algo! —Volteó a verla.

El ambiente se tensó. Sabrina estaba a punto de llorar, pudo sentir un fuerte dolor en su pecho que presionaba su corazón.

Al ver lo que hicieron sus palabras, Jeff intentó deshacerlo, pero ya era tarde. Ella abrió la puerta del auto y bajó, para luego, cerrarla fuertemente.

Jeff no pudo evitar bajar también, sentía que debía disculparse.

Caminó hacia el establecimiento pensando en que no sabía en donde estaban, lo único que recordaba, era que conducía sin rumbo.

Solo se acercó al edificio que tenía dos pisos. Era como ver una mansión de la época victoriana en medio de una calle con edificios de tiempos modernos que iluminaban la fría noche.

Llegó a unas grandes puertas de madera que se abrieron un poco.

Cuando se asomó, fue recibido por un sujeto bien vestido que cargaba una bandeja.

Sin duda alguna, ese tipo era el mesero, así que, entró al establecimiento algo asustado. Todos dentro eran no magos a excepción de los trabajadores.

Aquel mesero se paró en frente de Jeff e hizo una reverencia mientras le daba la bienvenida a uno de los múltiples restaurantes de la familia Shetza.

Podía ver como la atmósfera de ese enorme salón era muy elegante, bueno, tenía un toque rústico y moderno.

La mayoría de los comensales no pasaban, ni bajaban de los treinta a cuarenta, a excepción de una larga mesa, en la que se celebraba el cumpleaños de un niño que no pasaba de los cinco años.

Todo parecía muy tranquilo hasta que, su vista se enfocó en algo que no iba con el lugar.

En el bar, se encontraba Sabrina recostada sobre la barra bebiendo una botella de cerveza.

A un lado, se podía apreciar una canasta de mimbre, de la cual, sacaba varios tacos que en un instante, eran devorados sin importarle ensuciar su blusa.

La maga se notaba triste y no era de menos, ya que, Jeff la hirió recordando su fracaso.

Terminó sentándose a la izquierda de Sabrina. Ella se quedó viendo la canasta, se notaba que no quería hablar con Jeff.

—Ah, ¿sabes?, quería disculparme, sé que no fue fácil para ti hacer esa invocación.

No le respondía, él no dejaba de disculparse, pero aun así, sus súplicas no tenían el efecto que él quería.

La atmósfera se tensó, los ojos de Sabrina se humedecieron rápidamente, para ella, Jeff no existía.

No cabía duda, le estaba aplicando la ley del hielo.

Jeff desvió su mirada hacia el centro del salón, ahí se encontraba un sujeto, bien vestido, que estaba tocando una bella canción con su guitarra.

Era una serenata para una pareja de novios que recién llegaba al lugar.

Esa canción era un clásico, sin embargo, la melodiosa música no fue lo que llamó su atención, sino, la forma en la que lo observaba.

Ambos no dejaban de verse mutuamente, y no solo él, también todos los demás empleados lo observaban con máscaras de felicidad que cubrían sus rostros inundados de furia.

"¿Por qué me miran?, ¡¿Acaso...?!"

Desvió su mirada a Sabrina, aquella joven maga tenía un moretón en la frente a causa del brusco golpe que se dio cuando se estacionó en paralelo.

Los empleados pensaban en que él le hizo algo. Abrió los ojos ante esta situación, sino hacía algo, podría morir.

Pudo oler a la distancia una exquisita tortilla que estaba siendo preparada, no tenía ninguna duda, lo iban a matar a tortillazos.

Sabrina solo estaba sacando tacos de la canasta y se los comía con la cerveza en la mano.

Jeff no sabía que decir, ella jamás se había enojado con él de esa forma o al menos, no con el joven mago.

—¿Sabes?, sé que esta era tú oportunidad de demostrar que eres la mejor, pero no debes demostrarle nada a nadie. Para mí, tú eres la mejor, sabes usar magia avanzada con mucha facilidad y mejor que yo.

Ante estas palabras, Sabrina dejó su mano caer sobre la canasta, sus lágrimas se detuvieron.

—¿Recuerdas cómo nos conocimos? —Hablaba con una sonrisa que se rompería dependiendo de su respuesta.

