La cálida y seca palma del hombre rozó suavemente su tobillo, y un sonrojo se extendió por el rostro de Xaviera. De manera instintiva, quiso retirar el pie, pero se lo agarró firmemente impidiéndole moverse.
—... —Xaviera no pudo hablar.
Por primera vez, sintió la diferencia de fuerza entre hombres y mujeres.
Justo cuando Xaviera estaba a punto de decir algo, abrió la boca y escuchó un chasquido. Sus cejas se fruncieron instantáneamente y lanzó a Caleb una mirada de resentimiento. —Te dije, torciste el tobillo y yo lo arreglaré —dijo Caleb, tan tranquilo, liberando la presión.
—... —de nuevo, Xaviera se quedó sin palabras.
¡¿No podrías haber dicho algo antes de arreglarlo?! ¡¿Estás mudo?! ¡Esa súbita acción fue muy dolorosa!
—¿Puedes caminar? Supongo que no, así que, a regañadientes, te llevaré —Caleb preguntó y respondió él mismo—. Luego, sin dejar tiempo para que Xaviera reaccionara, se inclinó, la levantó y la colocó en el sofá.
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