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Capítulo 11: Día de suerte

Editor: Adrastea Works

La región montañosa en la que Dorian estaba era conocida como las montañas Nebra. El gran bosque al sur se llamaba el bosque de los mil robles. Las montañas se extendían por varias docenas de millas, mientras que el bosque se extendía por casi trescientas millas, ocupando enormes extensiones de tierra, todas llenas de bestias.

El lugar en el que Dorian había aparecido originalmente se encontraba aproximadamente a unas veinte millas de las montañas Nebra, en un pequeño y anodino claro cerca de un río. Un cráter con tierra irregular estropeaba ese lugar pintoresco, un cráter con hierba y plantas recién ahora estaba empezando a recuperar.

En el arroyo de este río, una joven salamandra con escamas verdes, de unas tres cuartas partes de un metro de largo, estaba moviéndose lentamente, mirando hacia abajo con cuidado. Sus garras brillaban mientras se preparaba para abalanzarse sobre cualquier pez desafortunado que se le acercara. El río brillaba de un color azul perlado brillante, con la luz solar de la mañana reflejándose en él.

Justo cuando la salamandra estaba preparándose para saltar, una figura borrosa apareció detrás de ella y le clavó una mano a través de su espalda, perforándole directamente el corazón. Una fuerte aura de sangre rodeaba a esta figura, dándole una apariencia ominosa.

La salamandra murió instantáneamente, la sangre roja salpicó el suelo y tiñó el arroyo cercano de rosa por unos segundos.

—Crudo como siempre Brutus —dijo una voz suave y fascinante resonó desde lejos mientras otra figura brillaba en existencia.

Una mujer pequeña que parecía un ser humano, excepto por un tinte débil de gris en su piel. Su rostro era una belleza, con labios perfectamente proporcionados y unos ojos violeta hermosos. Una nariz pequeña complementaba su delicada sonrisa, mientras que su cabello largo y rojo se mecía ligeramente con la brisa, haciéndola parecer una especie de hada etérea. Vestía un conjunto ajustado de cuero negro que no hacía nada para esconder sus curvas.

—Es la primera vez que veo este mundo, Gaia —quien hablaba se encogió de hombros, arrojando el cadáver de la salamandra a un lado.

Era un hombre grande y bruto, con músculos abultados apenas cubiertos por la camisa negra suelta que llevaba, y un par de pantalones de cuero negro, con unos dos metros de altura de pie. Tenía cabello rojo y corto, con un rostro de aspecto duro que tenía una pizca de encanto atractivo. También destacaba su barbilla, que encajaba con su fuerte rostro, realzando sus proporciones casi perfectas, que eran dañadas por dos grandes cicatrices, que cruzaban su rostro en un patrón de X que comenzaba en cada oreja, y cruzaba sus mejillas, nariz y hacia abajo a los lados de su cuello. Su piel era de un tono similar, de gris muy débil.

—Magia de sangre: despertar —dijo Brutus, aplaudiendo. Unos pequeños anillos de oro en sus manos brillaron, tintineando silenciosamente mientras chocaban.

Inmediatamente, el cuerpo de la salamandra muerta se contrajo. Una luz roja brillante apareció alrededor mientras se levantaba, girando lentamente hacia el hombre musculoso.

Brutus se volteó a mirar a Gaia, dándole una sonrisa llena de una mirada lasciva, revelando un conjunto de dientes blancos perfectos. Lo único extraño en su sonrisa, eran los dos pares de dientes puntiagudos, dos arriba y dos abajo, que aparecían en su boca, brillando suavemente.

—Después de ti, mi señora —se inclinó toscamente.

Gaia puso los ojos en blanco, haciendo que incluso se viera hermosa mientras daba un paso hacia adelante. Agitó su mano casualmente hacia un lado.

Aparentemente de la nada, apareció un largo báculo rojo con un cristal blanco brillante con la forma de un globo ocular, que desprendía un aura ligeramente demoniaca. Gaia sostuvo el báculo al frente de ella, girándose para centrarse en la salamandra roja despertada.

—Magia de sangre: lectura del hado —cerró sus ojos mientras hablaba, concentrándose completamente en lanzar su hechizo.

Unas líneas débiles comenzaron a elevarse desde la salamandra, conectándose poco a poco con el báculo carmesí resplandeciente. Aparecieron unos simbolos rojos en el aire que se desvanecieron misteriosamente.

Después de un largo momento, Gaia abrió sus ojos de nuevo.

—Hacia el norte, la perturbación en el destino es hacia el norte. No obstante, las reverberaciones son cada vez más y más débiles. Después de unas semanas más será imposible rastrearlas —dijo, con un toque de emoción.