—Hehehe, sí. Era un día muy hermoso —Miraba hacia él frente con orgullo.

—Te veías como un pingüino con ese trajecito y con ese peinado, parecías todo un tonto —Quiso reírse.

—Miren quien lo dice, la chica que parecía estar a punto de ir a un funeral  —Jeff reía.

Flashback

Aquel día se estaba realizando una competencia de arte en el parque de Draka, la ciudad fronteriza entre Feelline y Haunt.

A esa competencia llegaron dos niños, uno bien peinado y otro de cabello gris algo despeinado, ambos de seis años.

Al lugar, también llegó una niña de cinco años con ojos muy abiertos y una expresión no muy contenta junto a una chica de once años.

También  una mujer adulta con una expresión de aburrimiento.

Todos los espectadores se reunieron alrededor de los participantes, quienes se subieron en un quiosco donde estaban unos lienzos.

El presentador anunció el inicio de la competencia, donde todos sintieron mucha presión, la cual, era más evidente en Sabrina, quién parecía estresada y nerviosa.

Mientras tanto, Jeff estaba tranquilo, pero esto no le sirvió para ganar la competencia quedando en tercer lugar y Sabrina en segundo.

Esto fue visto por los niños como algo bueno, pero, para Sabrina, era una sentencia de muerte.

Con un silbido profundo, Ruth Shetza llamó a su hija para llevársela a la limusina.

Por su parte, Jeff no pudo evitar sentir algo extraño emanar  de esa mujer, por lo cual, se dispuso a seguirla hasta un bosque.

Observó horrorizado  como Sabrina era golpeada por su madre hasta dejarla sangrando.

La pequeña niña suplicaba por su perdón mientras perdía la conciencia y con ella, la vida. No obstante,  antes de recibir otro golpe, Jeff Salió de entre los arbustos interceptando el golpe con sus manos.

Ante sus ojos, Ruth solo mostraba sorpresa en vez de enojo antes de irse lo más rápido posible.

Maya, la prima de Sabrina, tuvo que interferir haciendo que la impotencia de Jeff aumentara en un combate, donde Maya, perdió un ojo y el niño mago se llevó a Sabrina al hospital.

Cuando despertó, Jeff pensó que se molestaría o se asustaría, sin embargo, solo lo abrazó con mucha fuerza y lágrimas que no dejaban de salir junto a unos  llantos.

Desde ese día, ambos han sido un equipo infalible, Jeff la ayudaba a sonreír y ella lo ayudaba a querer superarse cada día.

Para Jeff, ella era como su hermana menor, mientras que ella lo apreciaba como un punto seguro que podría volverse algo más.

—Y desde ese día, me comenzaste a deber una camiseta nueva  —Dijo Jeff feliz  viendo a Sabrina sonriendo con lágrimas.

—Podría pagarte de varias formas, ¿Sabes? —Sabrina tenía una mirada seductora.

—Sabes que no me gustan esas bromas —Replicó Jeff.

—Pronto caerás, volverás a mí deseando sentir esa sensación como yo lo deseo —Dijo con los codos sobre la mesa y un aura extraña, casi lasciva.

—Lo que pasó ese día, tú lo causaste, no quería —Se podía ver miedo en sus ojos.

◇◇◇

En alguna parte de Stahara, una joven encapuchada corría sin posibilidades de detenerse por una oscura playa.

Lo único que se escuchaba eran sus jadeos ante un profundo cansancio, sus botas se hundían en la arena impidiéndole seguir.

Mientras trataba de no bajar la guardia, una voz llamó su atención asustándola haciéndola pegar un grito y caer a la arena, mientras tanto, hacía aparecer una energía blanca en sus manos.

—Maya, responde, Maya —Salía una voz de su reloj.

—No me asustes, sabes que me desconcentra tu voz —Dijo Maya Shetza molesta, se levantó y limpió la arena de su ropa.

Solo pensaba en que ya había perdido lo que pensaba por la culpa de su compañero.

Sin embargo, aquel sujeto le dijo que tenia que ir hacia una casa cercana.

Un grupo de Desterrados, demonios de Necros, todos iban por el océano hasta aquella playa.

