—Estrella.
Artem pareció haber quedado encantado con mi apariencia cuando volví a la habitación con Acacia. Se quedó sin habla por unos minutos hasta que el tío Ash carraspeó y apartó a Artem de lo que fuera en lo que estuviera pensando. Algo me dice que no era algo sobre lo que pudiera preguntarle con otra gente alrededor. Y, oh diosa, ¿por qué eso me hacía sentir tan emocionada?
En el momento en que Artem salió de su estupor, sacudió la cabeza. Me hizo pensar en un perro, o en un lobo de verdad, mientras movía su cabeza de un lado a otro. Debían ser pensamientos muy interesantes los que corrían por su mente.
—¡Oh diosa mía! —grité dentro de mi cabeza—. Estoy dejando que Artem me corrompa y me convierta en una pervertida.
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