Esto era lo más que había hablado con Elly desde que se conocieron, y todo salió de lo más profundo de su corazón.
Helen Melendy sentía que realmente estaba planeando sacar completamente esa persistencia plantada en su corazón.
Elly misma no sabía cómo había logrado decir tanto esta noche. Solo después de terminar se dio cuenta de que tenía la boca seca y la lengua áspera.
Se levantó del banco y le dijo a Helen:
—Es tarde, deberías volver primero. Si hay alguna dificultad en la oficina, avísame. No trates de aguantarlo sola.
—Entendido. Con una amiguita de la segunda generación rica como tú, ¿cómo no iba a aprovecharme de ti?
Helen se rió, poniendo un brazo sobre su hombro:
—Ocúpate de tus propios asuntos primero. En cuanto a los míos, puedo manejarlos.
Elly asintió; si ella no quería la ayuda, Elly no insistiría.
Viendo a Elly dirigiéndose hacia el edificio del hospital, Helen rápidamente avanzó y la agarró:
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