La realidad era dura, pero el destino era más duro. A pesar de haberse quedado dormida en los brazos de su amante, Lina se despertó en una pesadilla. Cuando abrió los ojos, el paisaje le resultó familiar.
Escuela de Éxito Serendipia. Krystal tenía razón. Más bien, la Escuela de Serpientes.
—¡Miren, ahí está nuestra cerdita residente!
—¿Qué sonido hace la cerdita?
La risa estalló en los pasillos. Un niño le levantó la nariz, su cruel risita burlándose de la joven en el suelo. Lina se quedó inmóvil en el centro del comedor. Con un pequeño plato de ensalada y agua helada en la bandeja, ni siquiera podía mover un miembro. En cambio, su cuerpo se encogió como hielo.
—D-dejen de hacer eso chicos... —Lina logró tartamudear.
Atlántida le había enseñado a hacer respuestas ingeniosas. Le instruyó hablar cuando los acosadores la molestaban. De esa manera, no encontrarían disfrute en acosarla. Pero no importaba cuánto hubiese practicado, su voz salía en un pequeño temblor.
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