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Zeke había colocado a Alexis con cuidado pero con gran alivio, de vuelta en los brazos de la madre del bebé —en los brazos de Abi— y luego se giró para enfrentar a Alex.
—Nos iremos ahora —dijo y con una amplia sonrisa, Alex le dio una palmada en la espalda y le susurró al oído.
—La próxima vez que te vea, espero que ya no seas tan estoico. Y lo más importante... que estés enamorado —luego le guiñó el ojo a Zeke.
La cara de Zeke permaneció imperturbable. —Espero que tu hijo no te cause demasiados problemas. Después de todo, es tu hijo.
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