Maya respiró antes de mantenerse en control. Tras ver en su Starphone, se topó con la sorpresa de que se dirigían a la casa de su alumna, y donde recordaba, habría una fiesta.

—Muy bien, voy en camino, pero debes inventarme una excusa sobre donde estuve.  Sabes que mi tía no quiere que sea un Rey Mago, piensa que estoy en Kingslash en una competencia de natación.

—Creo que tengo información que podría gustarte —Guardó silencio por unos segundos—. El Desterrado que acabó con Shayan está con ellos.

Aquellas palabras tocaron lo más profundo de su alma haciéndola soltar unas lagrimas junto a una sensación de impotencia.

Su ira era tal, que su ojo derecho, cubierto por un parche, le dolía, pero, no parecía afectarla más que unas ganas de gritar.

Solo le dijo que entendía con una voz que contenía sus deseos de matar.

Comenzó a caminar mientras su ojo izquierdo dejaba salir una luz verde y sus dientes dejaban salir una sonrisa demoniaca por sus colmillos.

Una extraña neblina rosada se manifestaba por todos lados y una melodía extraña acompañaba a la maga.

—Tranquilo, cariño, tu murcielaguita te vengará —Hablaba con la voz rota.

◇◇◇

En una playa de Stahara, se estaba realizando una fiesta en una casa veraniega.

La noche cayó muy rápido, apenas eran las seis y la noche se hizo presente.

Dentro de la casa se encontraba un joven rubio de cabello largo, quién insistía en una llamada con su celular, pero nadie le respondía, se sentía desesperado, pero, era inútil.

Su mejor amigo no contestaba y ya se quería ir

—¡Ya me quiero ir! —Yuri pegó un grito al cielo.

Luego de la ceremonia de invocación, todos los jóvenes hechiceros fueron invitados, por una joven maga, a su casa para festejar que ya eran hechiceros completos.

Sin embargo, Yuri se comenzó a aburrir, apenas llegó con Samantha y ella desapareció dejándolo solo.

—Contesta Jeff, contesta —Sacó su celular e intentó llamar a Jeff nuevamente, pero nadie le contestaba.

Ya era de noche y no quería irse solo.

La playa en la que se encontraban estaba lejos de la ciudad, y lo único que veía, era un camino iluminado por varios postes de luz a cada lado.

Se encontraba en el recibidor de una gran casa de playa.

Las luces se encendían y apagaban, sus oídos se rompían por la música a todo volumen.

—Mejor busco a Samantha para irme de aquí. Por suerte deje a Maestro en casa antes de venir —Colgó su teléfono y lo guardó.

Ya estaba cansado, así que, empezó a caminar para buscar a la novia de su amigo.

Apenas podía caminar con libertad, toda la casa estaba llena de personas amontonadas en los pasillos y no podía dar un paso sin ser empujado.

Los pasillos estaban tan repletos que no pudo ver a donde iba.

Yuri subió por unas escaleras, tenía el presentimiento de que encontraría a Samantha en el segundo piso, pero por alguna razón, la música se detuvo.

Vio hacia atrás para encontrarse con una pared y una especie de sillón, además, a su lado, encontró una ventana que daba a la playa.

Todo estaba iluminado por unas luces rojas, le daban al lugar un ambiente de misterio, pero por alguna razón, también un ambiente de tranquilidad e incomodidad.

Al darse la vuelta, pudo encontrar un pasillo lleno de habitaciones, provocando que recuerde algo que le dijo su hermano una vez.

En aquel tiempo tenía catorce y su hermano cumplió dieciocho, por lo cual ya no vivía con sus tíos.

Iba a ir a su fiesta de graduación, pero al ser encontrado por Yuri, le dijo que se quedara, y tras explicarle que esas fiestas eran abundantes en irresponsabilidad, se fue sin decirle nada más.

No obstante, Yuri lo siguió, pero tras entrar a la fiesta, se perdió y llegó a un espacio muy parecido a ese, donde se encontró a tres chicas que lo llevaron a casa sin que Shayan se diera cuenta.

—Esto es igual que ese día —Yuri estaba preocupado.

Luego de tomar un poco de valor, caminó por el aterrador pasillo. Su corazón latía más rápido de lo normal y no pudo evitar tragar saliva.