Brutus se encogió de hombros.

—Mientras podamos encontrarlo antes que lo hagan los humanos o las sombras, al gran señor Marcus no le importará. Es una lástima que ninguna de las perturbaciones apareciera en alguno de nuestros mundos. Fuimos afortunados de estar en un planeta conector cercano —dijo Brutus, con un gran respeto ante la mención del nombre Marcus.

Gaia simplemente asintió con su cabeza, y luego agitó su mano de manera casual. Inmediatamente, un estanque de sangre roja comenzó a aparecer, con tentáculos de sangre moviéndose hacia adelante y hacia atrás, tomando la forma de un lobo enorme de tres metros de alto.

—Salum —susurró mientras acariciaba suavemente el costado del lobo de sangre, con los ojos llenos con gentil amor y cuidado—. Llévame ante quien perturbó el destino.

..

Dorian sonrió alegremente mientras miraba la carne frente a él. Hoy realmente era su día de suerte.

Después de levantarse, salió a cazar. Su objetivo de hoy era principalmente sólo holgazanear hasta que fuera capaz de evolucionar a una forma más capaz. Su forma actual era rápida, pero no muy fuerte.

Por consiguiente, para llenar su estómago, había decidido cazar algunos peces del río, y luego ir a buscar algunas hierbas mágicas. Sin embargo, cuando abandonó su cueva escondida, encontró un grupo pequeño de ciervos de montaña pastando junto al río.

Según Ausra, la mayoría de los ciervos de montaña eran de la clase Terra o Mortal. Incluso como un polluelo de myyr, debería ser capaz de manejar algo así. Especialmente con su habilidad, garras de fuego. De acuerdo con Ausra, cada habilidad que aprendiera se quedaría con él, sin importar la forma física que tuviera. Era un beneficio muy útil que aprovecharía absolutamente.

Dorian había acechado al ciervo, trepando lentamente un árbol al costado del valle. Entonces silenciosamente saltó de árbol en árbol, enfocándose en los ciervos de abajo. Pronto llegó a uno de los caminos que llevaban al río del valle, desgastado por miles de bestias que se movieron a través del tiempo. Se ocultó en la rama de un árbol, permaneciendo absolutamente quieto mientras observaba a los ciervos.

Los ciervos de montaña eran grandes, pero no demasiado grandes de manera anormal. Eran solo un poco más grandes que un ciervo normal de la Tierra, con una piel marrón más resistente y unos cascos negros muy sólidos.

Finalmente, los ciervos comenzaron a dejar el valle, después de haber bebido hasta saciarse. Había aproximadamente veinte de ellos, un grupo considerable. Comenzaron a dirigirse hacia el camino en el que Dorian estaba por encima.

Dorian no había escogido ese camino por casualidad. Después de observar a los ciervos antes, sabía que eran asustadizos, por lo que irían por el camino de siempre. Este camino no era uno que estuviera abierto adecuadamente en todos los lados, con solo unos pocos árboles que bloqueaban la visión, pero era el camino más desgastado en el valle.

Cuando los ciervos comenzaron a desplazarse debajo de él, Dorian esperó su momento, eligiendo a su objetivo. Un ciervo grande y carnoso en la parte de atrás de la manada. Había considerado ir por uno que se viera más débil, pero decidió no hacerlo. Con sus actuales capacidades, no debería tener problema en matar a un ciervo de esta estatura.

Transcurrieron unos segundos tensos, y pronto ese gran ciervo estaba justo debajo de él. Moviéndose rápidamente, Dorian saltó de la rama en la que estaba, activando su habilidad de garras de fuego mientras atacaba. Había practicado la habilidad tanto que ahora podía usarla de manera instantánea.

Sus garras brillaron de un color blanco y rojizo intenso mientras se hundían en la carne del ciervo. Una fracción de segundo después, la manada de ciervos se había dispersado, con pánico ante la vista de un depredador. El aroma de la carne cocida comenzó a flotar, chisporroteando.

El ciervo carnoso que Dorian había atacado saltó en el aire y forcejeó, tratando de deshacerse de Dorian. Sus hombros musculosos hacían que sus movimientos fueran mucho más fuertes que los de cualquier ciervo normal en la Tierra, cada pisotón ejerciendo varios cientos de libras de presión. No obstante, Dorian era implacable en su caza, y enterró sus garras más profundamente, sintiendo que los forcejeos del ciervo se debilitaban.

Pasaron unos segundos, y el ciervo colapsó. Su cuerpo yacía inmóvil mientras su vida terminaba. Dorian parpadeó mientras miraba hacia abajo, notando algo finalmente. El olor de la carne cocida en este cuerpo… olía… ¡delicioso!

