En la limosina.
—Shen Yi...
—¿Tienes miedo? No temas. Ambos sabíamos que esto pasaría tarde o temprano. La gente siempre dirá algo de nosotros, nos guste o no —Shen Yi adivinó lo que la preocupaba y le dio una palmadita en la cabeza.
—¿Qué sentido tiene preocuparse por ellos? Te casaste con el mejor hombre de la ciudad. Por supuesto que están molestos contigo —bromeó, intentando relajar el ambiente.
Lu Xinyi soltó una risa. Apreciaba profundamente que él escogiera estar a su lado en momentos así.
—Eres bueno conmigo. No me tratas como tu sucio secretito. Apuesto que no saben lo genial que puedes ser —se burló ella. Su mano estaba en la mejilla de él, haciendo que su mirada se posara en su cara.
—¿No? Mis socios se reirían de ti si te atreves a decirles eso —dijo él y la atrajo a su lado y besó su coronilla, ignorando el olor a alcohol en su cabeza. Ella se relajó con su abrazo. En sus brazos, no necesitaba preocuparse del mundo exterior.
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