Sus pasos eran cautelosos ya que no sabía lo que se encontraría en aquel lugar. Intentaba asomarse a la puerta que se encontraba a su izquierda.

Lo qué vio lo dejó sin palabras y obligándolo a sacar su celular, debía grabarlo.

Aquel cuarto tenía un sillón, en él pudo ver como Samantha se besaba con un muchacho corpulento.

Podía ver como sus labios tocaban otros a los que no les juró amor, los brazos de ese sujeto envolvían a Samantha y ella se acercaba cada vez más a él.

Una vez que tuvo su celular en sus manos, no tardó mucho en grabarlos.

Si Jeff viera esto, terminaría con ella, es por eso que Yuri no perdió tiempo y se fue lo más antes posible. Corrió hacia donde estaba la escalera e instantáneamente, volvió al primer piso.

—Debo mandarlo, él tiene que saber lo que pasa —Buscó el video en su galería para mandarlo a Jeff.

No tardó en mandarlo para luego salir corriendo de la casa, su mente estaba muy confusa hasta que se chocó con un sujeto calvo en el porche de la casa.

—¡Oye!, ¡Ten cuidado!. ¿Yuri? — Se frotó la nuca y volteo con dolor, cuando vio a Yuri no evitó alegrarse.

—Peper, creí que no vendrías —Yuri se frotó la cabeza.

—La verdad es que no quería, pero me pidieron preparar un buffet y aproveché para quedarme unos minutos.

Yuri conocía muy bien a ese sujeto, lo conoció en un campamento de verano, desde entonces se comunicaban.

—Y, ¿Trajiste tu auto? —Preguntó Yuri algo interesado.

—Claro, lo dejé en el pueblo, ¿Quieres que te lleve?.

—Sí, pero quiero encontrar a María, para despedirme.

—Claro, vamos —Lo observó con un rostro qué mostraba sospecha.

Ambos caminaron hasta el camino que era iluminado por postes, cada vez se alejaban más de la fiesta.

La noche era hermosa, era tan silenciosa que lo único que escuchaban era un silencio cubierto por las olas del mar.

—¿Cómo te va? —Yuri quería romper la tensión.

—Él negocio va bien, no me puedo quejar —Se mostraba contento, Peper tenía un negocio de banquetes.

Peper no pudo ignorar una energía de preocupación proveniente de Yuri, se dio cuenta de que algo pasaba, pero antes de poder preguntarle.

Un grito femenino desgarrador los terminó asustando, apresuraron el paso hasta correr.

Mientras más avanzaban, sentían un nauseabundo olor a sangre. No podían dejar de sentir náuseas, hasta qué llegaron al lugar, del cual, venían los gritos que cesaron.

Los dos cubrieron sus narices y bocas. En frente de ellos, una horrorosa criatura salpicada de sangre devoraba las entrañas de María.

Parecía que no seguía con vida, sin embargo, un débil susurró de ayuda llegó a los oídos de ambos, sus ojos se quedaban sin vida cada vez más.

Aquella escena era muy perturbadora. Yuri no podía moverse, estaba pálido y petrificado.

Peper no se quedó sin hacer nada, conjuró su criatura y la mandó a atacar a esa cosa.

Sin embargo, antes de tocarlo, las luces se apagaron y se encendieron para mostrar solo a la ya chica muerta.

—¿Qué fue eso? —Yuri abrió sus ojos del miedo.

—No sé, regresa a la fiesta y pide ayuda, yo iré al pueblo por algún doctor —Peper tenía una mirada seria.

Yuri asintió y corrió lo más rápido que pudo, no quería volver a esa casa, aun así, debía hacerlo.

Cuando estuvo cerca de la casa iluminada, observó como las luces y el ruido cesaron.

Todo se apagó, y luego, las luces se encendieron otra vez.

De pronto, un sonido tétrico, como de un video de terror proveniente de la casa, sonó por todo el lugar.

No entendía lo que pasaba, tenía miedo.

Se acercó a la casa y al abrir la puerta, un horrible olor a sangre entró a su nariz.

Todos estaban muertos, sus amigos ya no existían, la última orden cayó sin ninguna explicación.

Fin del capítulo 2...