En otro mundo muy distante, mientras Dorian estaba escapando de las sombras que se acercaban, preparándose para pelear, estaba tomando lugar una escena muy diferente.
Marcus Aurelius cerró sus ojos e inhaló profundamente, su corazón se estaba retorciendo de dolor. Exhaló poco a poco, manteniendo su compostura imponente.
Un feroz trasfondo de ira latía en su interior mientras agitaba su mano, enviando una pequeña onda de energía.
Un momento después, una figura sombría emergió delante de él. Uno de los sirvientes de Julia, su hermosa maestra de espías, un vampiro de clase pseudo-Dominus especializado en magia de sangre, especializado en comunicación.
Suspiró. Extrañaba a Julia. Todo era mucho más fácil cuando ella estaba cerca.
—¿Son curables sus heridas, Damian? ¿Cuál es el informe?—su voz se extendía en el pequeño espacio encerrado.
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