Cuando estaba en su forma de salamandra roja, no le importaba si la carne de un animal que cazaba estaba cocida o no. El rico y crudo sabor de la sangre había sido una delicia para su lengua.

En este cuerpo, no obstante… Dorian no estaba seguro si sus papilas gustativas habían cambiado, pero el aroma del ciervo en frente suyo le estaba haciendo agua la boca.

Sin embargo, frunció el ceño mientras miraba sus manos. El fuego de sus garras era un poco demasiado caliente. La carne del ciervo donde sus garras habían aterrizado se había chamuscado. Si quería asar a este ciervo, tendría que encontrar la manera de reducir el calor de sus garras, o usar algún otro método.

Mientras pensaba en esto, se giró hacia el lado, mirando el árbol que se encontraba cerca de él. En particular, a un conjunto de ramas largas de dos pulgadas de grosor, una idea pasó por su mente.

..

—Magia espacial: ¡barco maldito!

La voz del mago real Aymon temblaba mientras aplaudía, extrayendo energía desde su matriz de hechizos del alma para accionar su hechizo. Hizo varios movimientos confusos con sus manos, una corriente de símbolos blancos brillantes formándose en el aire.

Después de unos momentos, el contorno vago de un bote pequeño y blanco tomó forma en el aire. Emitió débiles reverberaciones que sacudieron el aire, con desconcertantes ondas de energía que eran casi imposibles de comprender.

William miró impresionado al barco flotante y transparente, con sus ojos curiosos.

Actualmente estaban de pie afuera de Ciudad Yor. La ciudad en sí tenía alrededor de tres millas y media de ancho, era una de las ciudades más grandes de este lejano oeste del Imperio del río Obsidia. Las murallas de la ciudad eran unos de sus elementos centrales, enormes paredes de piedra de diez metros de altura, encantadas con hechizos para reforzarlas. La ciudad era una fortaleza poderosa, una vez usada como una ciudad fronteriza para sacar varias bestias.

El reino del río Obsidia todavía estaba en el proceso de expansión y conquista de nuevos territorios.

Después de estar en contacto con la Familia Robel, los gobernantes de facto de Ciudad Yor, los magos del Departamento se habían quedado en el complejo de la Familia Robel. Actualmente era la mañana del día siguiente.

Uno de los hechizos de William creaba un barco de transporte como este. Pero con sólo mirar el barco flotante, William ya podía decir que este superaba por mucho la suya.

—¡Excelente magia! —dijo animadamente el parlanchín mago del destino Oblong cuando el barco flotante comenzó a aterrizar, listo para embarcar.

—Pongámonos en marcha —dijo Oblong a la ver que se volteaba para mirar a William, que sonreía con felicidad. El mago del destino estaba extremadamente satisfecho con los resultados de su predicción. Ya había enviado un mensaje al mago del destino que estaba de pie con Lord Hadrion. Si las cosas resultaban bien, este podría ser el golpe de suerte que necesitaba para sacar su nombre de allí y obtener los recursos que necesitaba para ingresar a la clase Magnus Magister.

—Sí señor —dijo William, rápidamente dando un paso adelante. Detrás de William había varios guerreros de la Familia Robel de clase Caelum, enviados por el jefe de la familia para protegerlo.

Después de que los magos del departamento se fueran a descansar, el jefe de familia apartó a William del grupo, instándolo a cooperar completamente. Si pudiera causar una buena impresión, era totalmente posible que pudiera asistir a una de las academias del Departamento. Allí había, después de todo, un departamento de magia de madera.

Cualquier familia que tuviera un mago en uno de los ciento ocho departamentos era una familia destinada a la grandeza más allá de gobernar una pequeña extensión de tierra en un mundo menor como Hasnorth.

William saltó a bordo ansiosamente, caminando con cuidado. Con su sensibilidad mágica, era capaz de distinguir claramente el contorno del barco, pero la transparencia de éste era desorientadora.

Detrás de él, el mago del rayo negro de clase Magnus Magister, Graxital, subió a bordo, seguido por los guardias de hierro negro que el Imperio del río Obsidia le había proporcionado. Estos guerreros poderosos eran algunos de los luchadores de más alto rango de la nación completa, miembros de los 5.000 hombres fuertes del batallón de hierro negro.

Oblong y Aymon fueron los últimos en abordar. Cuando se acomodaron, el mago espacial Aymon levantó sus manos, agitándolas en el aire delante de él antes de girarse hacia William con expectación.

—Ahora, por favor, dirige mi curso, joven mago.