Lu Xinyi abrió los ojos y lo vio mirándola.
—¿Qué?
Shen Yi se encogió de hombros. No quería hacerla enojar antes de hacerle la propuesta.
—Bueno, acerca del trato del que te hablaba antes, quería que tú...
—Oye, mira. Tu novia nos está mirando. —Lu Xinyi señaló en la dirección de Xia Yuhan, a quien agarraron con la guardia baja. Abrió los ojos tan grande, que parecía un niño al que acaban de atrapar robando una galletita del frasco.
Siguió el dedo y Shen Yi se maldijo por no haber notado que Xia Yuhan los había estado mirando todo ese tiempo. No podía hacer un trato con Lu Xinyi de esa manera. Estaba decepcionado de no poder hablar con la señorita Panqueques sin que los molestaran, dejo de sonreír y frunció el ceño.
Se incorporó tan abruptamente del asiento, que sorprendió a Lu Xinyi. La agarró del brazo e hizo que lo siguiera.
—¡Oye! ¡Mi comida! Todavía no termine de comer mi desayuno —se quejó Lu XInyi mientras intentaba luchar contra el agarre de él.
—Pensé que ya habías terminado, mi amor. Solo estabas comiendo postre ¿No te preocupa que te vaya a reemplazar por una mujer hermosa y sexy? —Shen Yi hablaba con un tono más alto de lo usual.
Lu Xinyi lo miró boquiabierta y, otra vez, no se dio cuenta de que le había permitido llevarla a otro lugar ¿Por qué la estaba exhibiendo como la pareja de todos modos?
—¡Cómo si me importara! ¡Devuélveme mi cheesecake! —se quejó, pero Shen Yi la ignoró.
—Pero mi amor, ¿pensé que habías dicho que necesitabas perder peso?
Lo fulminó con la mirada al señor Salsa holandesa ¡Qué grosero! ¿Cómo se atrevía a usar la carta sobre el peso para derrotarla? Primero que nada, no tenía sobrepeso. Bueno, quizá había comido demasiado esos días, pero tener el corazón roto era una buena razón para comer lo que quisiera.
Lu Xinyi tiró del brazo, pero fracasó. Solo podía mirar a la mesa donde había quedado el delicioso cheesecake.
—Adiós cheesecake.
Sollozó.
—Este malvado hombre nos separó, pero me vengare de él.
Sollozó.
Estaba tan distraída con su postre favorito, que no se dio cuenta de que Shen Yi la había llevado a una de las suites privadas del crucero.
—Muy tarde para huir, ¿no? ¿Xinyi?
Sus ojos deambularon por la habitación. Realmente, no esperaba que así fueran las suites lujosas. Nunca había estado en una, pero al asumir que la gente rica le gusta tener lo mejor, quizás no debía sorprenderse.
Shen Yi dejó que mirara todo a su alrededor y se entretuvo al ver que los ojos le brillaban con placer.
—¿Esta es tu suite? —preguntó.
—Sí.
—¡Madre santa! ¿Eres un narcotraficante o algo parecido? —preguntó Lu Xinyi. Se quedó boquiabierta cuando entró en la suite. Se sorprendió de verdad al ver la diferencia entre su camarote y esa suite. Hacía que el camarote pareciera una caja de zapatos al lado de la suya.
Shen Yi soltó una risita ante aquellas palabras, antes de negar con la cabeza.
—Las palabras que salen de tu boca a veces…—suspiró—…trabajo en una empresa de bienes raíces ¿Qué crees que hago?
Lu Xinyi giró para verlo. Luego lo miró de pies a cabeza, lo que causó que Shen Yi se sintiera incómodo en el lugar. Tenía muchos admiradores que lo miraban de arriba a abajo y le sonreían coquetamente. Ya estaba acostumbrado a las risitas que las mujeres hacían cada vez que caminaba por el vestíbulo de la oficina.
Pero eso, de alguna manera, se sentía distinto para él.
Ella se sentó en el sillón de cuero de la sala de estar. La suite estaba llena de comodidades lujosas. Con estimación, esa podía ser una suite de cien metros cuadrados. Hasta había un bar privado enfrente de ella. No le sorprendería si había una cama de dos plazas en la habitación con estupendos efectos de luz y una ventana grande y redonda para que tuviera una mejor vista del exterior.
Lu Xinyi inclinó la cabeza hacia un lado.
—Un rígido hombre de negocios —hizo una pausa— dime, por favor, que no eres un fugitivo en fuga.
Al escuchar esas palabras, Shen Yi no puedo evitarlo y estalló en carcajadas. La señorita Panqueques era, de verdad, única.
—¿Por qué esas son las únicas dos opciones? –preguntó, mientras intentaba reprimir la risa.
Lu Xinyi se encogió de hombros e hizo una mueca.
—Porque señor Salsa holandesa, no conozco todos los puestos en una empresa —confesó.
—¿Cómo acabas de llamarme?
Ella parpadeó. Él la miró, mientras que esperaba una explicación.
—Porque no me dices tu nombre a pesar de que yo te dije el mío. Asumo que no quieres que sepa quién eres, entonces te voy a llamar señor Salsa holandesa de ahora en adelante.
Shen Yi asintió. Aquella explicación tenía sentido. Por lo menos, sabía que ella no lo iba a forzar a decirle el nombre e identidad.
—Está bien, señorita Panqueques.
¡Ese nombre de nuevo! ¿Por qué todavía la llamaba con ese sobrenombre cuando ella ya le había dicho el nombre? Lu Xinyi apretó los dientes. Ese hombre definitivamente sabía que decir para provocar su enojo.
—¿Por qué me dices señorita Panqueques de todos modos?
En vez de responder la pregunta, Shen Yi la miró directo a la cara, antes de mirar hacia abajo al pecho plano. Al seguir la dirección de la mirada de él, ella...
—...
El silencio los envolvió a los dos.
Lu Xinyi sintió que una vena en la cabeza saltaba por la rabia que sentía contra ese descarado e irritante hombre. Antes de que Shen Yi pudiera reaccionar, apenas vio un zapato que volaba hacia su apuesto rostro.