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—¡Oh Diosa! —Enterré mi cara en mis manos y solo quería morirme de vergüenza en ese mismo instante.
—¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —Artem parecía asustado y nervioso en el momento en que me oyó hacer ese sonido de angustia.
—No puedo creer que hicimos eso. —Me sentía como si me fundiera en un charco de vergüenza.
—Lo siento, Estrella. —Él se sentó, quitando la manta de sobre mí y exponiendo mi desnudez.
—¡Ahh! —Arrebaté la manta e intenté envolverme de nuevo en ella—. No, no me mires.
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